Capítulo 22

65 19 4
                                    

Las minutos pasan y aún no sé nada de ella, Alejandro está dormido entré los brazos de Wendy mientras que yo no puedo pegar ojo sin saber nada de ella, estoy por derrumbar esa puerta y entrar en esa sala.

-Familiares de Melissa Berrocal -anuncia un hombre de unos 30 años aproximadamente.
Me levanto de un salto y voy hacia él, Wendy despierta a Ale y me siguen.
-¿Cómo está ella, doctor? -pregunto desesperado.
-Soy el doctor Gabriel Prado, la señorita Melissa sufrió varios golpes en todo el cuerpo, aunque nada grave sólo le saldrán unos hematomas, pero su cabeza recibió un golpe muy fuerte, tuvimos que suturar la herida y revisar que no se haya afectado un nervio, hasta ahora no hay indicios de ello.
-Gracias a Dios -contestan Wen y Alejandro al unísono.

Siento que un gran alivio se expande en mi pecho.
-¿Puedo verla? -pregunto.
-Todavía no, señor.
También venía a informarles que Melissa perdió mucha sangre, necesitamos un donante.
-Aquí estoy yo, somos compatibles -dice Alejandro apresurado.
-Perfecto, una enfermera vendrá a buscarlo en unos minutos -responde el doctor.

Necesito verla, el médico dice que está bien, pero hasta no ver sus ojos, su sonrisa, no estaré seguro.

Alejandro se va con la enfermera y Wen se acerca hasta mí.

-Deberías descansar un poco, ella está bien, sólo tiene algunos golpes.
-No puedo conciliar el sueño, no mientras no la vea.
-¿La quieres mucho, verdad? -pregunta dejándome inquieto.

Esa pregunta me la he hecho muchas veces pero nunca le encuentro respuesta, hasta este momento, un Si rotundo se dispara en mi interior, desde que la vi inconsciente entre mis brazos, el susurro de mi nombre en sus labios, el ritmo de los latidos de su corazón al estar cerca, sus ojos miel brillantes, su cabello azabache enmarcando su rostro, supe la respuesta.
La quiero, y mucho.

-¿Tanto se nota? -pregunto con una medio sonrisa que me sale al recordar esos momentos felices.
-Tu mirada te delata, pero tranquilo, ella aún no se ha dado cuenta -contesta y me hace sonreir.
-Gracias, Wen -le digo con toda sinceridad.
-¿Por qué? -pregunta con el ceño fruncido.
-Por escuchar, por entender, por estar aquí para ella y para Alejandro.
Hoy me he dado cuenta que las cosas más simples y pequeñas de la vida valen mucho.
-No agradezcas nada, William, y cuéntame ¿cómo llegaste a quererla? pensé que no se conocían.
-La verdad no sé, pero de algo puedes estar segura: "Con solo una sonrisa, mi cabeza volvió loca"

Alejandro llega y se ve pálido, Wendy va hacia él ofreciéndole todo tipo de líquidos y ayuda.
A ella se le nota más que a mí.
-Ya la tienen en una habitación, pero podemos verla hasta que el doctor lo permita.

Las horas siguen pasando y no hay información, ya perdí la noción, siento mis ojos arenosos.
Wendy duerme en el hombro de Alejandro, y él se recostó en el asiento, sus manos están entrelazadas, al menos algo bueno saldrá de esta situación.

Camino tratando de despejar la mente, mis pies van por si solos, veo habitaciones por doquier, algunas enfermeras deambulan.

De repente paso por una ventana y algo capta mi atención, por una rendija entre la cortina visualizo ese cabello negro, Melissa.
Es como si el destino me hubiese traído a su puerta.
Me deslizo en la habitación, es amplia, un pequeño sofá en la esquina, las paredes de un tono verde pálido, al lado derecho hay otra puerta, y el centro del cuarto, la camilla, y en ella, yace Melissa, está canalizada, tubos se despliegan de su brazo izquierdo, me acerco a ella con sumo cuidado, su cabellos esparcidos en la almohada, sus labios entreabiertos, acerco mi mano hasta su faz, su mejilla está fría, y por fin lo que llevo reprimido se desata, sostengo su mano mientras las lágrimas corren por mi rostro. Entierro mi cabeza en la cama soltando todo, con ella puedo ser yo mismo, jadeos entrecortados salen de mi garganta sin permiso.

-Te quiero -murmuro entre su mano y la cama- ya no se pedir perdón, pero sé decir 'te quiero'

Las palabras salen automáticas y no me importa, si ella no puede perdonarme por lo que he hecho, al menos sabrá lo que siento por ella.

-Yo también, Will...

Giros InesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora