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Tenía quince años y estaba sentado al fondo de la clase. Mis dos mejores amigos estaban sentados en la mesa ubicada a mi izquierda, pero junto a mí, en aquella silla, no había nadie. Llevábamos apenas dos semanas de iniciado nuestro primer año de escuela preparatoria, cuando la puerta del salón se abrió, y por allí entró la directora, acompañando a una niña. En definitiva, una compañera nueva. Tras decirle un par de palabras al profesor, la directora volvió a salir del aula, cerrando tras de sí, con lo que la niña se quedó al frente de la clase, mirando a nadie en realidad.

-Muy bien, escuchen todos –dijo el profesor, con lo que finalmente todos dejamos de cuchichear, y nos apuramos a mirar al frente-. Tenemos una nueva compañera. Espero todos se lleven bien con ella.

La chica nos dirigió una breve reverencia, y se apuró a presentarse.

-Me llamo Akiyama Kokona, pero pueden decirme Cocona-san.

Aproveché para mirarla detenidamente. No era muy alta, pero tenía porte. Era delgada, y al igual que la gran mayoría de la clase, aún estaba plana como tabla. También tenía unos ojos pequeñitos, pero una mirada severa, que cuando clavó sus ojos en mí, no pude evitar respingar, y tragar, ligeramente asustado.

-Muy bien, Cocona-chan –dijo el profesor, pero ella se apuró a corregirlo.

-Cocona-san –dijo despacio al tiempo que le dirigía ahora a él aquella dura mirada, como si creyese que el profesor no había entendido-. Por favor –añadió, intentando suavizar un poco sus palabras.

Sin que el profesor le diese instrucciones, Cocona volvió a mirar a la clase que seguía mirándola, y tras observar aquellas tres mesas que esta mañana tenían lugares libres, se encaminó en mi dirección con paso firme, hasta detenerse junto a mí.

-¿Está ocupado este asiento?

Yo dije que no, y sin más, se sentó a mi lado durante el resto de las clases.

~*-*-*~

Era la hora del receso. Se suponía que tenía que esperar a mis mejores amigos, Jeongwoo y Haruto, para comer el almuerzo juntos, pero los dos se habían ido a comprar algo al conbini, y yo, incapaz de contener mi hambre un segundo más, me adelanté, sentándome en una banca libre, ubicada en el patio principal de la escuela. Me encontraba sacando mi almuerzo, cuando Cocona se sentó a mi lado. Algo nervioso, dejé de moverme, y esperé. Quizá quería decirme algo...

Sin embargo, Cocona-san se limitó a observarme, en silencio, con aquella mirada dura y enigmática. Me examinaba el rostro con tal detenimiento, que no pude evitar tragar, nervioso. Por un momento pensé que quizá estaba buscando pelea, y si bien llevaba ya casi seis años entrenando tae kwon-do, era obvio que no tenía planeado golpear a una niña.

Seguía preguntándome cuál sería la mejor manera de salir de aquel embrollo en el que parecía ser me había metido, sin tener que involucrar la fuerza física, cuando finalmente, Cocona dijo:

-¿Tienes novia?

-Eh... No –fue todo lo que pude responder.

-Bueno, ahora la tienes.

Y procedió a abrir su bento como si aquella conversación que acababa de ocurrirse fuese la cosa más normal del mundo.

Algo nervioso, y completamente confundido, no pude evitar preguntar:

-¿Al menos sabes cómo me llamo?

-No –fue su sincera respuesta, pero se apuró a agregar-. Pero, ¿acaso importa? Siempre puedo decirte por un apodo lindo... Corazón, bebé...

Bento [A Junghwan x Cocona story]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora