Después de todo lo sucedido, Bill hizo todo lo programado y no tardó tanto en volver a Alemania. Cuando llegó a su casa dejó todas sus pertenencias en su habitación y fue al garaje para buscar su coche preferido y el más cómodo. Apenas se sentó en piloto, cerró la puerta y se abrochó el cinturón de seguridad, arrancó. Iba directamente a la casa de Ayla, necesitaba verla, tenía el presentimiento de que algo iba mal.
(...)
La puerta fue tocada y bajé las escaleras casi corriendo, estaba sola en casa, abrí y era Bill.
—Oh...Bill. —rápidamente lo abracé, lo extrañaba tanto.
—Vine lo antes posible, quería verte. —correspondió.
Me separé y lo dejé entrar. —¿Te parece si vemos una película?
El mayor asintió. —La veremos de lo que quieras, pequeña.
—Perfecto.
Me dispuse a poner la película mientras él iba a la cocina a hacer las palomitas del microondas, no tardó nada cuando ya estábamos en el sofá viendo La princesa Tiana y el sapo, mi favorita.
Puse mi cabeza en el pecho de Bill y suspiré sin despegar mi mirada de la televisión, él sin duda me abrazó y acarició mi espalda.
—Mis padres no quieren verte, Bill, por eso es necesario que te vayas antes de que ellos lleguen. —dije apresurada.
Bill me miró y asintió levemente para volver la mirada a la televisión, las horas pasaron y él ya se estaba despidiendo porque en unos 30 minutos llegarían mis padres. Lo abracé y le dí un beso en las mejillas sonriendo, él me devolvió la sonrisa, es tan lindo...
—Te quiero, Osito.
—Yo más, mi linda estrellita.
Y allí fue la última vez que él vino a mi casa, y todo por culpa de un solo motivo.
Ayla ya había cumplido sus 17 años y estaba terminando su último año de secundaria, le quedaba súper poco para graduarse. Por otro lado, Bill dejó los estudios por su carrera como cantante en su banda y más motivos que ahora no importan tanto como la salud de la pequeña Ayla.
Los padres de la menor han estado buscando la cura y siempre le dicen que no la hay, la única cura es el trasplante de corazón. A la menor sólo le queda disfrutar su último año ya que seguramente apenas cumpla los 18 empezará a empeorar más de lo que está ahora.
Se hicieron las dos de la tarde y ella estaba saliendo del instituto, no esperó encontrarse con Tom, este estaba apoyado en su coche esperándola.
—¿Qué haces aquí y...
—Ya sé que preguntarás por Bill, ¿acaso no te alegras de verme, cuñadita hermosa?
Porque si, Bill le pidió salir de una manera formal y ella sin duda aceptó.
Ayla rodó los ojos. -Hola, cuñadito fastidioso pero que le caes bien a la gente, ¿contento?
—Mucho mejor. Ahora sube al coche que iremos a un restaurante donde nos esperan los chicos junto a tu noviecito.
La menor solo procuró hacerle caso y subirse al coche dejando sus cosas a un lado, el mayor cerró la puerta y se subió al coche para arrancar hacia aquel restaurante.
—Ayla, ¿Crees en el amor hasta que la muerte los separe?
—Eh...¿a qué viene esa pregunta tan de repente?
—No sé, solo pregunto...—En realidad si había un motivo solo que él no quería sacar ese tema a flote.
—Si creo en eso, suena muy bonito pero a la vez trágico.
—Ya.
A los pocos minutos Tom buscó el estacionamiento para aparcar el coche y bajarse junto a Ayla, fueron hasta la mesa donde se encontraban aquellos tres chicos con una sonrisa.
—Aquí estamos. —habló Tom.
La menor fue directamente a abrazar a Gustav, eran muy buenos amigos al igual que con Georg.
—Uy, Bill, te han cambiado por este par. —Rió aquel chico de trenzas.
—Cierra el pico.
—Ni que fuera pájaro o algo, cabezón.
Bill iba a contestar pero fue apresado por unos delgados brazos. —Mi pequeña, ¿Cómo te fue en el examen? ¿Todo bien?
—Sii, me fue súper bien, aunque me distraje mucho por pensarte tanto.
—Con que me estabas pensando. —él sonrió dándole un corto beso. —Yo te pienso siempre, nunca te saco de mi mente y de mi corazón.
—¡Ay, ya! Callense, por favor, me va a dar diabetes de tanto amorío, ¡Dios! —esta vez habló Georg.
—Eso, eso, mejor vamos a pedir algo de comer. —sonríe Gustav.
Todos asintieron y así pasaron la tarde; bromeando, comiendo, hablando, criticando a toda persona que pasaba, y poco más. En realidad la pasaron muy bien, cuando se hicieron las seis de la tarde Bill se ofreció en llevar a la menor a su casa y nadie se negó ni ella. Cuando iban de camino a casa Ayla empezó a sudar frío y a quejarse, el mayor detuvo el coche y se desabrochó el cinturón y le hizo lo mismo a ella.
—¿Qué pasa? ¿Qué tienes? —preguntó preocupado.
—E-El corazón...—se queja de nuevo poniendo su mano en su pecho y apretando con dolor.
Bill se sentó en su asiento y arrancó poniendo su mano en el pecho de su novia, tenía miedo pero en el fondo no había ni un rastro de miedo. Los minutos se hacían largos y el camino más extenso, apenas llegaron al hospital los enfermeros de urgencias se la llevaron sin titubear. El mayor fue al mostrador y suspiró.
—Necesito que me informen de todo, por favor.
—Así será, lo que me está llegando en el sistema es que su corazón está fallando cada vez más y está perdiendo oxígeno...en su corazón.
—Mierda...—bajó la cabeza apretando su labio reprimiendo las ganas de llorar. Levantó la mirada y comenzó a hablar con la chica preguntándole las dudas que tenía porque quería estar seguro de todo.
—Es así como surgiría todo, ¿seguro?
—Si, exactamente como le dije.
Los segundos se hicieron minutos y los minutos horas de tanto esperar. Los padres de Ayla fueron avisados y vinieron a verla, estaban muy preocupados, en cuanto entraron a la habitación ella se encontraba dormida con muchas agujas en sus brazos.
—¿Qué pasó? —le preguntó al médico.
—Llegó con su novio el cual la había traído con mucha prisa ya que ella estaba presentando muchos dolores en el pecho y había riesgo a que muriera, todo requería una operación inmediata y a los minutos conseguimos un donante, es un milagro.
Los padres de la menor sonrieron y sus ojos se llenaron de lágrimas de la felicidad, su hija viviría más tiempo.
—No puedo creerlo, muchas gracias, doctor. De verdad que gracias. —habló el padre de Ayla con cierta emoción en su rostro.
—No es nada, hay que agradecérselo a los familiares de la persona que le donó el corazón. Por cierto, aquí le dejaron una carta a su hija para que la lea en cuanto despierte y esté estable, mañana vendremos a ver como está y cómo recibió la operación. Buenas noches.
La madre de la menor agarró la carta y la dejó sobre la mesa. —Muchas gracias.
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El regalo || Bill Kaulitz.
Romance《Siempre habrá esa persona que dé la vida por tí, esa persona que haga lo que sea para verte feliz, así sea arriesgando todo. Y sí, la hay, esa persona existe.》 🏅#8 - Regalo. • Historia ORIGINAL y PROPIA (basada en hechos reales) • En caso de plagi...