Nuestro "héroe"
Nuestra historia empieza en una tarde calurosa, en un sitio insospechado, un paraje tranquilo donde nunca pasa nada, donde sus habitantes vivían en paz, en sus humildes casas, casa un tanto peculiares, ya que están en las bases y las ramas de los árboles, casas como en la que empezamos nuestra aventura. Nuestro "héroe", bueno, no sé si podríamos llamarlo así... mejor vamos a llamarlo por su nombre, Abaturc, el dormía placidamente sobre la hierba apoyado a un árbol, disfrutando de la dulce sombra que aquel árbol proyectaba esa plácida mañana de verano, Abaturc estaba cuidando de los erizos de la granja de al lado de su casa, a él no le gustaba hacer ese tipo de trabajos, pero un poco más de resina de cristal no le iría mal. Este pequeño personaje no era aventurero, no deseaba otra cosa que quedarse en su tierra natal y vivir tranquilamente, por ello nunca sospechó en que aventura se embarcaría.
Abaturc despertó justo a tiempo para ver que los erizos empezaban a escapar, Abaturc de un salto se comió la flor silbato y un sombrero de una semejanza sorprendente creció en su cabeza, empezó a silbar y a redirigir a la comitiva de erizos mientras maldecía para sus adentros. Cuando Abaturc llegó a su casa que se encontraba a los pies de un árbol gigantesco, antes de entrar recogió una flor silbato que como las otras plantas que crecían cerca de la casa, y en algunas ocasiones en las paredes, eran cuidadas por su madre, una de las mucho druida de la aldea, al entrar un olor a estofado de seta invadió de aire.
- Hola hijo, qué tal el día? - Aquella voz melodiosa rellena el aire con amor y felicidad.
-Bien, madre. - Respondió Abaturc con una sonrisa grabada en la cara. Se imaginó la sonrisa de su madre a pesar de que estaba al otro lado de su casa preparando aquel maravilloso manjar. Hambriento cruzó la casa y llegó hasta la cocina donde su madre, una mujer que a pesar de su edad y su baja estatura, incluso para los entlings, seguía manteniendo un pelo verde vivo mucho mejor cuidado que la mayoría de los entlings, unos ojos marrones como la tierra recién mojada y un rostro joven y fuerte, Abaturc caminó tranquilamente por la tierra del suelo mientras dirigía miradas a una de las pocas ventanas de la casa, desde el panel de cristal se podían ver muchas casas excavadas en la tierra muy parecidas a la suya, entre aquellas casas se veían las figuras de los diferentes miembros de la aldea y el bosque frondoso que la cubría, los pueblos de los entlings eran compuestos de pequeñas casas excavadas en la tierra o colgando de los árboles, perfectas para su diminuta estatura. Cuando Abatruc llegó a su habitación, dio las gracias a Gaia por darle una vida tan tranquila y fácil y se tumbó en la cama. De repente la tierra tembló las estanterías cayeron y las ventanas se rompieron. Asustado Abaturc fue a abrazar a su madre cuando el terremoto volvió, el techo se les cayó encima, pero afortunadamente Abartuc se salvó, la tierra se abrió abriendo el paso a demonios y lobos que jadeando soltaban fuego por la boca, mientras los entlings corrían desesperados, Abartuc que aún estaba en su casa cogió a su madre y la arrastró hasta la puerta, él no sabía que ya estaba muerta, Abartuc con su madre en brazos corrió y corrió hasta que ya no pudo más, las piernas le fallaron y sus ojos se cerraron, escapando del fuego y la destrucción, todos murieron, todos menos uno, Abaturc. La fatídica estampida no se quedó mucho tiempo en el, ya que que corrían hacia la ciudad de oro , Arcadia, pero estuvo lo suficiente como para dejar el bosque en llamas y la tierra abierta, lo que antes había sido un bosque antiguo y vivo, ahora solo era un paisaje yermo y desolado, ese año el único cultivo que cosecharon los entlings fue la muerte.
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El mundo de los tres espejos
FantasyEsto es el prometido primer capítulo de otro de los libros que quiero escribir, ya está en proceso el segundo capítulo de honor de hierro y el libro de proyecto, núcleo que subiré aquí pronto, espero que os guste y dejadme saber si he cometido error...