VI: entrenamiento pesado

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Ahí estaba yo.

Acostada, bajo el cielo sin nubes, el sol del invierno como un martillo sobre la cabeza, nada alrededor, nada excepto roca, Feyre y Cassian. Ahí estaba yo, sí.

Tal vez Cassian había sido puras sonrisas pedantes y vulgaridad en la noche pero a la tarde siguiente, en el ruedo de entrenamiento, un patio cavado en la roca sobre la Casa del Viento, era un asesino frío como la piedra.

Feyre tenía la piel cubierta de sudor a pesar de la baja temperatura. Y sus brazos temblaban tanto que cuando trataba de usar los dedos, el más chico empezaba a moverse, estaba mirándolo sacudirse por voluntad propia cuando Cassian cerró el espacio que había entre los dos, tomó su mano y dijo:

— Eso es porque estás golpeando en los nudillos equivocados. Los dos primeros, el dedo índice y el anular..., ahí es donde tienen que llegar los puñetazos. Aquí —y apoyó un dedo lleno de callos en el espacio entre el dedo meñique y el anular, donde la piel ya estaba amoratada— te va a hacer más daño que a tu oponente. Tienes suerte de que el Attor no haya querido provocarte a una pelea con puños.

Hacía ya una hora que estaban en eso, revisando los pasos básicos del combate frente a frente. Y Feyre era patética usando su lado izquierdo. Le faltaba tanta coordinación como a un recién nacido que intentara caminar. Golpear y bailar al mismo tiempo con el lado izquierdo del cuerpo era casi imposible y había tropezado con Cassian con mayor frecuencia de la que había logrado golpearlo. Los golpes con la derecha, los hacía con una soltura natural.

—Toma un trago —dijo él—. Después vamos a trabajar en tu núcleo. No tiene sentido aprender a pegar si ni siquiera sabes mantenerte de pie.

Yo fruncí el ceño: un sonido de hojas en el ring abierto que teníamos frente a nosotros.

Sorprendentemente, Azriel había vuelto del reino de los mortales para el mediodía. Mor lo había interceptado primero, pero yo había recibido un informe bajo la mesa de boca de Feyre: Azriel había encontrado una especie de barrera alrededor del palacio de las reinas y había tenido que volver a la Corte Noche; necesitaba pensar qué hacer al respecto.

Pensarlo... y considerarlo, según parecía, porque apenas si me había dedicado una mirada amable antes de hundirse en un entrenamiento con Rhysand, la cara dura y tensa. También ellos estaban en la lucha desde hacía una hora, las hojas filosas, delgadas como relámpagos de mercurio en el aire, mientras ellos se movían en círculos, una y otra y otra vez. Me pregunté si lo hacían tanto por práctica como para que Rhys ayudará a su jefe de espías a olvidar un poco su frustración.

Se habían sacado las chaquetas de cuero y las camisas a pesar de que no era verano, en ese momento empecé a hiperventilar en mi asiento.

Y agradecí a Feyre por arrastrarme a su entrenamiento.

Los brazos bronceados, musculosos de los dos estaban cubiertos por el mismo tipo de tatuajes que me adornaban la pierna; la tinta les fluía sobre los hombros y los músculos pectorales esculpidos. Entre las alas, había una línea que les corría a lo largo de la columna, justo detrás del lugar en el que llevaban las espadas.

— Nos hacen los tatuajes cuando nos iniciamos como guerreros ilyrios..., para darnos suerte y gloria en el campo de batalla —dijo Cassian, que había seguido nuestras miradas. Pero yo dudaba de que Cassian estuviera bebiendo el resto de la imagen: los músculos del vientre, brillantes de sudor en el sol luminoso; la tensión en los muslos poderosos; la fuerza que les ondeaba en la espalda alrededor de las alas bellas, enormes.

MIDNIGHT RAIN | Azriel fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora