Beso ¿ideal?

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Cuarta parte:

Beso ¿ideal?

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El curandero del pueblo le hizo todos los exámenes imaginables a Aruh. Después de pincharlo con espinas, ramas y aguijones de dulcoras, untar su cuerpo con diversos aceites, beber grumosas pociones, consultar su carta de estrellas y orar por una noche completa con los inciensos tradicionales, lo declaró una de las personas más sanas de la aldea.

El joven hubiese escapado hacia su hogar, de no ser por el fornido y mal encarado guardia que cuidaba cada paso que daba en la casa del jefe de la aldea. Al final su rostro de piedra se movió solo lo necesario para decirle:

—Espera a tu familia aquí, llegarán en cuanto terminen de hablar con el narrador.

La tranquilidad por saber que su familia estaba cerca no alejó las preocupaciones de Aruh. Había salido por la mañana a comprar harina, se entretuvo escuchando uno de los viejos relatos para niños y después de eso... despertó para ser examinado hasta el hartazgo por el curandero. Había un espacio en blanco y sentía un serio dolor de cabeza cuando trataba de recordar.

La adornada puerta de madera se abrió y entraron sus padres y hermana con miradas sombrías en los rostros. Incluso Rámih se veía inusualmente seria. Momentos después, el jefe de la aldea y el anciano narrador se unieron a las personas reunidas.

Tratando de romper con todo ese ambiente sombrío, Aruh dijo:

—¿Podemos irnos a casa ahora? El curandero ya me dijo que estaba bien.

—El curandero te declaró en buen estado, joven Aruh, pero eso solo quiere decir que los peores síntomas han pasado. Nuestro sanador no puede curarte de lo que tienes.

—¿Sanarme?— preguntó Aruh confundido, pero si me encuentro perfectamente bien.

—No lo estás, padeces algo muy serio.

—No es cierto.

—Lo es.

Aruh sentía como si la habitación se encogiera, las miradas consternadas de su familia tampoco ayudaban a sus temores. Como si fuese una especie de desafío, gritó:

—¡No tengo nada, mi 頭 está bien!

Su madre le preguntó preocupada:

—¿Qué acabas de decir?

—Dije que mi cabeza está bien.

Rámih replicó de inmediato:

—No es cierto, dijiste que tu "tou" estaba bien.

—¿Qué significa "tou"?

—No tengo idea, tú lo dijiste.

El narrador se aproximó y como si hablase con uno de los niños en la fuente le preguntó al joven.

—¿Qué es lo último que recuerdas antes de despertar aquí?

Aruh miró a las personas reunidas esperando que todo fuese algún tipo de error, pero el silencio lo obligó a meditar. Cuando trataba de recordar el faltante su cabeza, dolía, mucho.

El narrador se sentó frente a Aruh y dijo:

—No te esfuerces, te daré las respuestas que pueda, en la medida de mis capacidades. En primer lugar, debes saber que yo y mis compañeros narradores, tenemos el deber de repetir la vieja leyenda de la pluma encantada para entretener a las personas, porque para casi todos resulta un simple cuento sin mayores consecuencias. Pero en el caso de algunas personas al azar, el relato despierta recuerdos de un pasado distante, ecos de vidas lejanas. La vida de los enamorados del relato. Sí, el héroe y la doncella una vez estuvieron vivos y su aventura fue una batalla feroz en la que triunfaron. Las personas tocadas por los ecos son elegidos para lograr un milagro. O al menos eso es lo que cuentan.

La pluma encantadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora