Capítulo 43: Fuerzas de la luna

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Nolmaria

Tras haber combatido a incontables salvajes y protegido a los pocos civiles que no habían conseguido refugio en sus casas durante el incidente, el cansancio ya comenzaba a notarse en el abnegado Murkrow y el valeroso Exploud. Hank apenas había dejado de aletear y recién ahora podía tomarse un respiro, aunque la incertidumbre de saber que había sido de sus compañeros le angustiaba de sobremanera.

Ocultándose en un callejón discreto, Hank y Chuck lograron descansar unos minutos antes de volver a ser encontrados por las aparentemente inacabables hordas de Rattatas, Nuzleaf y Taraountulas que habían invadido el pueblo. Los Zubat tampoco dejaban de incordiar desde las alturas, a pesar de que eran abatidos con facilidad por los ataques sónicos del Exploud. Corriendo a la desesperada, ambos pokémon se dirigieron a la zona sur del pueblo, donde al parecer no había tantos enemigos. Sobrevolando levemente los techos, Hank no pudo evitar sentir un escalofrío al ver como varios salvajes se apiñaban más adelante, incluso acompañados de sus formas evolucionadas. Lo peor era que varios Spidops se afanaron en colocar una densa red de hilos entre las casas, convirtiendo la calle en una trampa letal para el primer incauto que pasara por ahí.

—¡El camino fue bloqueado! —informó Hank entre jadeos posándose junto al Exploud que acaba de tumbar a un pequeño Rattata de un derechazo—. Un montón de salvajes nos aguardan más adelante.

—¡Maldición! —musitó el tipo normal—. Ese es el único camino que nos quedaba.

—Me temo que ya no podemos alejarnos hacia el sur. No nos queda más alternativa que subir la colina.

—¡Para ti es fácil decirlo! Puedes volar y llegar en un santiamén al cuartel.

—Ni tan fácil mi amigo —afirmó el tipo volador evidentemente ofendido—. Con todos esos Zubats rondando, volar no es una cuestión tan sencilla.

—¡Excusas! —espetó el Exploud al Murkrow después de despachar a dos Raticate y varios Zubat con su vozarrón—. ¡Todo este desastre es culpa tuya en primer lugar!

—¡¿Qué quieres decir con eso?! —respondió Hank evadiendo los hilos de un Spidops y aturdiéndolo con su ataque ala.

—¡Se supone que tú y los centinelas vigilaban las entradas del pueblo! Es evidente que no hicieron un buen trabajo.

—¡Disculpe usted por no poder contener a incontables hordas de salvajes enfurecidos!

—¡Ustedes los centinelas son un atajo de inútiles! ¿Lo sabías?

—Esto no tiene nada que ver con...— las palabras de Hank fueron interrumpidas por dos Golbat que se abalanzaron simultáneamente contra el tipo siniestro, tirándolo al suelo donde rápidamente le hincaron sus furibundos colmillos.

Chuck soltó un bramido amenazador y corrió a intentar ayudar al pájaro, pero tres Spidops lo emboscaron desde los tejados y lo inmovilizaron por completo con sus disp.demora. Pronto, decenas de Tarountulas, Rattatas y Zubat se enjambraron a su alrededor. Todos ellos gruñendo y chillando, con esos inquietantes ojos cubiertos por un brillante resplandor rojizo.

Creyendo que sería su final, ambos pokémon se debatieron con todas sus fuerzas contra la ingente cantidad de enemigos, cuando un inesperado rayo cayó sobre sus oponentes, fulminándolos por completo. De un empujón, el Exploud se quitó de encima a los derrotados tipo bicho y se encontró con un Dragonite ayudando a levantarse a un bastante alicaído Murkrow. Parecía estar envenenado, a juzgar por el mal aspecto de su rostro.

—¿Todo bien Hank? No tienes buena cara, mi amigo —dijo el tipo dragón—. Quizás debas descansar por el resto de la noche.

—¿Aeryl...? Oh... no, no puedo ir a descansar. ¡No en medio de una emergencia como esta! —las palabras del Murkrow eran sinceras, pero solo había que mirarlo para saber que de un momento a otro caería inconsciente.

Pokémon Ausvandel: La academia PlateadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora