Cuarta Parte: Fugitivos
Punto de vista de Marcos
Es muy temprano, pasan de las tres de la mañana. Hoy es el día, no he podido dormir en toda la noche, pensé en todo lo que pudiera pasarnos, desde que no pudiéramos salir hasta que nos atraparan y termináramos ejecutados. Estoy sorprendido de que seamos un grupo tan numeroso, pero lo que más me sorprende es que Mateo Harel, uno de nuestros líderes, esté en el grupo, jamás lo esperé de él, ¡es un comandante! El ejemplo a seguir.
Sé por qué Mateo Harel está echando todo por la borda, porqué tiene esa vena rebelde, es por proteger a los suyos... Abrazo a Elin y pongo mi mano en su vientre, ella está embarazada de mi hijo. Después de que mi papá muriera, ella se volvió mi única familia, luego me dio la noticia. Ellos dos son los míos, y haré lo que sea para que ellos estén bien.
Elin duerme boca arriba, tranquila, o eso es lo que a mí me parece, después de todo, mañana, se supone que serán sus estudios. Por eso tenemos que irnos rápido, si llegan a descubrirla de inmediato la llevarán a rehabilitación y no quiero que a ella le pase eso. He visto cómo muchas otras chicas han quedado embarazadas antes de la edad permitida, y se las llevan, regresan tiempo después, pero ya no son las mismas. Algo así pasó con Olivia, la hermana mayor de Elin, que poco después se suicidó.
Ella suspira, yo vuelvo de mis pensamientos y la veo, mi mano sigue en su vientre, aún no se nota nada. Elin es suave y está tibia, acaricio su vientre con la punta de los dedos, sus vellos se erizan, escucho un leve gemido. Bajo más la mano, la piel se vuelve más caliente, ella vuelve a gemir.
-Elin... -murmuro, pegado a su oreja.
-¿Mmh? -pregunta ella, sigue con los ojos cerrados, parece todavía dormida.
-Despierta. -le digo.
-No quiero. -responde, se escucha ronca, como a punto de despertar.
Me inclino sobre ella y la beso.
-Sí, despiértate. -le digo en voz baja.
La beso y ella me responde.
-Te quiero. -le digo en un murmullo, mirándola a los ojos.
Siento el abrazo de Elin contra mí, llora en silencio, yo limpio la lágrima con los pulgares, y le sigo repitiendo que la quiero.
-Yo también te quiero. -me responde, después de un rato, después de un beso.
Son las cuatro y media de la mañana, aún no sale la luz de día, hace frío.
Voy de la mano con Elin, su palma está sudada o quizá fue la mía la que sudó, ya no sé. Escucho el palpitar de mi sangre en mis orejas, es muy fuerte, estoy tan nervioso, ya es la hora, es el momento de la verdad, como puede que escapemos, puede que nos atrapen y lleven a Elin a rehabilitación... no, no dejaré que eso pase.
Al primero que encuentro es Joshua, también sale a escondidas de su departamento, está como a ciento cincuenta metros de distancia, aún no nos ha visto, pero creo que sabe que vamos tras él. Veo a Elin, con la mirada le indico que debemos avanzar más rápido para darle alcance a Joshua. Sigo por delante de ella, sus dedos entre los míos y las palmas de las manos sudadas, caminamos más rápido.
Joshua golpea con su codo el tabique de mi nariz, quizá no debimos acercarnos tan rápido a él, sin previo aviso, empujo a Elin muy lejos de la pelea, al menos mientras él se da cuenta de que somos amigos y no enemigos.
En segundos, mi amigo me tiene sometido contra el suelo, hubiera sido peor que yo respondiera a sus agresiones, después de todo, yo hubiera reaccionado de la misma manera cuando estoy intentando escapar.
-¡Joshua! -dice Elin con poca fuerza.
La voz de ella hace reaccionar a Joshua, él me deja de golpear y me mira detenidamente, con el puño a media altura.
-Estúpido. -murmura él, se quita de encima de mí y me ayuda a levantarme.
-Creí que sabías que estábamos atrás de ti. -respondo.
Me limpio la comisura de la boca, el sabor ferroso de la sangre invade mi lengua, la palma de la mano se me mancha de rojo, me limpio en el pantalón.
-Pues no. -comenta Joshua-. Lo siento, Marc. -dice.
-No importa. -respondo-. Yo también te hubiera tumbado al piso.
-Sí, claro. -dice con irónica burla.
