Watching the life of Amy and Harry Potter. Turning us into dust

LA DECISIÓN

-¿Papá? -dijo Amy Potter con un hilo de voz, que tan solo pudo ser oído por todos debido al silencio sepulcrar que se había apoderado del Gran Comedor, y ojos azul claro brillantes por las lágrimas que se acumulaban en ellos, mientras sentía que no podía respirar y que su corazón se encojía con dolor.

Nadie más dijo nada, nada más siguió a las palabras de Amy más que una lágrima suya.

Entonces Amy apartó la vista de su padre y los pudo ver, pudo ver a todos, a todas aquellas personas que ella había estado viendo durante años en forma de recuerdos viejos en donde los protagonistas tan sólo eran fantasmas. Había crecído con ellos, ella era el único testigo de todas sus aventuras, ella lo sabía todo de cada una de esas personas, de las personas que tanto había querido y adorado todos esos años en donde cuando ya no tenía ningún apoyo, ellos seguían allí, vagando por sus ojos y mente; James Potter, Lily Evans, Sirius Black, Remus Lupin, Peter Pettigrew, Marlene McKinnon, Regulus Black, Barty Crouch Junior, Dorcas Meadowes, Mary McDonald, Alice Fortescue, Frank Longbottom, Evan Rosier y Pandora Lennox. Había cientos de personas allí, el número exacto de la capacidad de dos Grandes Comedores, sin embargo ella solo pudo verlos a ellos; ellos eran su mejor secreto, la razón por la que había perdido la cordura y por la que la había mantenido después de todo.

Aquel Comedor era un auténtico océano de emociones revueltas: Amy sintió que no podía respirar, sus manos comenzaron a temblar y su cabeza daba vueltas, sus oídos tan solo conseguían escuchar un agudo pitido y por más que sus pulmones intentaban llenarse de oxígeno tan solo se encogían más y más hasta que sus ojos comenzaron a ver borroso; Harry se encontraba confundido, eufórico y apenado a partes iguales, él conocía muy bien a dos personas, a Lily y James, a sus padres, y a pesar de no poder reaccionar un par de lágrimas escaparon de sus ojos provocando que sus gafas se empañaran; Molly jamas había sentido tal dolor y alegría a la vez, estaba viendo a su luz, a sus dos hermanos que perdió tiempo atrás en la guerra. Emociones como estas llenaban el Gran Comedor.

Nadie reaccionó, algunos como Remus, Amy, Molly o Minnie lloraron, pero nadie reaccionó. Por ello, Hécate intervino dando un par de palmadas al aire, pero no obtuvo ningún tipo de resultado.

-¿Amy? -preguntó Hécate a Amy al ver que la pelirroja estaba a punto de colapsar, y por el bien de todos era mejor que aquello no pasara.

Fue eso lo que consiguió sacar a Hermione de su ensoñación. Pocas personas sabían de lo que Amy era capaz, pero esas pocas personas también sabían que era mejor no presenciarlo.

-Ams -llamó suavemente Hermione a su amiga, mientras la agitaba débilmente, pero al igual que Hécate no obtuvo resultado.

-Oye, señora flotante ¿qué demonios está pasando? - por el Gran Comedor resonó nada más y nada menos que la voz del mismísimo James Potter.

Los viajeros del tiempo quedaron realmente sorprendidos por lo ocurrido pero no conmocionados, debido a que ellos no reconocieron a las personas que se encontraban en frente suyo, y de haberlo hecho apenas pudieron verlas entre tantas personas. Por eso nada les evitaba empuñar sus varitas y hacer preguntas.

-¿No ha escuchado a mi amigo? Primero hizó fiuuum y luego pumm y luego vualá -apoyó Sirius a James, acompañando a sus palabras con grandes gestos y movimientos de manos que acabaron con sus brazos abiertos de par en par mientras movía enérgicamente sus manos como si estuviera bailando jazz.

-Parar de hacer el estúpido -les susurró Remus, entre asustado e intrigado, quien no dejaba de mirar a Hécate intentando recordar de dónde la reconocía.

-Oye, ¿esa tarta no es nueva? -susurró ahora Peter a sus tres amigos mientras todos dirigían su vista al postre que Peter señalaba.

-Quiero probarla -gritaron James y Sirius a la vez después de comprobar que Peter tenía razón y que ellos jamás habían probado aquel postre.