1

2 0 0
                                    

—Recuerden que la exposición es dentro de un mes. La obra debe de ser presentada como mínimo una semana antes —menciona el profesor mientras guardaba sus cosas—. Cualquier duda ya saben dónde encontrarme.

El curso estaba por terminar, dentro de poco estaríamos graduados y sería momento de buscar un empleo o estar de forma independiente. Varios en el aula salían de ella o hablaban sobre el trabajo final, sabía que dentro de poco sentiría presión ante toda aquella situación.

—¿No vienes Ella?

Volteo a ver uno de mis compañeros de clase, había sido la primera persona con la que hablé aquel día. Fue gracias a que nos equivocamos de aula y salimos corriendo para encontrar la correcta.

—Claro, espera a que guarde mis cosas.

—Te ayudo, si no eres capaz de terminarlo hasta mañana.

No pude evitar soltar una pequeña risa al escuchar el comentario de Caleb, siempre sabía cuándo sigo con sueño. En estos cinco años me ha conocido más de lo que me gustaría, según él, es un don que tiene con las personas.

—Gracias por decir que soy lenta para guardar mis cosas.

—No solo en eso, también lo eres para correr.

—Si bueno, no es necesario que lo digas todo el tiempo.

—No, pero lo haré cada vez que pueda —cierra mi mochila y me la da—. Ahora apúrate porque me estoy muriendo de hambre y se que tú también.

Me toma del brazo para que comenzara a caminar a su lado, era una costumbre que tenía cuando le urge ir a comer. O cuando simplemente quiere ir a ver qué es lo que está pasando. Así era nuestra rutina la mayor parte del tiempo, éramos el extrovertido y la introvertida, el mejor equipo que puede existir.

Gracias a Caleb los últimos años habían sido los mejores, era la parte que sentía que me hacía falta. Aunque tuviéramos puntos de vista diferentes siempre nos apoyábamos en nuestras decisiones aunque no estuviéramos de acuerdo al cien por ciento.

Me recorrió un escalofrío tras el abrazo del viento una vez que salimos de la Universidad. No encontrábamos a principios de otoño, por lo que las hojas de los arboles comenzaban a cambiar poco a poco de color y las temperaturas comenzaban a descender.

—Como odio y amo al mismo tiempo el viento —menciona mientras me toma más fuerte del brazo—. Me encanta esta temporada, pero a comparación de haya dentro es mucho más agradable.

—Eso no es lo mismo que decías hace unos meses atrás —me burlo ante su comentario, no podía evitar recordar todas las cosas que decía a inicios de verano—. Te quejabas todo el tiempo del calor “infernal” que hacía todos los días, tanto que los profesores te tenían que advertir por el vocabulario que usabas al decirlo.

—Y no me puedes negar que estaba en lo cierto. Llegábamos recién bañados y era como si hubiéramos corriendo un maratón —hace cara de asco al recordar cómo nos encontrábamos meses atrás—. ¿Cómo puede haber personas a las que les guste el calor?

—El lado buen del calor son las bebidas frías.

—Sí, pero esas las puedes seguir tomando incluso cuando hace frío.

—Pero no se antojan como cuando hace demasiado calor.

—No, pero al menos no se calienta aunque la dejes un segundo en la mesa.

—Te daré la razón solo por eso.

Nos adentramos a una cafetería que se encontraba cerca. Solíamos venir al principio solo porque no sabíamos a donde ir a almorzar, pero final terminó siendo uno de nuestros lugares preferidos. Tanto que aunque no tuviéramos clases veníamos a comprar algo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 09, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Recuerdos de OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora