[ s i e t e ] - No comparto lo que es mío.

11.8K 896 564
                                    

꧁ T O M ꧂

Leni sale del auto con una sonrisa de oreja a oreja, al parecer lo que menos quería era acompañarme a dejar a Monique y la realidad es que yo tampoco quería que me acompañase. Cuando Leni está en casa y veo la puerta principal cerrarse, giro la mitad de mi torso sólo para ver a Monique con una media sonrisa y un claro objetivo: hacerme perder la paciencia.

—Ven al frente —ordeno con voz áspera, ella no espera ni un segundo para obedecerme y después de un parpadeo la tengo sentada en el asiento del copiloto—. Y ponte el cinturón.

—No creo que sepa lo mucho que me gusta cuando me da órdenes, señor Kaulitz.

La ignoro. Tengo los músculos tensos y hay un fuego que poco a poco consume cada parte de mí. Mi cuerpo, mi cerebro, mi cordura. Por fin conozco al dichoso Elliot y resultó ser más que solo un adolescente inmaduro, es un maldito imbécil insistente. La forma en que tocó a Monique, su mirada, sus malditas agallas para ponerse de pie frente a mi auto y declarar que no era asunto mío. Bueno, desde hoy, Monique es asunto mío.
No me doy cuenta del tiempo, simplemente conduzco en el camino que Leni me mostró la última vez y Monique permanece en silencio el tiempo necesario como para que logre controlar mi temperamento y las emociones negativas que su amigo me provocó.

—¿Hay algo que le moleste? —pregunta, por la sonrisa y expresión conocedora que lleva me confirma que ella ya sabe exactamente lo que me pasa, pero aún así me va a hacer decirlo—. Desde que salimos de la escuela parece algo inquieto.

—¿Hace cuánto lleva insistiendo ese niño en que salgas con él? —no puedo evitar la pregunta, porque hasta ahora no me ha dejado tranquilo pensar que pudo haberla estado molestando todo este tiempo. Eso es lo que interpreté por el cansancio en su voz al decirle que se fuera.

—Oh, así que era eso —una risita divertida escapa de sus exuberantes labios—. Todo comenzó hoy. Suerte para mí que estaba usted para cuidarme. Hablando de eso, ¿cómo se le ocurrió que amenazarlo con el auto sería buena idea? Los padres de Elliot son muy exagerados cuando se trata de la seguridad de su pequeño retoño.

—Si no hubiéramos estado frente a un colegio lo hubiese arrollado.

Monique vuelve a reír y envía una corriente de reacciones a varias partes de mi cuerpo —No cometa una locura, señor Kaulitz. No me gustaría tener que ir a visitarlo hasta la cárcel, dicen que esos lugares son fríos y húmedos.

Húmedos. Podría haber sido una simple palabra, pero el tono sugerente que utilizó me dice que busca la forma de que nuestra charla vaya en otra dirección y no estoy de humor ahora.

—No quiero que vuelvas a hablar con él —dictamino sin lugar a discusión, no puedo ver cómo lo toma porque estoy conduciendo, pero sí escucho un suspiro pesado de su parte.

—¿Ya estamos poniendo reglas? Fascinante —escucho el cuero del auto crujir por el brusco movimiento de Monique, le doy una rápida mirada y ahora está sentada de lado con las piernas cruzadas y su mano izquierda recargada en el respaldo de mi asiento—. Yo también quiero poner una regla para usted. Tiene prohibido volver a tocar a su esposa.

Ahora soy yo quien se ríe —Imposible. Es mi esposa.

—Bueno, si a mí no me importa compartirlo con alguien más —su mano derecha, la que tiene completamente libre, se posiciona sobre mi rodilla con delicadeza logrando que la mire con una advertencia clara en los ojos. Que no me toque—. A usted no debería importarle compartirme con otro chico. No debemos ser imparciales.

Mozzafiato. 「𝐭𝐨𝐦 𝐤𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora