Íbamos en su camioneta Jeep blanca camino hacia aquel motel, lugar que he de decir no fue mi favorito, pero tampoco me disgustó del todo, fue una elección decente, aunque un poco cara. Pagamos la habitación y pude notar que él también se encontraba ansioso, rozó la polvera de la llanta trasera del lado del copiloto torpemente al entrar en el cajón de estacionamiento de la habitación. Hice un chiste para alivianar la tensión en mi cuerpo causada por el nerviosismo y las ansias por lo que estaba a punto de ocurrir.
Yo llevaba puesto un top de espalda descubierta anaranjado, sin sujetador para mayor provocación y practicidad, unos pantalones gastados a la cintura y mis converse de piel blancas, él llevaba unos shorts verdes limón y camiseta deportiva negra.
Abrí la puerta de la habitación y lo primero que vi fue algo que me hizo sentir cohibida, era la pared de la cabecera de la cama, estaba cubierta de piso a techo por enormes espejos, luego observé una cama con cobertor sencillo de color marrón con sábanas blancas. El piso era de losa café brillante, al lado izquierdo había otro espejo empotrado en la pared, con una repisa de piedra debajo de este en la que dejamos los teléfonos y él lo que traía en los bolsillos. La ventana estaba del lado derecho y frente a esta había dos sillones individuales de piel con una mesa en el centro, en esta estaban dos dulces de menta, como los que te dan en los restaurantes.
Me giré hacia él para encararlo y mes miró como si fuera solamente un trozo de carne apetecible, y eso me pareció lo más excitante que me había pasado hasta ese momento, sus ojos parecían los de un lobo hambriento, yo sabía que su sequía sexual tenía ya bastante tiempo, la mía había sido eterna, pero él lo padecía más que yo, nuestros encuentros previos habían sido fortuitos, no habían sido más que dos y la pasión, la lujuria, la desesperación y la necesidad habían ya colmado mi paciencia y mis ganas de que aquello fuera especial, no lo sería para mí aunque eso fuera lo que quería. Lo veía más como la culminación perfecta para aquellos dos años llenos de descarados coqueteos de mi parte y rechazos del suyo.
Enganché mis manos detrás de su cuello y me puse de puntas para poder aminorar la enorme diferencia de estaturas y lo besé, él tomó el control del beso y cada quien se fue desnudando, cuando me quité el top él observó mis pechos con veneración, ya sabía yo de sobra que él tenía una debilidad por los pechos grandes y eso me hacía sentir aún más sexy y atractiva, era excitante saber que lo que él provocaba en mí yo lo hacía en él también.
Se acercó a mí y me cargó con facilidad para después dejarme en la cama, me quitó las bragas amarillas con bordes de encaje, me tomó del trasero, elevando mi pelvis para dejar un sonoro beso en mi clítoris, me bajó y empezó a hacer movimientos un poco bruscos buscando mi excitación mas los nervios no me dejaban disfrutar a gusto. Yo lo veía un poco desesperado por lo que de la manera más creíble que pude fingí mi orgasmo buscando complacerlo a él antes que a mí.
Después de haber fingido mi orgasmo, satisfecho se levantó de la cama para ir a cubrirse, aunque antes quería experimentar un par de cosas, quería su pene dentro de mi boca, su grosor era un poco más allá del promedio, como pude abrí lo más que pude la boca, pero no pude evitar rozar mis dientes contra sus bordes y él no me dijo nada hasta después, no me sentí cómoda por lo que no seguí intentándolo, lo siguiente que traté de hacer fue estimularlo con mis pechos, lo que a mi nula experiencia resultó demasiado incómodo y no persistí con ello.
Él me llevó a acostarme en las almohadas y yo le dije claro y con toda la seguridad que pude reunir: "De una y duro". Nunca me ha gustado que me vean frágil, no lo soy y yo quería sentirlo profundamente dentro de mí, yo lo había querido a él desde el principio, sentía algo parecido al enamoramiento, y que mi primera experiencia sexual fuera con él me hacía sentir cómoda y realizada de cierta manera. Lo había logrado, había conquistado a mi amor platónico adolescente, pero no era del todo cierto, él sólo me veía como la chica que se iba a coger, puede que me tuviera un cariño, pero nada parecido a lo que yo sentía por él y ese fue mi error.
Lo hicimos en varias posiciones, yo sobre mis rodillas, sobre la mesa del lado, él parado sosteniéndome con mis piernas alrededor de su cuello, yo arriba y por último él se vino con un frenesí sobre mí en una posición que si bien me permitía sentirlo bien era un poco cansada.
Esa noche no tuve ningún orgasmo, y ahora sé se debe a varios factores, entre ellos la rotura de lo que quedaba de mi himen y mi bajo libido debido a mis problemas de ovario poli quístico, yo nunca lo culpé, pero sí me sentía avergonzada de no haber podido llegar, me sentí como si fuera mercancía dañada ya que no podía sentir la gran cosa ahí abajo, sentía un palo atravesado en mi vagina más no nada placentero. Algo debía estar mal en mí.
Terminó y cuando él se fue a sentar en los sillones individuales del lado de la cama algo me hizo querer llorar, él no se iba a acurrucar conmigo, no me iba a acariciar o venerar después del sexo, ya se había saciado, me tragué la incomodidad y busqué desesperadamente un poco de contacto físico piel a piel, me senté desnuda y cómoda a horcajadas de él, pero él sólo dejó sus brazos en los descansos del sillón de piel marrón, no me acarició y parecía como si tuviera prisa por irse, tanta como para no poder darme una caricia o un beso tierno, pero yo misma me lo busqué, no le dije bien lo que en realidad quería, le dije como hacer cada cosa, menos las que en realidad me importaban.
Me dejó en mi casa y le di mi cooperación voluntaria para la habitación del motel y le pedí un beso de despedida, me dio el beso más seco y frívolo que me han dado, si no ibas a tener sentimientos por mí, mínimo le hubieras metido pasión. Lo repito, él ya se había saciado.
Y ese fue MMPA.
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MMPA
Teen FictionLo busqué por dos años, y cuando lo tuve no fue lo que imaginaba, M no estaba ahí por mí.