Capitulo 7
Kachiri estaba enfadada con ella. La doncella lo ocultó bien, sin embargo, Isabella sabía por propia experiencia qué significaba la tensa línea que formaban sus labios.
¿Cuántas veces había hecho ella lo mismo mientras atendía a Sue? Kachiri reprimía las palabras con las que deseaba sermonear a Isabella. Cumplió con sus deberes a la perfección, pero sin las cordiales bromas con las que la había entretenido aquella misma noche.
Había poco que hacer después de quitarle el vestido a Isabella y haberlo colgado, así que la doncella se acercó a ella con un cepillo de plata para peinarla. La joven la escuchó tomar una tensa inspiración cuando empezó a desenredar su pelo.
-Milord adorará vuestro cabello.
El cepillo se deslizó por los mechones que le llegaban hasta la cintura. Isabella rara vez se lo dejaba suelto. En su hogar sólo lo llevaban así las niñas, y ella hacía tiempo que había dejado de serlo cuando llegó el momento de ganarse el sustento en la cocina.
Unas trenzas bien apretadas eran mucho más prácticas. Además, las sirvientas de Swan llevaban cofias de lino para evitar mancharse el pelo con harina, y el hecho de sujetar las trenzas sobre la cabeza evitaba que se chamuscaran las puntas cuando se inclinaban para atizar el fuego.
-Milord es un buen hombre.
Isabella suspiró, sin saber qué creer ya. ¿Verdaderamente había dejado Swan sólo tres días antes? Parecía que había pasado mucho más tiempo.
-Si vuestra madre estuviera aquí, seguramente os explicaría lo recelosos que pueden llegar a ser los hombres cuando piensan en sus esposas. -Kachiri guardó silencio durante un largo momento antes de seguir hablando-. No deberíais enfadaros por lo que os ha dicho. Sólo demuestra cuánto valora su honor. No es algo que sienta que es necesario con una amante. Es un cumplido y os pone por encima de las mujeres que ha habido en su pasado.
-¿Debería arriesgarme a que él dude de la legitimidad de nuestro primer hijo? ¿Preguntándose si ya lo llevaba en mi seno antes de que me conociera?
-El Laird de los Cullen no haría una cosa así. -Había cierta aspereza en su tono ahora-. Por otra parte, el examen de Carmen ha dejado claro que no estáis embarazada.
-Él duda de mi virginidad. Kachiri dejó de peinarla. Se colocó delante de ella y le dedicó una firme mirada que le recordó mucho a la de su madre.
-Acudid a su lecho y demostradle que sus dudas no tienen sentido. El orgullo es una pobre compañía una vez se cierran los cortinajes del lecho.
Isabella reprimió el anhelo de hacer exactamente eso. Kachiri lo percibió y suspiró exasperada. Finalmente, le hizo una reverencia e hizo ademán de marcharse.
-Buenas noches entonces, milady.
-Gracias, Kachiri.
La doncella vaciló antes de irse y se volvió para mirar a Isabella una última vez. Al cabo de unos segundos, inclinó la cabeza y abandonó la estancia. El chisporroteo del fuego mortecino sonó, de repente, con fuerza. El calor calentó las mejillas de Isabella mientras su cabello se movía suavemente alrededor de los hombros. No estaba acostumbrada a que la mimaran y tampoco había tenido tiempo para la vanidad. Pero ahora, su piel era suave al tacto debido al baño y parecía incluso resplandecer a la luz del fuego.
Eso es lo que se espera en una novia de sangre noble... Sin embargo, ella había rechazado a su esposo.
Los cortinajes de la cama estaban abiertos en los laterales para atrapar y mantener el calor. Alargó una mano y acarició con los dedos una de las gruesas telas. Era un lujo que nunca había esperado disfrutar. Incómoda, se recostó contra los almohadones y pasó la mano por la sábana comprobando su suavidad.
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La Impostora
RomansaEdward Cullen es conde, pero sólo de nombre. Para asegurar el futuro de su clan necesita una esposa inglesa. Jessica Stanley, hija del conde de Swan, será perfecta. No la ha visto en su vida, pero, ¿qué importancia tiene? Al final calentará su cama...