Capítulo 14

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Aún los extraño

SAM


Llevo toda la mañana en la cama, sin contar que casi no pude dormir.

- ¡Sam! ¡Se hace tarde!

- Ya voy.- me visto como puedo aunque con un aire pesado, ojalá pudiera saltarme este día.
Una vez abajo, mi madre sostiene una sonrisa amable, quisiera tener su fuerza, aunque lo intenté no pude imitarla. 

- ¿Quieres ir en la tarde?

- Mejor ahora. No iré a la escuela.

- Como prefieras, cariño.- después de eso, mi madre camina hacia la puerta trasera y enciende el auto. Espero que el día termine pronto.

Me subo al vehículo verde y mi madre comienza con nuestro trayecto, todo el camino fue igual, todo era silencio. Mi madre siempre acostumbraba comprar flores en la tienda al costado de la carretera, solo íbamos ahí hoy. 19 febrero. Pero mi madre se fue de largo, sin titubear, solo siguió conduciendo.

- Olvidaste pasar por las flores.

- No lo olvide, solo creí que este año podíamos hacer algo diferente.

- ¿Diferente en qué?

- Saca lo que hay en la guantera.

Dude un poco pero lo hago, saco de ella un cuaderno y noto que hay una pluma dentro de este, miro a mi madre confundida pero ella mantiene su vista en el camino.

- Escribe algo que quieras decirles.

- ¿Es en serio?

- Tu terapeuta lo comentó la última vez que la vi y me parece una buena idea. Me deje llevar cuando lo hice y en realidad es liberador.

- Lo intentaré.- dicho esto, comienzo a escribir aunque no lo encuentro nada liberador, solo siento culpa y como si algo que intentaba sanar comienza a lastimarme de la misma manera que antes.

Cuando menos lo noto, estamos en el callejón que conduce al cementerio. Mi madre toma mi mano y sonríe de lado, con un poco más de confianza, me animo a salir del auto y comenzar a caminar a su lado. Un hombre de edad avanzada sentado a la izquierda de la lúgubre reja nos saluda como si lo hiciera todos los días, que extraño. Creo que lo he visto antes. Mi madre actúa con naturalidad mientras empieza a introducirse en los estrechos senderos del cementerio. Hasta el nombre es triste. Por mi parte, no sé si realmente quiero llegar, este lugar siempre me recuerda que no volverán.

Mi madre, sin decir nada, extiende su mano hacia mi y una vez que llego a su lado, me abraza por un hombro y besa mi cabello.

- Quisiera que no pasaras por esto.

- También yo.

Permanecemos en silencio, contemplando las lápidas de quienes alguna vez estuvieron a nuestro lado. Mi madre saca del bolsillo de su abrigo una hoja doblada y cuidadosamente la acomoda en donde ahora, descansan sus cuerpos. 

Para mi amado esposo e hijo. Es lo único que alcanzo a leer desde mi ángulo. Desde mi punto de vista, mamá ha seguido adelante porque sabía que aún me tenía a mí. ¿Qué mujer no se derrumbaría si te llaman para decirte que tu esposo e hijo pequeño no volverán? Sin agregar que le pidieron ir a reconocer el cuerpo de mi hermano y recoger sus pertenencias al hospital. 

- ¿Dejarás tu carta?

- Será después.

Mi madre asiente y no dice nada más. Se lo que piensa, las mismas palabras que en secreto repite en su habitación en su aniversario de bodas, en sus cumpleaños y navidades. Lo sé, porque desde el primer año lo hace, sin excepción.

100 DÍAS PARA OLVIDARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora