CAPITULO 58:

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ACTUALIZACIÓÓÓÓÓN

GRACIAS POR ESPERARME

ESPERO LO DISFRUTEN

MONI Y ANDREW EN MULTIMEDIA

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--No me golpees.

Volteó a verla ante esas palabras, y se quedó de hito en hito. Arrodillada en posición sumisa, con las manos en la cabeza.

¿Qué le había pasado?

--¿Mónica?

No levantó la cabeza, y la vio temblar.

--Por favor no pegues--balbuceó--pro... prometo no volver a salir sin tu permiso, ni volver a ver a Flor si eso es lo qué crees mejor para mí. Pero por favor no me pegues. No quiero pasar por lo mismo.

El corazón se le paró en el pecho, viéndola en esa posición. Quizás la misma qué su marido la obligaba a hacer, para verla humillada. Para lastimarla. Ató cabos en su cabeza. Le había gritado por llegar tarde, y también había alzado las manos al cielo. Pero era por la impotencia y el temor de qué a ella le hubiese pasado algo. Porque en el tiempo qué estuvo tratando de contactarla, el oficial de la policía de Los Ángeles lo había llamado para informarle qué era muy posible en un 90% qué Adolfo se encontrara en Nueva York, ya qué habían visto a alguien con sus características, en una estación de buses de Maryland, hacía cuatro días más o menos.

Eso, más no tener información de su Monita, lo había vuelto loco.

Y ahora caía en cuenta de qué había sido ella la qué lo pagó caro, creyendo qué el la golpearía como su ex marido, por no hacer lo qué se le pedía. Ya la tenía delante de sí, completamente horrorizada y temblando. Pensó qué hacer para calmarla, y lo único qué se le ocurrió, fue ponerse de rodillas con ella. Tal vez la obligaban a esa postura para humillarla. Si la imitaba, le demostraría qué estaban al mismo nivel. Qué ella no era inferior. Pero cuando sus rodillas se rozaron, ella se echó hacia atrás, con un pequeño gemido.

--Cariño...

Se le arrugó el corazón en el pecho. Qué daño le habían hecho, qué a pesar de todo lo qué él le había ayudado a sanar, cualquier cosa le recordaba ese pasado doloroso y la hacía seguir teniendo miedo.

--No... no quiero más golpes. No de ti--sorbió por la nariz, aun con la mirada gacha

--Yo no voy a golpearte, Moni. ¿Por quien me tomas?--rompió a llorar, cubriéndose el rostro--jamás te golpearía, por Dios.

Cauteloso, extendió una mano para rozarla, sin asustarla.

--Eres mi esposa, por todos los cielos. Imposible hacerte daño a ti. O a cualquier otra mujer--ella lloró, y él sintió sus propias lágrimas en las mejillas--pero me asustaste. No sabía donde estabas, y tampoco contestabas. Me angustié.

--Te... te vi con las manos en alto. Creí... qué ibas a golpearme.

--No, mi amor--se acercó un poco--eso nunca.

--El... él también se enojaba porque yo salía sin decirle. Porque salía con Flor.

--Y tienes todo el derecho a salir. Ni permiso tienes qué pedirme--se limpió las lágrimas, para poder verla bien--tu eres libre. Nuestro matrimonio no es una jaula ni cadenas. Pero ese hombre anda suelto y me asusté. Sentí impotencia porque no me dijeras donde estabas y me temía lo peor. No porque sintiera rabia por verte salir y divertirte.

Ella lo contempló en silencio, sorbiendo por la nariz. Esos hermosos ojos brillantes por las lágrimas.

--Entonces... no estás molesto conmigo, ni quieres hacerme daño.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora