Parte 8

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Capitulo 8

No llevaba bien la inactividad.

Antes del mediodía, se encontraba ya paseando nerviosa y deseosa de tener algo en lo que entretenerse. Todas las doncellas del castillo parecían resueltas a alimentarla hasta hacerla estallar.

Las bienintencionadas sirvientas le traían bandejas presentadas para complacer no sólo el paladar, sino también la vista, y le costaba rechazarlas sin siquiera haber probado los platos. Lady Jessica estaba lo bastante consentida como para hacer añicos el esfuerzo de otros sin que le importara lo más mínimo. Sin embargo, Isabella sabía lo que era calentar una plancha en las brasas. Ella misma había hecho desaparecer a menudo las arrugas de las mantelerías que se colocaban sobre las bandejas destinadas a la mesa principal en el castillo de su padre.

Tenía que hacerse con extremo cuidado para que el hollín no manchara el fino tejido. Y se había quemado los dedos unas cuantas veces cuando el trapo que envolvía el mango de la plancha se había escurrido o era demasiado fino.

Le dolía rechazar lo que le ofrecían, pero el corsé empezaba a apretarle demasiado como para poder soportarlo.

De pronto, se encontró en el corredor con otra doncella con la cabeza inclinada.

Estuviese viviendo un engaño o no, estaba cansada de actuar de forma contraria a su naturaleza.

-Creo que es hora de que conozca a la cocinera -dijo dirigiéndose a la doncella.

-La haré venir inmediatamente, milady -respondió la aludida con otra reverencia.

-Oh, no. Seguramente estará ocupada preparando la cena. Te seguiré hasta la cocina.

La chica pareció insegura y sus dientes mordieron nerviosamente el labio inferior, pero Isabella se mantuvo firme. Sólo la mención de la cocina había hecho que sus pensamientos se pusieran en marcha.

Sí, se había acabado lo de mantenerse ociosa.

No podía ser Jessica ni actuar como lo haría su hermanastra. Era mucho mejor ser ella misma. Al menos, de ese modo, no estaría cometiendo errores continuamente.

-¿Cuál es tu nombre? -le preguntó a la doncella.

-Leah, milady. Os saludé esta mañana.

-Ah, sí. Ahora recuerdo. ¿Por qué no vamos ya hacia la cocina? Es hora de trabajar ahora que ya hemos cumplido con todas las tradiciones que conlleva el matrimonio.

Leah le sonrió abiertamente, aprobando claramente su filosofía de trabajo.

-No sabíamos exactamente qué podríais esperar de nosotros...-La doncella vaciló y cerró la boca deteniéndose a mitad de frase.

-Supongo que te refieres a que soy inglesa. -Era un hecho.

Inglaterra y Escocia se unirían después de la muerte de la reina y la historia de los dos países cambiaría para siempre. Algunos cuestionaban la decisión de Elizabeth Tudor de no casarse, pero Isabella veía el beneficio de ello. ¿Acaso la paz no compensaba el hecho de que una mujer se quedara soltera? Había sido una de las mejores monarcas de la historia y había favorecido el crecimiento económico.

¿Quién podría asegurar que Elizabeth no hubiera decidido hacía mucho tiempo que quedarse soltera era el camino para un futuro mejor para su pueblo? La reina a menudo había dicho que estaba casada con sus súbditos e Isabella podía ver la sabiduría de esas palabras.

Leah y ella atravesaron el salón circular donde habían cenado la noche anterior. Las mesas estaban vacías y el suelo totalmente limpio. El aroma de comida asándose les llegó desde la cocina, una construcción a espaldas de la torre con el techo inclinado.

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