Respuestas e historia

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¿Cómo que la humana no estaba allí por el corazón de Tamlin? ¡¿Cómo?! No tenía ningún sentido, y Rhysand, el muy malparido, parecía poco interesado en lo que ella le estaba diciendo. Amarantha necesitaba sacar la furia, las ganas de matar que nacían desde su pecho. Tomó un espejo de mano y lo lanzó contra la pared más cercana, dejando que todo estallara en millones de pedazos. Rhysand la contemplaba en silencio, con esa mirada impenetrable que siempre tenía, incluso cuando se suponía que estaba teniendo placer con ella. No solo que había vuelto con una herida en el brazo, sino que habían acabado con el Bogge. Más tarde le recordaría a quién respondía, le recordaría su lugar. Tamlin. Tenía que ser Tamlin quien hubiera decidido buscar una salida, huir del destino que podrían tener juntos. Tamlin, Tamlin, Tamlin... 

Chilló y las ventanas temblaron violentamente.

—¿Estás seguro de que no es un peligro? —Su pecho subía y bajaba con fuerza, como si tuviera que eliminar el fuego que tenía dentro.

—Morirá en cualquier momento —fue su respuesta, con ese maldito tono indiferente, esa tranquilidad que le ponía los nervios de punta. El gesto la enfureció más aún. Sí, la humana podía morir en cualquier instante, bastaba con desnucarla, echar un poco de poción en su comida y bebida, destruir su mente, convertirla en una simple marioneta... Tan simple... Pero ¡no! Tamlin tenía que estar como un halcón sobre ella, atento incluso a si iba al baño, si respiraba. Si no estaba así, si no había nada que lo atara a ella, entonces de nada servía meterse en el medio.

Miró las cinco muñecas que le había regalado Stryga, una por cada regalo que le había enviado. Quizás podría tener una sexta, pero si Rhysand estaba convencido de que no era una amenaza... Lo miró, estudiando su contextura de guerrero, con los hombros anchos y los brazos fuertes que podían dejar enloquecida a cualquier fémina que se preciara, ella se incluiría, de no ser porque él había lastimado a Tamlin, él había hecho daño a su querido. Además, no tenía el cabello sedoso de Tamlin, ni sus ojos que parecían contener a las praderas más puras, tal como las había dejado la Madre en un principio, como se suponía que las habían mantenido sus padres hasta antes de la Guerra Negra. Jugó con el anillo en su dedo, respirando hondo, ignorando la sensación de descontrol que la consumía por dentro al pensar en el dueño del ojo que tenía con ella.

Tamlin regresaría a ella, voltearía una vez más en su dirección, las cosas volverían a ser como siempre, como sus padres lo habían pensado en un primer momento. Él despertaría, vería la verdad que había en todos los pútridos corazones humanos, y volvería a ella. Era cuestión de tiempo.

Lucien dejó salir un suspiro mientras se acomodaba para seguir leyendo los informes, sintiendo que empezaba a costarle enfocar la mirada

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Lucien dejó salir un suspiro mientras se acomodaba para seguir leyendo los informes, sintiendo que empezaba a costarle enfocar la mirada. Con Tamlin saliendo constantemente a patrullar, Faye yendo y viniendo de lo que sea que hiciera en su tiempo libre, y la humana al borde de convertirse en una estatua de la tristeza misma; encargarse de la aburrida administración era el mejor pasatiempo que podía tener. Había algunos reportes de avistamientos de nagas cerca de las fronteras con las Cortes del Verano e Invierno, incluso algunas cartas de emisarios que contaban un poco cómo estaba la situación en dichos territorios. De todas las Cortes Estacionales, la Corte de la Primavera parecía estar sufriendo menos, comparativamente, pero bien podía ser obra de Amarantha.

Una Guerra de Rosas y Espadas #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora