He retrasado mí muerte por mucho tiempo.
Le he dado una prórroga.
El beneficio de la duda.
Estoy pisando tierra firme al fin, las paredes de mí casa ya no deben ser reconstruidas cada fin de semana. Y encontré un buen abrigo.
¿Por qué estoy esperando a alguien que nunca invité, pero que deseo tanto?
¿Será gentil? ¿Rápido? ¿Tendrá un buen aspecto?
Mí casa tiene un buen techo.
Las paredes un nuevo color.
Y yo sigo mirando esa puerta, esperando, ¿Vendrá por mí o iré yo por ella?Una vez que entras no puedes sellarla.
Imagino cuántos pasaron por allí, tan feliz fui que pasé por su lado y nunca la vi. Es más, ni siquiera existía.
Hasta que un día escuché un rechinido.
Luego el candado explotando.
Corrí avergonzada hacia ella y traté de bloquearla para siempre, coloqué cadenas y también unos letreros de advertencia.El camino lo decoré con lo que más me gustaba, mis colores favoritos, mí música, mis libros, los animales que deseaba acariciar. Todo eso, sólo para mantenerme ocupada.
Cuando las luces parpadearon, no pude ver mis colores favoritos y tampoco pude leer a gusto.
El ruido que había detrás de la puerta no me permitió escuchar la música que tanto me gustaba.
Me llené de miedo, y con ello sentí rabia por habérmelo permitido. Di pasos muy rápidos, pisé con fuerza, arremetí contra la puerta y mí furia hizo que todos los animales que tanto deseaba acariciar huyeran de mí.
Se escondieron todos y no quedó rastro de amor.
Y la puerta se abrió.
Tampoco podía ver a través de ella, pero al menos mí vergüenza, mí odio, mí tristeza y rabia, ya no mancharian el amor que le tuve a todo lo que huyó para protegerse.
¿Se habrían quedado si hubiese explicado lo que estaba oyendo detrás de la puerta?
¿Me habrían dado algo de luz para seguir leyendo?
¿Alguien me hubiese convencido de cambiar de color favorito?
¿Le habrían subido el volumen a la música o escogerían cantarla conmigo?
De vez en cuando salgo por la misma puerta, asomo la cabeza y me siento a pocos metros de ella. Escribo mientras la música suena, señaló mis colores favoritos y me dejó caer de espaldas con todos los animales que más amo en el mundo, sobre mí.
Y vuelvo a escuchar el ruido.
Les grito que se vayan por dónde vinieron, que se escondan y no me dejen encontrarlos.
La música tiene interferencia.
Los focos se apagan.Al menos, por este tiempo, la puerta se ha hecho pequeña y cada vez que vuelvo a entrar me golpeó la frente en el marco. Tengo la esperanza de que llegara un momento en el que se hará tan pequeña que ya no lograré entrar.
Y es por eso que la espero todo el tiempo, sólo para saber cuánto más debo aguantar.