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Rooney's POV

Cada vez que íbamos de viaje a la playa, un nudo se formaba en mi estómago. Era tan excitante el sentir profundo relajo en los párpados y en el cuerpo, cuando se estaba tumbado sobre la arena, con la
sombrilla para no quemarse de más, pero a su vez me invadía una especie de angustia en el fondo de mi mente que me mantenía alerta. Y es que de eso se trata el mar, de ver en sus olas lo divertido de sumergirte en ellas, pero de no sumergirte demasiado porque podrías hundirte. Si tenías mala suerte y la marea comenzaba a subir, no te avisaba y el mar avanzaba hasta donde quisiera. Por eso es que, además de sus olas, me volvía tímida ante la inmensidad de este.
Tuve un sentimiento parecido la vez que desperté al lado de Cate. Era una niña aferrada al cuerpo de una adulta, como si es que fuese seguro estar ahí, me refugié entre las olas de sus brazos y la inmensidad de su ser. Me sentí nerviosa, con un mismo nudo en el estómago, pero cuando decidí inhalar un poco en su perfume, en sus facciones y en lo suave que eran sus manos, me sentí apaciguada, calmada y relajada. Experimenté esa sensación de adormecimiento, que se dio a causa de mirarla demasiado al punto de sentirme embelesada.

Recorrí la privacidad de su hogar, aprovechando que ella aún dormía. Parecía quedarle muy grande, siendo tan precioso, solo una habitación estaba ocupada. Sin embargo, no indagué más allá, pues seguramente le gustaba cómo se sentía el eco que se formaba en los espacios vacíos, de pared a pared.
Entonces, teniendo una visión más clara de su orden y la decoración, me asomé a la cocina para intentar devolverle el favor.
Muy tarde, pues Cate no aceptaba devoluciones, todo lo hacía por amor, y creo que ese rasgo me comenzaba a atrapar.

—No te encontré, así que supuse que intentarías prepararme el desayuno—me coloqué al otro lado de la barra—¿Debo permitirlo y arriesgarme o verdaderamente superas el don culinario de tu madre?—me causó gracia que lo mencionara, pero al segundo me hice un par de preguntas.

—¿Cómo sabes?—me senté en una de las bancas del kitchen—Lo de mi madre—completé.

—Tu padre me habla mucho de ella—Cate tomó un vaso de agua—Ten—me tendió otro—Es bueno levantarse y beber uno—copié su acción.

—Me gustaría hacer algo por ti—respondí dejando el vaso a un costado—Aunque realmente no sé lo que te gusta, podría intentarlo—ella acarició mi mano por encima de el cuarzo blanco, cosa que me estremeció.

—Sé que adoras pasar tiempo en casa, pero no sabes lo mucho que me gustaría llevarte a mi cafetería favorita—me miró con sincera emoción. ¿Cómo podía decirle que no?—Es más, estoy segura que te encantará, no es algo convencional, es... es muy diferente a lo que puedas imaginarte—de verdad parecía gustarle. Por lo tanto, aprovecharía la oportunidad para tomar apuntes mentales y entender un poco más el mundo que la rodeaba.

—Si lo dices así suena muy bien, pero hay un pequeño detalle...—su vista se detuvo tan rotundamente en mis ojos, que tuve que agachar mi mirada para buscar la otra parte de la frase en el suelo.

—Ven—tomó mi mano y tiró de ella para dirigirme nuevamente hasta su habitación—¿Sabes algo? tengo prendas que no utilizo porque ya no me quedan, pero están intactas—me adentró en su walk-in—No son piezas de señora, por si te lo preguntas. De hecho, pienso que te verías fabulosa con ellas—comenzó a rebuscar un tanto—Bien, justamente aquí es donde las guardo. Tómate todo el tiempo del mundo en buscar lo que se ajuste más a ti, mientras yo me cambio allá afuera—mi corazón se alocó cuando noté el poco espacio que existía entre ambas. El lugar era largo, pero estrecho—¿Rooney?—creo que me había quedado mirando hacia el suelo, otra vez.

—Ah, sí, lo siento. Muchas gracias de verdad—levanté mi vista, pero no precisamente hacia sus ojos, como creo que esperaba.

—Rooney...—llamó nuevamente, casi como si fuese una llamada de atención, solo que lo hacía sonar dulce.

Lost in illicitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora