Capítulo XII: Rompiéndose en mil pedazos

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Sólo gritos... Sólo se oían gritos.
Me asomé al gran ventanal.... Había gente corriendo, perseguida por otra, el jardín comenzaba arder. Al ver esa escena volvió a mi cabeza esa escena del techo.
Alguien disparó contra el ventanal, rompiéndolo en mil pedazos que cayeron todos encima de mi.
Corriendo me aparté y caí al suelo. No sé si tengo posibilidad de algo, me habían dicho que este palacio tenía pasadizos secretos.
Comencé a buscar por la pared algún pasadizo raro, y al parecer no encontré nada... Hasta que encontré una estantería en medio de la pared
Con todas mis fuerzas empujé la enorme estantería, haciendo que todos los libros cayeran al suelo y la estantería con estos. Justo detrás apareció una puerta madera en la que ponía " Capilla y Salón Espejos " y después otra en la que estaba escrito " Techo y Balconada "
Al ver eso, di una patada a la puerta haciéndola un agujero por el cual me colé.
En ese mismo momento, en la puerta de la habitación se empezaron a escuchar golpes y gritos:
- ¡Abrir!¡Aquí hay alguien!
- ¡Empujar!
Asustada moví la estantería dejándola más o menos colocada y cerré la puerta.
Bajé corriendo unas escaleras de piedra. Todo estaba oscuro hasta llegar a otra puerta, que al parecer estaba totalmente oscura, menos una pequeña rendija que dejaba entrar la luz en medio de la oscuridad. En esta ocasión la puerta estaba abierta. 
Al entrar el silencio invadió la Capilla.
El pasadizo llevaba a los balcones superiores de esta. De repente pisé algo que se encontraba en el suelo y la gente me vio.
- ¡Mirad a aquella chica! 
- ¡Cogedla!
Comencé a correr mientras subían por unas escaleras hasta donde me encontraba, mientras tanto desde abajo, intentaban dispararme.
Corriendo me agaché y alguien disparó a la vidriera de la capilla, haciendo que todo se rompiera. 
En ese momento, el grupo de revolucionarios llegó a lo alto de donde yo me encontraba.
Se acercaban a mi lentamente.
- Estúpida ricachona, ahora vas a sufrir las consecuencias.
Sin decir, nada me dirigí corriendo hacia el ventanal que se había roto y  salté, la capilla daba a un patio interior muy pequeño. Sin fuerzas me acerqué a la puerta más próxima que estaba abierta, cuando de pronto dos mujeres y tres hombres me apuntaron con una pistola.
Yo me quedé de piedra. De repente, uno de los hombres cargó la pistola y presionó el gatillo, y un disparo sonó.


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