— ¿Estás listo? —.
Ese día, luego de meses de pensar en su siguiente movimiento y de ordenar papeleo, de ver los pros y los contras, de replantearse la idea una y otra vez, ahí se encontraban. Frente a ellos estaba un edificio de colores grisáceos y blancos.
Un orfanato.
— Sí, estoy listo — Confirmó con seguridad, más el nerviosismo se veía en su mirada y sonrisa.
Karma le sonrió de la misma manera, su mente llena de dudas, pero también de grandes espectativas hacía lo que podría ser un buen futuro para ellos.
Esperaba que todo saliera bien ese día.
De esa forma, ambos adultos entraron al orfanato, Karma abriendo la puerta para dejar pasar a Gakushū. Fueron recibidos por una de las cuidadoras, que luego de explicar algunas cosas y de intercambiar palabras, los llevó al área donde se encontraban los niños, al menos una parte de ellos.
Había personas de diferentes edades, tanto bebés como niños grandes, incluso adolescentes que en unos años más probablemente saldrían de ese lugar.
Algunos jugaban con juguetes, como pelotas o carritos –algunos con sonajas, mantas de seguridad, etc–, niños más grandes ya se encontraban con balones de fútbol, bates y otras cosas, mientras que los adolescentes estaban simplemente existiendo en el lugar, entretenidos por sus propias conversaciones o leyendo algo.
En el lugar también se encontraban otras parejas, que ya estaban interactuando con algunos niños, seguramente menores a 10 años.
— ¿Qué opinas, Gakushū, querido? — Karma le cuestionó a su pareja.
— Hm... no lo sé — Gakushū murmuró, observando a los infantes con inseguridad — ¿Y si ninguno nos acepta?, ¿qué tal sí ninguno quiere hablar con nosotros? — Interrogó con nerviosismo y temor.
— Violett, tranquilo, no te preocupes — Karma apoyó su mano en el hombro de Gakushū — Sé que al menos uno de ellos lo hará — Sonrió suavemente — Venga, hay más niños por acá. Nos acercaremos con quién más te sientas seguro —.
El mayor asintió en silencio, siguiendo por detrás a su pareja mientras se dirigían a la habitación de al lado, donde había más niños.
Gakushū nunca pensó que con el simple hecho de entrar a ese orfanato y ver a todos los niños le traería bastantes inseguridades, que hasta el momento, él ni siquiera estaba consciente que tenía.
— ¿Qué tal ese niño, querido? — Karma cuestionó, apuntando a un niño de no más de 7 años, que estaba sentando en una pequeña silla de color azul, con un cuento en sus manos.
— Uh... no sé... —
— ¿Y que tal él? — Ahora apuntó a un niño de 3 años, que estaba sentado en el suelo mientras jugaba con un carrito de madera.
— No sé... —.
— Hm, bueno... ¿y ella? — Dirigió su mirada a una pequeña niña, quizás menor de 8 años, que se encontraba sentada en una mesa mientras dibujaba con crayones.
— No lo sé — Su voz salió cansado, un poco desesperado.
Realmente no se sentía seguro con ninguno de los infantes presentes.
Alguno que otro cuidador o cuidadora se acercaron a ellos, tratando de ayudarles un poco ante las dudas que tenían. Les presentaban a algunos niños, también a veces, dando un breve resumen de lo que pudo haber sido de la vida del niño antes de llegar al orfanato.
Y ninguno los convencía.
No importaba el género o la edad que tuvieran, simplemente... no conectaban con ninguno.
— ¿Y... qué tal ellos? —.
Gakushū volteó a ver a su pareja tan sólo escuchó el cambió de voz, viendo como su marido se encontraba observando a dos niños que parecían ser mellizos.
Un niño y una niña.
Los dos infantes tenían cabello de un color azul muy oscuro, perfectamente lo podrían haber identificado como negro bajo otro tipo de luz. Sus ojos eran de color azul perlado, que hacía contraste con el color de su cabello.
El niño tenía el cabello un poco largo, llegándole a rozar los hombros. La niña por otro lado, parecía tener el cabello unos centímetros por debajo de su cintura. Ambos con un flequillo que cubría casi ⅔ de sus rostros, apenas dejando ver sus ojos.
Su piel era pálida, casi del mismo color que la nieve. Los dos con facciones finas que se asemejaban a una muñeca de porcelana.
De sus ropajes podían decir que vestían casi lo mismo: unos shorts de color café claro, y una camisa grande de color negro, la única diferencia era que la camina de la niña tenía un estampado de una hoja en color dorado.
Los dos se encontraban en una esquina de la habitación, sus espaldas recargadas contra la pared, y sus rodillas a la altura de su pecho. La niña tenía en sus manos un libro infantil, mientras que él niño únicamente tenía un pequeño vaso de color rojo, el cual sacudía suavemente mientras de reojo observaba el libro.
Ambos perdidos en su propio mundo, ignorando a los dos adultos que los veían fijamente.
Los miraron con intriga y curiosidad creciente, algo les llamaba la atención de esos niños, muy seguramente hermanos. Desde su aspecto delicado a sombrío, llegando a su soledad en aquella habitación, donde todos los niños jugaban entre ellos.
Ese sentimiento que ellos alguna vez conocieron en sus infancias.
Uno por temor, otro por su falta de comprensión.
La soledad.
Se acercaron a dos de los cuidadores que se encontraban en la habitación por su recorrido de rutina, preguntando por aquellos dos infantes.
— Oh, ¿ellos? — El cuidador sonrió — Sus nombres son Ciel y Océane, son mellizos. Su edad aproximada es de nueve años —.
— Cielo y Océano —.
— No sabemos sus apellidos debido a que se encontraban en situación de calle antes de ser traídos aquí, pero a lo que nos concierte, debieron de tener algún familiar francés para su conocimiento sobre esa lengua, aunque sea un poco — Explicó el otro cuidador con tranquilidad.
— Han estado con nosotros desde que tienen cinco años, por lo que se han adaptado a nuestro idioma mejor de lo que esperamos, aunque mayormente suelen comunicarse con señas. Hasta el momento su interacción con los demás niños del orfanato es casi nula más que algunas veces que necesiten ayuda para algo —.
— ¿Necesitan algo más? — Ladeó la cabeza.
— Entendemos, gracias por la explicación — Gakushū agradeció con una ligera sonrisa.
Luego de un intercambio de palabras entre ellos y los dos cuidadores, estos últimos se retiraron para atender a otra pareja que estaba en el lugar.
— ¿Y qué dices, Gakushū? — Karma cuestionó, mirando a su pareja.
— Realmente no sé qué decirte, pero... siento que quiero hablar con ellos — Miró con duda al menor.
— Igual yo... ¿nos acercamos? —.
— ¿Crees que estaría bien hacerlo?, ¿qué pasa si los incomodamos? — Preguntó nuevamente, con nervios de siquiera pensar que esos niños no los quisieran ni lejos.
No quería ver su rechazo.
— Bueno... habrá que intentar —.
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Amor en la oscuridad
FanfictionTodos tienen una historia de la cual nunca hablan, y Karma tenía una