Sueños inciertos y momentos mágicos

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Segunda parte:

Sueños inciertos y momentos mágicos

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No recordaba la manera en que había llegado a ese sitio, pero estaba dentro de un extraño edificio y recargado en un pilar angosto. Sabía que era temprano por la posición del sol, al mirar a su derecha pudo notar un largo pasillo con un piso gris aclarado por el mismo resplandor solar. Frente a él se podían ver muchas ventanas pequeñas y cuadradas que revelaban un cielo azul con algunos jirones de nubes. Una suave brisa le movió el cabello de la frente. A lo lejos se escuchaban voces distantes sin ser una distracción realmente.

"Un momento pacífico"—pensó saboreando la extraña calma, pero por alguna razón se sentía irritado, no molesto del todo, simplemente era la sensación de padecer una pequeña injusticia por culpa de algo que no era su culpa. El pequeño peso en ambas manos le reveló que estaba sosteniendo dos baldes llenos con agua.

"¿Por qué motivo sostenía semejante cosa?"

A su lado estaba otra persona de menor estatura. Él quería girar la cabeza, para descubrir quién era, pero por alguna razón no podía. Algo en la molestia infantil en su mente le decía que esa persona era culpable de la pequeña injusticia con los baldes que cargaba.

Otra parte de su mente le insistía en mirar a su acompañante, el solo hecho de observarla parecía importante.

El pequeño momento de paz se rompió cuando una persona diferente apareció al final del pasillo y corrió hacia donde estaba. Un muchacho vestido con una extraña bata de baño azul en la parte superior y los pantalones negros más anchos y ridículos del mundo, con el cabello castaño tan esponjado que posiblemente podías acomodar una gallina pequeña en él.

El recién llegado también sostenía dos cubetas metálicas con agua, aunque en su caso las equilibraba usando un raro palo de madera. Sin una palabra de advertencia, el extraño dio un gruñido de batalla y lanzó los baldes hacia su cabeza.

El inofensivo líquido le causó un temor más real, pero en lugar de cubrirse, su cuerpo se movió por sí solo, dando un increíble salto en vertical para evadir el problema. Y en una muestra de absurdo equilibrio, uno de sus pies usó el vacío balde como punto de apoyo para un salto más pequeño en horizontal y con eso alejarse del charco en el suelo.

La acrobacia fue más increíble por el hecho de que sus propios recipientes con agua no derramaron una sola gota en toda la maniobra. El extraño atacante ignoró la acrobacia y gritó:

—¡Ranma Saotome, pagarás caro!

—¡Hey! ¿Qué te pasa?

La protesta que le dijo al loco con el palo de madera lo confundió más, las palabras sin duda fueron dichas por él, pero en un tono de voz ajeno. No era su propia voz, sino la de un extraño.

Fue entonces que la segunda persona se colocó frente a él.

Era una mujer, con el largo cabello color azul medianoche, sujeto con un listón amarillo. Usaba un sencillo vestido color celeste y por un instante lo contempló directamente. Sus castaños ojos lo miraban aliviados. Le bastó ese instante para saber que ella era hermosa, pero no de la manera suave y frágil de una flor.

Aquella jovencita era atractiva de la misma forma que una clara y potente cascada de río, transparente, directa y que nunca debía ser subestimada.

—¿Qué tienes, Kuno?

La pluma encantadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora