Butterflies in a Blue Paradise

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La sirena de la ambulancia presagiaba que aquel picnic tendría un mal final

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La sirena de la ambulancia presagiaba que aquel picnic tendría un mal final. Pero cómo le explicas aquello a una niña de siete años.

—¿Por qué no nos dejan entrar?

La inocente pregunta de America fue recibida con una sonrisa indulgente por parte del médico de turno esa tarde.

—Cuando seas mayor podrás esperar en la sala. Ahora quédate con tu papá.

—Él no es papá. Solo es Vernon el vecino.

El médico no pudo evitar reparar en aquellos vivaces ojos azules. No podría engañar aquella niñita por mucho que la Psicología y los años en el área de Urgencias desearan pesar a su favor.

—America, deja al doctor hacer su trabajo. Te aseguro que de esa manera mamá estará de vuelta pronto.

La castaña le dedicó una mirada dubitativa al que había etiquetado como su vecino. El otro adulto en aquella escena no pudo contenerse. La niña tenía el brillo de la curiosidad plasmado en todo su rostro.

—Hagamos algo. Tengo un hijo de la misma edad y en estos momentos debe estar montando un desastre en la guardería de la segunda planta. Puede llevar a la niña allí mientras nos encargamos de su madre.

El adulto al pendiente de America pareció meditar más aquella invitación mientras la niña se entretenía con el estetoscopio del doctor.

—Qué remedio. Más vale que te portes bien, Rica, o a mamá le costará más dejar el hospital.

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