Prólogo

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La vieja se movía de un lado a otro, importándole poco quién había entrado a su tienda, se detuvo cuando escuchó un carraspeo y miró con curiosidad a la adolescente parada frente al mostrador.

—¿En serio quieres hacer esa locura?— le preguntó a la chica.

—Yo no he hablado.— se sorprendió.

—¿Podías hablar?— se burló la anciana.

—Muy graciosa, abuela.— rodó los ojos y sacó un par de billetes de su cartera. —Él lo necesita, cada día es peor y ya no lo soporto.

La anciana volvió a burlarse y de un estante sacó un pequeño frasco, este contenía un líquido espeso en su interior.

—Puedes ponerlo en alguna bebida, comida e incluso rociarlo sobre él.— le dijo la mujer. —¿Correrás el riesgo?

—¿Para que deje de lloriquear como una nena?, si, definitivamente.

La adolescente dejó los billetes sobre el mostrador y salió de la tienda, si todo salía bien, entonces, después de casi 9 años, su hermano aprendería una lección, le agradecería y ella tendría más tiempo libre.

Con la idea en mente, entró a su casa, sin esperar que, un gran chorro de agua le cayera encima a penas pusiera un pie dentro.

—¡Mierda!, mi vestido...— se quejó, limpiando su rostro mojado.

—¿Dónde carajos estabas, señorita?

—Salí a comprar.

—¿Quién te dio permiso?, mamá me dejó a cargo.

—¿No eres ya muy mayorcito como para usar pistolas de agua?— se burló. —Jimin, querido hermano, madura.

—Mira quien habla.— se quejó el mayor. —Hoy saldré, así que tienes que cubrirme durante la noche.

Su plan iba de maravilla, el día estaba a su favor.

—¿A dónde irás? Y ¿a qué hora?— dijo con inocencia.

—Estás muy preguntona, Rosé.

—Es que me preocupo por mi hermano mayor.— le dedicó una sonrisa.

—Y yo soy hetero.— le respondió con burla.

—Pero eres gay.

—Correcto.

La noche cayó rápidamente, la adolescente caminaba de un lado a otro en su habitación, planteándose nuevamente si su plan funcionaría, no es que no creyera en la magia de aquella sustancia desconocida que había comprado.

Respiró hondo antes de tomar el bote de perfume sobre su mesita de noche, en donde había vertido parte del líquido y luego salió de su habitación, justo segundo antes que su hermano, quién ya estaba por salir de la casa.

—Vendré temprano, cualquier cosa, me quedé dormido.

—Te tengo un obsequio.

—¿Desde cuando me regalas cosas?

—¿Lo quieres o no?

—Bien, bien.

Rosé le extendió el perfume y Jimin sonrió, era una de sus colonias favoritas. Sin pensarlo un segundo, lo roció sobre él, antes de devolvérselo a la adolescente.

—Me gustó, guárdalo en mi habitación.— dejó un beso sobre su melena rubia y sonrió.

—Ten cuidado.

—Siempre.

Sin más, salió de la casa silenciosamente, Rosé sabía que ya no había vuelta atrás, ojalá que su hermano no la matará cuando se entere que mañana llegaría con sorpresas.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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