Todo temblaba.

Salté de la cama y llamé a gritos a Dangerdoll, aunque sabía que tras otra noche en "La libélula de piedra" habría vuelto a Wolfsmith Manor con, al menos, un amante y varios litros de yumi en su cuerpo como para escucharme. Los temblores venían del sótano, del lugar donde estaba la Puerta. Temí lo peor y bajé de tres en tres los escalones. Entré en la habitación que había vaciado en aras de ser tapiada en un futuro.

Un fogonazo llenó la habitación. Olor a hierro quemado inundó todo. Recuperé la visión unos segundos más tarde para ver, en el centro, una esfera de luz que se apagaba dando paso a una figura encorvada, arrodillada. Se puso de pie no sin dificultades. Era una persona, confusa. No tendría más de catorce o dieciséis años. Era una muchacha con un peinado extraño, los laterales de su cabeza estaban rapados y el pelo superior peinado hacia atrás con gran volumen en la parte delantera. Vestía unos pantalones de lona azul, unos zapatos raros, blancos en la suela y negros en el resto con una estrella cerca del tobillo y una camisola azul con mangas a medio brazo con lo que me pareció una S estilizada en un pentágono deforme.

--¿Qué hostias acaba de pasar? –dijo la recién llegada, mirando todo con curiosidad y una pizca de miedo, deduje.

--Joven, no voy a consentir que maldigas en mi presencia, --fue mi primera frase y me recordó a mis tiempos como profesora en Londres. –Estás en Wolfsmith Manor y...

--¡Joder! ¡Eres la abuela Susana!

--¿Perdón? Si me conoces sabrás que yo nunca he tenido... --No me dejó terminar. La chica se abrazó a mí y comenzó a llorar y a reírse. --¡Eh! Eh... No te preocupes, todo está bien --acerté a decir. –Pero mi nombre es Susanne.

--Sí, cojones, –era muy mal hablada, obvio que no había recibido una educación formal—pero en casa eras la abuela Susana, siempre hablábamos de la loca que se fue de viaje y nunca volvió. Una leyenda, ¿vale?

La separé un poco y la miré. El parecido con mi padre, Robert Wolfsmith, sobre todo en la sonrisa socarrona, era innegable aunque en una versión femenina y poco británica. Su acento me recordó al de las colonias.

--¿Eres de las colonias? –acerté a preguntar aún confusa y mirando a aquella chiquilla, más alta que yo, que sonreía, lloraba, se sorbía los mocos sin ningún decoro y, lo peor, me llamaba "abuela".

Soltó una carcajada y miró en derredor, asintiendo.

--Funcionó. Al final, puto funcionó. Puto loco de los cojones, como en esa película antigua... Sí, soy de tus jodidas colonias, aunque ahora somos algo más que el puto Imperio Británico de lo huevos.

--Por favor, tu lenguaje...

--Sí, sí. Perdona, "abu". Estoy en el jodido Londres, ¿verdad? ¿En el principio del puto siglo XX?

¿Me acaba de llamar "abu" una jovencita extraña? Me indigné sin tener en cuenta lo extraño de su aparición.

--Vamos a ver, muchacha. ¿Quién eres y de dónde has venido?

--Soy Bobbi Smith y vengo del siglo XXI, abuela.

Eché de menos a Raffaello para sujetarme.

Por fortuna Dangerdoll se había despertado y me agarró antes de que me desvaneciese.

--Esto empieza a ser un clásico, Susanne –me dijo.

--Esta chica dice...

--¡El hada! ¡Tú eres el hada de pelo azul! –gritó feliz y con grandes aspavientos la recién llegada. --¡La jodida y única Peligrosanilla!

Dangerdoll me dejó suavemente en el suelo y, con una diferencia en contra de casi diez pulgadas, se puso de puntillas y se encaró a la chica.

--Sí, soy Dangerdoll y no sé quién eres tú o qué me has llamado, pero me da igual –sacó un cuchillo de su camisón y lo puso contra el cuello de la visitante mientras la empujaba a la pared.

--Oh, oh, oh... Vale, vale. Sin malos rollos, tía.

--Necesito una copa –dije.

--Es lo más sensato que he escuchado en la última hora. –Asentía el hada que soltó la presa sabiendo que la jovencita que clamaba ser del futuro, era inofensiva.

--¿Tenéis Coca-cola? ¿Se ha inventado ya? –Preguntó la muchacha. –Un whisky con cola me vendría bien.

--¿Qué demonios es eso y qué clase de descendencia vas a dejar, Susanne? –me preguntó Dangerdoll que parecía divertirse con todo el asunto. –Tú, rara, arriba. No sé si tenemos eso, pero whisky seguro.

--¡Yumbo ve li! –gritó mi supuesta nieta.

Dangerdoll y yo soltamos sendas carcajadas. Era de mi familia, estaba claro. Intentaba hablar faérico pero no tenía ni idea.

--Espera a escuchar sus armónicos –me susurró, cómplice, Dangerdoll...

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⏰ Última actualización: Jul 09, 2023 ⏰

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