12 • Dame envidia, dame malicia, dame tu atención

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Changbin había acabado de colocar bien su corbata y se acomodó la chaqueta que solía utilizar sobre el chaleco institucional. Tendió su cama y se volvió a acostar sobre ella por un minuto, como si pudiese absorber la energía que la cama tanto le dio en la noche por un instante. Agarró la mochila después y guardó unos porros en el bolsillo pequeño delantero.

—Yendo por otro día de mierda.

Al abrir la puerta de su cuarto, la música del estéreo de su madre resonó desde la cocina con "Voulez-Vous" del grupo favorito de Jisung. Bajó las escalas y fue directo a servirse un poco de jugo de naranja en un vaso. Supo mal luego de haberse lavado los dientes hace relativamente poco, pero se lo bebió todo. Se hizo unas tostadas y le agregó una simple lámina de queso entremedio. Apoyó la espalda en la nevera y observó a su madre fumar en el taburete, meneando la cabeza al ritmo de la canción hasta notar la presencia de su hijo.

—¿Que aún no te has ido a la escuela? —su hijo negó— Anda que se te va a hacer tarde.

—Voy una hora antes, de hecho.

Su madre hizo una mueca disconforme y dio otra calada lenta.

—¿Y papá?

—¡Qué sé yo! —se alzó de hombros, manos y quijada, desquitándose de algún modo personal— ¡Ya, ándate! Vamos.

—¿Por qué me echas si todavía es temprano? Papá dijo que me arreglaría la maldita ventana de mi pieza.

—¿Y qué tiene de malo tu ventana?

—No se cierra, se desencaja —se acabó el pan restante de una mordida para apresurar su huida.

—¿Y qué? ¿No has intentado tú mismo arreglarla? Eres hombre, házlo.

Changbin parpadeó incrédulo, sintiendo la presión de las ideologías de su madre que él creía erróneas. Estaba hastiado de que su madre le encontrara solución a todo por su género, y pensaba en que, si hubiese sido mujer, tal vez las circunstancias cambiarían tan solo un poco.

—¿Y si no sé arreglarla?

—Entonces te buscas otro lado adonde dormir —le quitó importancia.

—Entonces, ¿sí puedo dormir en alguna habitación de huéspedes?

—Te dije que no, Changbin —endureció.

—¡¿Entonces, en dónde carajos duermo?!

—¡Yo qué sé! ¡En el sofá, en la calle! ¡Donde quieras! Ve tú.

El timbre de la puerta interrumpió las palabras duras de su madre. Esta no se movió para recibir a quien había tocado y continuó acabando su cigarrillo, dejando el humo permanecer por las paredes de la cocina al no tener la ventana abierta.

Changbin soltó un bufido hastiado y se echó la mochila a su espalda para abrir la puerta, encontrándose con Soyeon. Quedó estático por unos segundos antes de pensar en poner un pie afuera, pero la angustia en la cara de la rubia era ingente y se notaba a leguas que venía para algo.

—Déjame acompañarte hasta la escuela —pidió sin siquiera mirarle a la cara, jugueteando con sus guantes tejidos por su amigo y moviendo incesante su pie.

Changbin suspiró y cerró la puerta.

Verdaderamente, no tenía las ganas de hablar o verle la careta a Soyeon, no después de lo ocurrido. Recordó haberle dado un plazo de una semana para enmendar sus errores lo más que pudiese, y deseaba que así de pronto ella hiciese consciencia. Tenía en mente las dificultades que eso podría traerle a la rubia, pero Changbin no podría soportar mucho más el sucio secreto a su primer mejor amigo.

F.U.C.K • minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora