Entré a mi auto, sintiéndome un poco mal por su aspecto ya que no había tenido tiempo para lavarlo.
Estaba doblando por la esquina, prometiéndome a mi misma hacerlo durante el fin de semana, cuando de repente un golpe acompañado de un estruendo me sacó de mis pensamientos.
Cuando pude recuperarme del shock, mire todas mis extremidades. Estaban ahí.. Suspiré y noté que sólo tenia un pequeño corte en la frente. El dolor no tardó en aparecer.
Escuché a lo lejos un hombre insultando. Bajé del auto preocupada por el otro conductor.
Mis ojos captaron un costoso auto. No sabía de modelos ni esas cosas pero sí era capaz de reconocer un Ferrari. Podías ver tu reflejo en su negra superficie, estaba inmaculadamente cuidado. Claro, a excepción de la parte frontal, que apenas tenía una abolladura en una de sus esquinas.
Giré de golpe hacia mi auto, temiendo lo peor.
- NOOO- grité - mi bebé, mi preciosidad, ¿Qué te han hecho?- exclamé con pesar.
De repente la salud del otro conductor pasó a un segundo plano. Habían destrozado a mi mayor adquisición. Y para colmo la abolladura que el auto contrario tenía quedaba pequeña en comparación de lo que yo me había ganado.
- Lo que pasó es que alguien sin juicio le dio un carnet de conducir a una inepta- giré cuando capte lo que el dueño del Ferrari había dicho.
- ¿Disculpa?- pregunté ofendida.
- Una disculpa no será suficiente ¡mira lo que provocaste!. No deberían dejar que una mujer conduzca, paseándose como si las calles fueran suyas, montada en un esparpajo que debería ser ilegal.
No daba crédito a lo que estaba escuchando. Estaba tan furiosa que no me había fijado en el espectacular espécimen que tenía delante. Medía como dos metros, tenía el cabello completamente oscuro y unos ojos del mismo tono que las aguas griegas. Si mi amiga, Cassie estuviera aquí diría que era un papucho con todas las letras.
- Dime una cosa pedazo de imbécil – traté de controlar mi violencia pero algo me decía que no lo estaba logrando- ¿sabes distinguir colores? Te cuento que si el semáforo está en rojo, significa que tienes que frenar, no acelerar como un auténtico desquiciado.
- El color cambió cuando ya estaba a mitad de la calle, muñeca. Si no estuvieras pensando en corazones y arcoíris lo hubieras notado.
- Muñeca va a ser la que te voy a romper como sigas diciendo idioteces. Las mujeres no manejamos mal ni estamos pensando en idioteces todo el tiempo. Además, fíjate en los daños. No te has llevado ni un cuarto de lo que yo.
- Arreglar esta abolladura es más costoso que dos de la carcacha que manejas. Da igual. No pienso discutir, llego tarde a mi cita. Deja que se encarguen los seguros de auto.
- Pobre del chico que tenga que aguantarte – dije, intentando herir su ego de macho alfa.
- No es de tu incumbencia, pero muchas matarían por salir conmigo. Y cuando digo muchas, hablo de mujeres, nena.- respondió con un guiño. La verdad que lo entiendo, cualquiera querría tener esos ojos cerca.
Me acerqué a mi destrozado auto y tomé una hoja de mi bolso, en la cual anoté todos mis datos.
- Ten. - se la entregué.
- No gracias, no quiero tu número.
- Son mis datos, pedazo de idiota. No conseguirías mi número ni aunque el fin del mundo dependiera de ello.- dije antes de que tomara la hoja.
Me devolví hacia mi auto con la esperanza de que encendiera. Quería llegar a mi casa cuanto antes.
El universo no estaba a mi favor. Cuando noté que el idiota estaba caminando hacia su Ferrari, llamé su atención con bocinazos.
Me bajé y, tragándome el orgullo me acerqué a él. Esperé a que lentamente bajara la ventanilla y hablé.
- No enciende. Mataste a mi bebé y ahora no tengo como volver.
- Entiendo que tengas la necesidad de expresar tus emociones, pero no soy terapeuta.
- Tienes razón. Eres el imbécil que me chocó. Necesito que me lleves a casa. No tengo dinero para un taxi y estoy sin batería en el teléfono.
- Admite que no fue mi culpa y con suerte lo considero.
- Olvídalo- respondí resignada.- ya veré cómo pero me las arreglaré.- dije dando media vuelta.
- Esta bien. Sube.- escuche cuando me aleje un par de metros.
Asentí y tomé rápidamente las cosas que había dejado en el asiento trasero. Antes de subirme al Ferrari, cerré con llaves mi amado auto rojo.
- Mañana mama vendrá a buscarte, mi cielo. Te vas a curar, tú tranquilo.- dije por lo bajo.
Entré y en seguida mi cerebro captó una esencia a menta. Me sentía extraña por subir al auto de un desconocido. Ese sentimiento se esfumó apenas me fijé en aquel interior. La tecnología y comodidad que tenía aquel auto dejaba en ridículo al mío.
- Dime que no lo has cerrado con llave- pidió, burlándose de mi.- no existe una sola persona en esta tierra que quisiera robarse esa cosa.
- Llévame y cierra la boca, que por tu culpa estamos en esta situación.- Dije antes de darle la dirección de mi departamento.
Llegamos en menos de quince minutos. Y eso hubiera estado bien, exceptuando el hecho de que mi casa quedaba a una media hora del lugar.
- Estás desquiciado. Conduces como un desquiciado.- abrí la puerta y casi temblando, bajé- Estás desquiciado.
- De nada- escuché cuando cerré con mas fuerza de la necesaria. Seguía enojada y un poco en shock. No por el choque, sino por quien había sido el causante.
Entré al edificio donde vivía sin creer que existieran personas que parecían talladas por los mismísimos ángeles. Que lástima que no podía decir lo mismo de su actitud.
Estaba en el ascensor cuando de repente recordé a Tyler. Me incomodé por los pensamientos que habían estado cruzando mi mente los últimos minutos. Si mi novio tuviera telepatía en este momento estaría perdiendo la cabeza. Agradecí que no fuera posible.
Me fui directo a mi habitación. Tommy no estaba. Supuse que estaría en una cita con alguna chica de turno.
Mi mejor amigo era un Don Juan. Se la pasaba de chica en chica. Nunca las volvía a llamar, cosa que yo aborrecía completamente. Pero así era él, no iba a cambiar.
Sin cambiarme de ropa me tumbé en la cama. Estaba exhausta. Al demonio el ensayo, lo haría en otro momento.
Apagué la luz del velador antes de caer en un sueño profundo.
Mañana sería otro día. Espero que esta vez, libre de idiotas chocadores de autos.
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Fugitivos del deseo
RomansaA veces los amores incorrectos son la razón perfecta para apostarlo todo y entregarse al destino. ¿Podrá hacerlo Katherine, una joven estudiante de literatura que tiene una vida sencilla y confortable, con buenos amigos y un novio que la quiere? ¿Po...