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𝔍𝔲𝔢𝔳𝔢𝔰 1 𝔡𝔢 𝔄𝔟𝔯𝔦𝔩
ℌ𝔬𝔯𝔞: 𝔇𝔢𝔰𝔠𝔬𝔫𝔬𝔠𝔦𝔡𝔞
𝔔𝔲𝔢𝔯𝔦𝔡𝔬 𝔡𝔦𝔞𝔯𝔦𝔬,
Me siento tan frágil, como una hoja a merced del viento. Sally recientemente me ha dicho que dar a luz está debilitando mucho mi cuerpo, pero nunca imaginé cuánta debilidad provocaría. A duras penas encuentro fuerza para mover mi pluma sobre el papel, una vez más me encuentro prisionera en este desalmado laboratorio, confinada en este maldito crisol de miseria.
El bebé duerme en paz, imperturbable en su inocencia, mientras yo aún lucho por procesar e internalizar la drástica transformación de las últimas horas. Apenas puedo creerlo. Apenas ayer, por Dios, cuando apenas se insinuaba una pequeña curvatura en mi abdomen, y ahora, ahora la criatura está ahí, durmiendo con esa contagiosa serenidad.
Me resisto a permanecer en la camilla improvisada que Sally armó en un intento de hacer más confortable la crudeza de nuestro entorno. Pero al intentar caminar, mis rodillas ceden. Me parece inimaginable que no pueda ni siquiera levantarme. Me arrastro con esfuerzo y determinación hacia la cuna donde descansa mi bebé, y me incorporo torpemente. Mis piernas tiemblan, como una cría de cervatillo aprendiendo a caminar, y entonces le veo. Le veo en toda su plenitud, a mi niño.
Duerme con una tranquilidad envidiable, su cabello, un rubio cenizo que tanto recuerda al de su padre, parece brillar incluso en la penumbra del laboratorio. Aún no tengo la fortuna de ver sus ojos abrirse, pero gracias a algún milagro implícito, se muestra sano y ajeno al más mínimo padecimiento.
Mi mano se tiembla cuando se acerca a él, como si temiera que mi solo tacto lo rompiera. Acaricio con cautela su cabecita, ese contacto inmediatamente dibuja en mi rostro una sonrisa que no se siente mía.
Mis lágrimas brotan y caen sobre el rostro de mi pequeño; me apresuro a secarlas y aún con la emoción a flor de piel, mi mano retoma su danza sobre él. Esa pequeña muestra de afecto me deja exhausta y vuelvo a la camilla, como si todo el esfuerzo realizado para arribar hasta él hubiera consumido mis últimas energías.
En ese estado de desgaste extremo, me siento aplastada, como si hubiera sido objeto del arrebato de una manada de bestias enloquecidas.
La visión de mi reflejo en uno de los espejos del laboratorio me aturde. Veo su furia descontrolada mientras golpea el espejo salvajemente, su mirada fija e intensa clavada en la cuna donde yace mi bebé inocente. Ella está gritando, pero no le presto importancia.
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𝕽𝖊𝖑𝖆𝖙𝖔𝖘 𝖊𝖓 𝖙𝖎𝖓𝖙𝖆 𝖗𝖔𝖏𝖆
FanfictionToda persona tiene un punto de quiebre, estén consientes de ello o no. Un punto en el que son expuestos a tanto estrés que se doblan demasiado y se rompen... "-No estoy loca..." "-Todo lo hice por ti..." "-Fue una prueba de amor..." +21