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—Está cargado —afirmó la japonesa, mientras la apuntaba con el rifle apoyado en la cadera.

Era alta y lucía un aspecto desaliñado; la lisa melena azabache le caía sobre la cara. Cerró la puerta a su espalda.

—Cómo te muevas, te juro que te vuelo la puta cabeza.

Im Nayeon pulsó el botón de la alarma de seguridad que tenía debajo del escritorio.No es que creyera que aquella loca hubiera pasado desapercibida al colarse en el edificio. Seguramente un equipo de S.I.N (servicio de inteligencia nacional) estaba ya de camino.

— ¿Qué es lo que quieres?

—Ya sabes por qué estoy aquí.

La intrusa era hosca y desconfiada, como un animal salvaje la observase desde detrás de unos barrotes de hierro. Su ropa parecía sacada del vestuario de una película de época y no pegaba para nada en un despacho del centro de Seúl. ¿Quién si no iba a llevar una chaqueta tres cuartos de terciopelo y una blusa blanca con un pañuelo al cuello? Sólo Myōi Mina Sharon supuso que se había escondido el rifle debajo de la chaqueta, pero ¿nadie había reparado en las botas y los pantalones de montar negros?

— ¿Puedes bajar el arma? —Pidió Nayeon— Me está poniendo nerviosa.

—Mira por dónde, una Im con sentido del humor —se burló Mina, mientras paseaba por la oficina. Se detuvo a unos pasos del imponente escritorio de cerezo y observó a Nayeon con ojos oscuros y amenazadores—. ¿Te parece gracioso?

Nayeon no dejó que se le notara el miedo. No estaba dispuesta a ponerse a lloriquear sólo porque la apuntaran al estómago con un rifle.

—Te vas a meter en un lío.

— ¿Un lío? Tu familia ha destruido a la mía. Y ahora tú has matado a mi hermano.

¿Ha sido tu momento culminante? ¿O te pareció mejor ver a mi padre mearse encima el día que tuvo el ataque?

Nayeon consideró qué posibilidades tenía de sacar el Smith & Wesson que guardaba en el primer cajón antes de que Mina disparara. Se obligó a mantener la calma y a pensar con claridad.

—Siento mucho lo de tu hermano —le dijo.

El largo cañón de rifle avanzó un centímetro más hacia su pecho.

— ¿Lo sientes? ¿Mi hermano aún está caliente en su tumba y tienes la desfachatez de enviarme una oferta para quedarte con lo que me pertenece?

Se diría que Mina no había pegado ojo desde el funeral. Nayeon era consciente de que la situación era peligrosa, pero no se permitió el lujo de dejar que le entrara el pánico.

La gente que se dejaba dominar por el pánico cometía errores. Ella estaba hecha de otra pasta: era una persona que cometía errores, sobrevivía a ellos y nunca volvía a renunciar al control. Se obligó a respirar con moderación mientras sopesaba sus opciones. Si lograba sacar el revólver del cajón, le bastaría con un disparo. Defensa propia. Cualquier abogado competente se aseguraría de que no se presentaran cargos en su contra.

Sin embargo, si disparaba a Mina tenía que ser como último recurso. Aparte de por lo obvio, porque un final así no sería satisfactorio para Nayeon, que quería que Mina presenciara la destrucción final del legado de los Myōi. Quería que aceptara su oferta porque no le quedara otra elección.

—Ahora que Kai ya no está, sólo queda uno de nosotros —dijo Mina con voz

ronca—. Y sólo queda uno de Ustedes. La última Im acaba con la última Myōi.

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⏰ Última actualización: Jul 12, 2023 ⏰

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Dark garden - Minayeon AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora