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—¿Hae, qué pasa? ¿Qué tienes? —preguntó Danielle, alarmada.

La alfa estuvo esperando a Haerin, las clases habían culminado desde hace ya unos buenos minutos y al momento de darse por vencido e ir en busca de la omega, la vio acercarse a ella con lágrimas deslizándose por sus mejillas y un leve puchero sobresaliendo.

—No es nada —musitó bajito.

—Ya, dime la verdad. ¿Por qué estás llorando?

La niña se limpió bruscamente las mejillas con la manga de su gran polera, intentando sorber por su nariz y ya no soltar algún sollozo.

—No tiene importancia.

—Para mí sí la tiene.

—Solo... solo me dijeron algo y me sentí mal —se encogió de hombros.

—¿Qué fue lo que pasó?

—Y-Yo solo estuve escribiendo el nombre completo de Minji, estaba tan centrado en hacerlo de una forma muy bonita que no me di cuenta que un par de omegas me estaban viendo —sus bellos ojitos volvieron a cristalizarse.

—¿Se burlaron? —ella asintió apenada y el corazón de la alfa no pudo soportarlo. ¿Por qué la gente era tan estúpida?

—Empezaron a reírse y decirme cosas horribles. Yo s-sé que Minji es alguien imposible para mí, pero... ¿Por qué me lo recalcan de una manera tan mala? Yo no quiero que me digan esas cosas —bajó la mirada con cierta tristeza. Siempre se encargaban de lastimarla, de hacerle recordar de que no era una omega lo suficientemente buena para alguien como Kim Minji.

Qué ilusos eran todos.

—Ya, cálmate, Hae. Ellos no saben lo que dicen, solo tienen miedo de que una omega como tú robe la atención de Kim. Solo ignóralos.

—A veces es muy difícil —mordió levemente su labio inferior, terminando por abrazar a Danielle con necesidad. La alfa era tan especial para ella, como una verdadera hermana, la hermana que siempre quiso y nunca pudo tener. Pero ya no le importaba, tenía a Danielle y eso ero lo más bonito que pudo sucederle.

—No les hagas caso. Mejor vamos por un pastel de chocolate. ¿Qué dices? —le habló suavemente, intentando hacer que olvidara el mal momento. Adoraba a Haerin y detestaba verla mal.

—Está bien —susurró.

—Bien, ahora ve al baño y quita esas lágrimas que no merecen estar en tus mejillas. Yo te espero aquí.

—No tardo —avisó, intentando animarse al lado de la mayor y yendo rápidamente hacia los servicios.

—Estúpidos omegas —gruñó la australiana—. Ya quiero ver cuando Hae deje a Kim totalmente enamorada —susurró, sonriendo de forma ladina. Dani confiaba en que aquello pasaría.

***

—Bien, somos tres que atienden a la clientela. Uno está en la caja y otro es el que nos pasa los pedidos por esa pequeña apertura. Lo que nos queda es ya sabes, lo normal: apuntar, limpiar las mesas, colocar los alimentos en la bandeja y ser servicial todo el tiempo. Nada difícil en realidad.

Minji asintió, tomando en cuenta cada cosa que debía de hacer.

—¡Bien, chicos! —apareció Jia al centro de la sala—. El local vuelve a abrirse en tres minutos, los quiero ver sonreír y trasmitir sus buenos ánimos a los que vengan. ¿De acuerdo?

Todos sonrieron con levedad, incluso Minji que se sintió extraña. Al parecer Lee tenía razón, con la omega todo parecía ser diferente de manera anímica.

Un fuerte "Sí" se escuchó.

—¡Perfecto! —aplaudió, siendo acompañada por los demás al instante.

El reloj que yacía colgado en la pared, sonó indicando la hora clave. Jia se despidió, dirigiéndose hacia la cocina. Todos empezaron a dispersarse y a tomar su respectivo lugar.

—Suerte —comentó la menor mientras le codeaba con diversión.

Ambas alfa rieron y Hyein se acercó a la puerta del local para dar vuelta al pequeño cartel colgado, dejando a la vista de afuera la palabra "Abierto".

Poco a poco la gente comenzó a llenar el lugar. Uno a uno se turnaba a atender con alegría y amabilidad. De vez en cuando cada uno se iba para una mesa cuando llegaban más grupos. Minji empezó a entrar en confianza, en la sala todo era tranquilidad y un buen toque de comodidad.

Tomó el pedido de una joven pareja y fue hasta donde recibían aquellos boletos. Se recostó un poco mientras veía que todo permanecía de manera correcta. Hyein seguía escribiendo en donde había una pequeña familia y su otra compañera omega, Lia, entregaba un par de capuchinos en las mesas personales.

Todos estuvieron bien, hasta que escuchó como la campanita volvió a sonar, avisando que alguien acababa de abrir la puerta para poder entrar al local.

Su nariz volvió a percibir aquel aroma, sus ojos viajaron con rapidez hacia la entrada.

Su loba aulló nuevamente emocionada. Esa omega era sin duda, la omega más hermosa que pudo haber visto en toda su corta vida.

Aquel cabello, indudablemente castaño, sedoso y brillante, haciendo que resaltara el tono de su perfecta y nívea piel.

Cuando ambas conectaron sus miradas, Minji pudo perderse fácilmente en ese par de orbes, unos orbes llamativos, profundos y de un brillante color miel. Pudo notar como las mejillas de la chica se sonrojaron, pues adquirieron un leve color rosa y la hacía ver jodidamente adorable.

—¡Hey, Minji-ah! —una voz la desconcertó, volteando a ver detrás—. Ya está lo que pediste, ponlo en la bandeja —la alfa carraspeó para luego asentir algo perdida.

Su mirada volvió al frente y un gruñido resonó en su pecho al ver que la preciosa omega tomaba asiento junto a una alfa.

"Mía", fue lo que reclamó su loba con potencia.

"Mía", fue lo que reclamó su loba con potencia

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la princesa y la plebeya; catnipzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora