S I L V I A
Extendió la mano y agarró la mía. Lo dejé sostenerla mientras mantenía una mano en el volante. Me sorprendieron las revelaciones que había hecho. Había creído la historia de Jacob. ¿Por qué no lo haría? No era como si fuera el primer niño abandonado. Fue el primero que conocí que llevaba un peso tan grande en el hombro, pero sucedió. Ahora que conocía la historia real, todo cambió. Había estado llevando el secreto de mi embarazo con la suposición de que Jorge sería un padre horrible.
Ahora no estaba tan segura de eso. ¿Y si fuera un excelente padre? ¿Cómo podría mantener a otro niño lejos de él? Había cruzado todo el país para mudarse y había renunciado a su vida en California para estar con su hijo.
Eso decía algo sobre su persona. No podría ser tan malo.
Aún así, tenía reservas. No se había comunicado durante más de dos meses. No estaba segura de si realmente me extrañaba o si extrañaba el sexo. Tenía que saber si esa conexión todavía estaba allí. El fin de semana fuera sería exactamente lo que necesitaba para saber qué hacer a continuación. Apreté su mano, feliz de pasar tiempo con él y en el fondo, esperaba que saliera bien y pudiéramos encontrar la manera de estar juntos.
El resto de nuestro viaje transcurrió en silencio con la mención ocasional de algo sobre el paisaje. A diferencia de los primeros veinte minutos, fue un silencio fácil y sin tensión. Sabía que estaba completamente perdida en mis propios pensamientos e imaginé que él también. Conducir por el campo tiende a hacer que una persona sueñe despierta.
-Esto es todo -dijo, entrando en una gran cabaña.
-Es maravilloso -dije, gratamente sorprendida.
-Vamos a registrarnos y luego podemos ir a comer algo. -dijo, saliendo del auto.
Entramos y fuimos recibidos por un joven que llevaba auriculares alrededor del cuello y parecía completamente fuera de lugar en el ambiente rústico.
-Buenas tardes. ¿Desea registrarse? -Preguntó.
-Así es. Reserva para Salinas -respondió Jorge.
Miré alrededor de la sala de estar que estaba decorada con sofás y un par de sillas frente a una gran chimenea de piedra. Se veía muy cómodo y acogedor. Jorge apareció a mi lado, tomando mi mano en la suya mientras caminábamos para tomar nuestras maletas.
-¿Cómo encontraste este lugar? -pregunté.
-Por Internet. Puedes encontrar cualquier cosa en Internet -dijo con una sonrisa.
Llevamos las maletas a nuestra habitación, pero en vez de pasar el rato en la gran cama con dosel, bajamos por las escaleras. No estaba lista para saltar a la cama con él. Aún no.
-Vi una señal sobre un jardín de rosas, ¿deberíamos echarle un vistazo? -pregunté.
-Sí. -respondió.