Prólogo

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Siento un dolor de cabeza terrible, ¿dónde estoy? ¿Qué ha pasado? Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando, al abrir los ojos, no veo otra cosa que oscuridad. ¿No puedo ver nada? Además de eso, me siento encerrada. Puedo sentir que mis brazos sin aprisionados por lo que aparentemente sin dos paredes, aún así, no están lo suficientemente recluidos como para no poder moverlos. Lentamente, levanto mi mano y compruebo el angosto lugar en el que me encuentro encerrada. Puedo sentir el frío metal de la "pared" frente a mí, dos a cada lado y supongo que ya es obvio el suponer que también hay una justo igual detrás. Mi pequeña investigación me permitió descubrir la existencia de pequeñas aberturas horizontales en la pared frontal, desgraciadamente, no puedo ver a través de ellas siendo que mi estatura no lo permite. Pequeños rayos de luz se filtran a través de las mismas. Puedo percibir un silencio sepulcral del otro lado. Bien, ¿cómo debería intentar salir de acá? Es probable que la persona o grupo de personas que me hayan puesto en esta situación se encuentren del otro lado de este cubículo metálico, esperando el momento en que salga para hacer de las suyas... Pero con el silencio que inunda el lugar, hasta eso se me hace dudoso.

Aún con mis dudas sobre mis propias acciones, colocó ambas manos contra la pared frontal y la empujó con toda la fuerza que mi cuerpo puede proveerme al haber despertado no hace mucho. La pared, o mejor dicho, la puerta, cedió con mucha facilidad, tanto que casi termino estampando mi cara en el suelo. Inmediatamente levantó la guardia y examinó mis alrededores. No parece haber nadie más por aquí, el salón en el que me encuentro está totalmente abandonado. Una pizarra de aspecto curioso yace en la pared contraria a mi ubicación, no muy lejos se puede ver una pantalla con varios altavoces, los útiles del salón no parecen haber recibido uso en muy largo tiempo y el suelo parece haber tenido días mejores desde que se puede ver maleza y demás hierbas creciendo por aquí y allá. A mí espalda puedo ver el casillero del cual he salido, no parece ser el único, pues otros dos también son visibles, y abiertos, además. No puedo evitar preguntarme si alguien más salió de ellos o solamente el mío se encontraba cerrado desde que yo estaba dentro, y encerrada. Inspeccionando un poco más puedo apreciar el cómo las ventanas del salón parecen estar bloqueadas por alambres con púas que a leguas gritan: No te acerques. ¿Acaso esta escuela fue clausurada o algo así? ¿Es un edificio abandonado? En dirección contraria a las ventanas está la puerta que presumiblemente me llevará fuera de este salón maltrecho.

Antes de decidir campar a mis anchas fuera del salón, decido revisar mi cuerpo en busca de heridas, ataduras o algo de aspecto sospechoso que pueda estar llevando. Empezando por mis largas medias blancas, sujetas por pequeños cinturones a la altura media de los muslos y continuando con mis deportivas también blancas y de suela oscura. Nada sospechoso. Mis shorts negros y cinturón blanco tampoco parecen contener nada, ni siquiera en sus bolsillos. La pequeña camisa de marinera, blanca, con una única franja gris en la parte baja, corta y adornada con su respectiva cinta de color [c/f], tampoco parecen tener nada extraño, no hay nada que ocultar en ella después de todo. La camisa negra de largas mangas que uso debajo tampoco tiene nada que ocultar, lo hubiese notado debido a lo ajustada que es. Por último revisé mi gorro. Una pequeña boina de marinera con dos moños de cinta a cada lado, blanca y de base [c/f]. Tampoco tiene algo sospechoso. Solo queda la bolsa que acabo de encontrar dentro del casillero mientras me revisaba. No hace falta decir que también me pertenece, mi firma será bordada en un costado.

La bolsa es de color [c/f], algo opaco y de escasos compartimentos. No es muy grande ni muy pequeña y cuenta con un asa fina y larga. Diría que su diseño más bien asemeja una riñonera, o por lo menos, así suelo usarla yo. En su interior encuentro lo tan sospechoso que estaba buscando: hay un objeto plano, aparentemente una tablet desconocida. Con todo el cuidado del mundo procedo a sacarla de mi bolsa y la examino cuidadosamente, no parece ser peligroso. Encenderla tampoco me cuesta demasiado. La pantalla muestra mi nombre y talento y acto seguido me deja ver las distintas variedades de información que parece poseer. Me tomaré mi tiempo para sustraer la información de este artilugio cuando decida si este sitio es seguro o no. Coloco la tablet con sumo cuidado dentro del bolso, cuidando de no estorbar las demás cosas que se encuentran en su interior: un pequeño set de ganzúas, ganchos, pequeños carretes de hilos transparentes... Ah, aquí están, temía que alguien los hubiese tomado. Justo en el fondo se encuentran mis más preciadas herramientas, un par de pequeños lanzadores manuales, muy fáciles de usar si tienes la precisión requerida. ¿Para qué querría yo los carretes de hilo y los ganchos si no tengo sus lanzadores? Una vez comprobé que todo estaba en su sitio, me coloqué la bolsa debidamente y me encaminé a la puerta que daba salida de aquel salón desastroso. Arrimé mi oído a la puerta, pero no se escuchaba absolutamente nada del otro lado. Con toda precaución, procedí a abrir la puerta, del otro lado me esperaba un pasillo tan maltrecho como el salón del que acababa de salir. Maleza y hierbas por aquí y allá.

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