Me da unas palmadas en la espalda, sonríe a Elin y los tres empezamos a caminar juntos. Tenemos el mismo destino: llegar a la casa de Liz. Después de eso todos queremos salir de Sekail.
Somos muchos, será difícil movernos, pero somos como un pequeño escuadrón. En diez minutos llegamos a la casa de Liz. No hay nadie afuera, no creo que se hayan echado para atrás... no me equivoco, poco después veo que sale Mateo Harel, luego, María, Levi, Liz y Rafael, en ese orden. No sé por qué Levi abraza a Liz, eso no importa.
Joshua es el primero en acercarse, los tres vamos en silencio. No hablamos, a lo lejos se empieza a escuchar el sonido de las barredoras. Con cautela Joshua pone la mano sobre Mateo Harel que voltea con violencia, con el puño en alto, pero lo deja ahí, se detiene justo a tiempo. Joshua le indica a Mateo, sin palabras que nosotros también estamos ahí, el hombre mayor asiente.
Pasa una de las barredoras, por lo que tenemos que escondernos todos para que no nos descubran. Vuelvo a notar el sonido de palpitaciones en mis orejas, aprieto la mano de Elin, me doy cuenta de eso cuando ella recuesta su cabeza en mi hombro, suavizo lentamente el agarre, pero no suelto su mano, el frío de la madrugada invade las palmas sudadas de nuestras manos juntas.
Un poco agarrotados por el pequeño descanso, empezamos a avanzar, cada paso nos separa lentamente de todo lo que conocemos y vamos a un lugar que me parece será, por mucho, muy diferente de Sekail. Liz nos guía hacia la salida que había estado utilizando para sus escapes, una vez fuera, Rafael nos llevará con los suyos.
Rafael, Liz y Joshua van juntos por delante, le siguen Mateo y María, ellos también van tomados de la mano, detrás de ellos va Levi; Elin y yo cerramos la comitiva. A ratos, cuando escuchamos una de las barredoras, nos escondemos, y de nuevo perdemos el calor adquirido por el avance, porque el frío invade implacablemente. Todos nos quedamos callados, nos comunicamos con la mirada, o señas de las manos o moviendo los labios de forma muda.
Las calles están libres de basura, y de personas y barredoras, pero siguen húmedas ya sea el rocío nocturno o la limpieza con agua, debemos darnos prisa. Cualquier cosa, incluso la más pequeña puede salir mal, y a todos nos esperarían las más terribles consecuencias, una rehabilitación, muy diferente de la de Elin... y de todos modos sigo creyendo que es ella la que más va a sufrir, junto con María, a ella le van a quitar a su hijo.
Mejor que deje de pensar en eso y me concentre en lo que estamos haciendo aquí y ahora. Pero por más que quiera evitarlo, pienso en que todo debe salir bien, para que Elin y el bebe... nuestro hijo tenga una oportunidad, de nuevo, tengo que concentrarme y el círculo vicioso vuelve a empezar.
Agarrotados, nos movemos lentamente, el sudor se sigue enfriando en la palma de mi mano. Cada vez me parece que amanece más rápido, sospecho que las personas ya empiezan a levantarse en sus casas para empezar la labor del día.
María no puede correr, tiene una cojera, hubiera podido lograrlo, o al menos andar más rápido si su embarazo no estuviera tan avanzado. Pero movernos muy rápido podría llamar la atención, por ejemplo, los barrenderos, ellos levantarían una alerta, por eso, esperamos a que pase el carro, y se vaya tan lejos como sea posible, antes de que empecemos a avanzar.
Yo siento el sudor corriendo por mi espalda, los dedos fríos y entumecidos sobre la mano de Elin, volteo a verla, ella sonríe, está bien, tiene pelo pegado en la frente a causa de la humedad. Con la otra mano, fría y engarrotada, acaricio la mejilla de Elin.
Después de dos pausas y tres carreras más, hacemos la última parada. Nos ha tomado mucho tiempo llegar al punto de salida. Liz se detiene, voltea a vernos a todos los que vamos detrás de ella. Siento en que el corazón me va a explotar.
-Aquí. -dice ella, apunta uno de los desagües.
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Ciudadanos
Science FictionUn grupo de personas intenta salir de su Ciudad, un enorme edificio donde los pisos más bajos son los más pobres, no así lo más altos, hacia un mundo desconocido y peligroso, diferente del que han conocido en la Ciudad, donde la desolación y la muer...