Capítulo 14

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♡CAPÍTULO 14

Todo en su lenguaje corporal me indica que quiere besarme. Los labios entreabiertos, los ojos puestos en mi boca, su cuerpo aproximándose casi a cámara lenta al mío o el calor que le ha entrado de repente, a juzgar por cómo se afloja el nudo de la corbata como si esta le asfixiase.

Mi deseo por probar sus labios entra en ascenso..., pero William pincha el globo en el que he ido ascendiendo hacia las nubes, hacia el cielo, nubes dispersas y cielo ennegrecido por la nubosidad porque él es todo menos un cielo claro y despejado. Se mueve, apartándose de repente de mí, impidiendo que nos besemos.

Se aparta de mí cada vez que estamos a punto de besarnos cuando claramente él también lo desea. No soy una experta en la materia pero hay gestos y detalles que es imposible no adivinar en una persona luego de tener sexo con ella. Ya sé cómo se ve el anhelo en su mirada, el deseo, y aunque ese empeñe en impedir un beso entre los dos no puede ocultar que es algo que quiere.

No entiendo por qué no podemos besarnos.

–¿William...?

–¿Creías que iba a besarte? –me interrumpe. Pronuncia esas palabras mostrando su radiante sonrisa cínica. Parece otro hombre muy diferente al de hace cinco minutos –. No seas ilusa, Valerie, porque eso no va a pasar.

Aprieto los puños enterrándome las uñas en las palmas de las manos, furiosa. ¡Menudo imbécil!

–Eres...

Me muerdo la lengua en cuanto él se pone recto y alza una ceja. Esa ceja levantada en advertencia de mirada peligrosa.

–¿Decías? –me reta –. En cualquier caso, que lo desees es fascinante ¿no crees? Yo no me equivocaba.

Bajo la mirada en respuesta, negándome a contestarle lo que merece. No tiene sentido darle lo que quiere, y lo que quiere es una oportunidad para castigarme y no se lo voy a poner más fácil de lo que ya lo hago.

–Bien. Llevo veinticuatro horas despierto –dice, recogiendo su iPad del sofá –. Es tarde, así que será mejor que nos vayamos a dormir.

Asiento, todavía con la rabia inundándome el sistema nervioso.

Desaparece de mi campo de visión en cuestión de segundos, y yo vuelvo a quedarme con las ganas de probar su boca al mismo tiempo que en mi mano pica la necesidad de abofetearlo.

Me mata la contradicción que se ha erigido dentro de mi propio cerebro, imponiéndose a cualquier posibilidad de raciocinio. Es absurdo esto que siento, sin embargo, me veo incapaz de hacer nada por evitarlo. De hecho, no creo que haya nada que yo pueda hacer para evitar sentirme como me siento. Y me da rabia notar el cosquilleo de la necesidad en mi bajo vientre cuando su aroma sigue invadiéndome las fosas nasales, flotando en el aire como si aún estuviese sentado a mi lado. Cosquilleo que dudo que él sienta porque no ha mostrado el más mínimo interés en acostarse conmigo tras tantos días lejos, y me pregunto si es porque ya ha venido más que surtido de placer con Michelle.

Me asquea la necesidad sexual que vive encendida dentro de mí pero, como todo lo demás, es algo que tampoco puedo evitar, y he de aprender a vivir con todas mis contradicciones porque no parece que se vayan a ir pronto.

Mis vacaciones de ejercicio acaban antes de lo esperado, pues a la mañana siguiente de llegar William de Japón ya me está levantando para ir a correr.

Qué poco dura lo bueno.

En silencio, avanzamos varias manzanas. Y un buen rato después estamos tranquilamente haciendo el camino de vuelta hasta que, inesperadamente, nos encontramos con Michelle saliendo de un gimnasio.

ArrodilladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora