Capítulo once

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—¿Vamos a escondernos aquí todo el día? —preguntó Steven detrás de mí.

Alejé mi mirada de la puerta del almacén después de otro momento de silencio interrumpido por una pregunta suya. Apreté con fuerza mis brazos contra mi pecho y me giré para observarlo. Se encontraba sentado sobre la mesa en medio del almacén, rodeado de peluches, rompecabezas y cajas que debíamos llevar hacia la tienda de regalos.

—¿Quién era ese hombre? —cuestioné sonando un poco más dura de lo que quería.

Steven se enderezó en su lugar y me observó nervioso. Dejé caer mis brazos y me acerqué a él. Lo siento, lo siento, lo siento. Coloqué con cuidado mis manos sobre sus muslos y lo hice verme a los ojos.

—Lo siento —dije y le sonreí acariciando sus piernas de arriba abajo. Quizá para distraerme yo en lugar de distraerlo a él—. Eso solo que necesito saber si estás en peligro.

—Y-yo no... —murmuró con las palabras atorándosele en la garganta y con sus ojos perdidos en mis manos sobre sus muslos—. Vas a creer que estoy loco.

—No —negué y subí una de mis manos para sujetar su mejilla y hacerlo verme—. Jamás podré creer eso, ¿entiendes? Ya te lo dije, esto, tú. Nada de esto entra en mi definición de locura y rareza.

Ojalá pudiese explicártelo. Ojalá pudiese hacerte sentir mejor con mis palabras, pero solo puedo fingir normalidad. Sus ojos por fin vieron directo a los míos y estiré mi cuello para poder mantenerle la mirada al tenerlo por encima de mí.

—¿Ese hombre es parte de los sueños extraños que has estado teniendo? —pregunté cuando no me respondió.

—Sí. —asintió.

Muy bien. Ammit. Una deidad egipcia que juzga a las personas por crímenes que no han cometido. Steven dijo que aquel hombre había matado a una mujer en Los Alpes. Oh, por Dios, ¿cómo había llegado Steven a Los Alpes? ¿Por eso había faltado recientemente? No. Concéntrate. Ammit. Deidad egipcia. Juzga a las personas a través de... ¿aquella balanza en los antebrazos de esas personas? ¿Por qué la balanza de Steven no se había detenido? ¿Por qué ese hombre había dicho que había caos dentro de él? ¿A qué se refiere con caos? ¿Magia del caos? No, eso no es posible. La habría sentido. ¿Entonces qué tipo de caos?

Ay, tengo demasiadas preguntas.

—Steven —volví a llamar su atención y suspiré—. Sé que no quieres hablar de esto, pero solo necesito que me digas, ¿estás en peligro?

—No lo sé. —murmuró y asentí.

—Está bien. —contesté y me tomé la libertad de acariciar su mejilla. Otro gesto calmante al que podría acostumbrarme.

Me observó con preocupación y le sonreí lo mejor que pude mientras en mi cabeza pensaba en qué hacer. ¿Cómo es que estando él en peligro me pone a mí primero? ¿Por qué lo hace? Ay. Si tan solo pudiese decirle que puedo protegerlo más de lo que él a mí. No puedo dejar que se ponga en medio de cosas como estas. No sin antes saber más sobre la situación en la que nos encontrábamos ahora. Necesito saber más sobre aquel hombre, más sobre Ammit y más sobre esa balanza.

—Está siguiéndome. Creí que había sido un sueño, pero ahora no, tú también lo viste —su cuerpo se inclinó sobre mí, como si me estuviese diciendo un secreto—. Andrea, no sé qué quiere de mí. Yo... t-tengo miedo.

En ese momento se me estrujó el corazón al escuchar sus palabras y el temor con el que las pronunció.

—Oh, Steven... —moví mi mano para envolver su cuello y lo atraje hacía mí en un abrazo algo complicado debido a la posición en la que estábamos. Lo apreté fuerte contra mi cuerpo cuando lo sentí suspirar contra mi oreja y cerré los ojos preocupada—. Estás a salvo, Steven. Conmigo estás a salvo. No tienes de qué preocuparte.

Armonía en el caos | Moon KnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora