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Pov L 

J no respondió mi pregunta, pero ¿Quién soy yo para desearlo después de que tuve un ataque de pánico cuando ella me lo preguntó primero? En cambio, me agarró del brazo y empezó a caminar con determinación hacia su portería. Por más que trataba, no podía dejar de mirar lo que traía puesto. Entramos al edificio y, sin soltarme, le dio las gracias al guardia. Subimos al ascensor y, aún sin soltarme, presionó el botón que marcaba el décimo piso, su piso. Salimos y abrió la puerta de su apartamento sin soltarme. Entramos, cerró la puerta de un golpe y entonces, solo entonces, me soltó. 

Sacó su celular y enseguida puso Sleep on the Floor de The Lumineers. Dejó su teléfono de vuelta en la mesa de la cocina y cuando estaba otra vez delante de mí, resuelta, puso ambas manos sobre mis hombros y empezó a dirigirme para que caminara hacia la dirección que ella quería. Su mirada era sentimental y mi corazón empezó a latir más fuerte. Entramos a su cuarto, yo caminando en reversa y ella guiándome de frente, cuando me presionó con cuidado los hombros hacia abajo para que me sentara en la cama. Le hice caso sin dudarlo. Me miraba con un amor infinito, y con suavidad acerqué su cuerpo al mío. Tenerla tan cerca con la luz del día parecía una experiencia casi utópica. Sus ojos tenían una luminosidad nueva y el sentimiento era desconocido. De solo mirarla me daban ganas de llorar. Rocé sutilmente sus piernas y se sentó en las mías. Llevé ambas manos a su cara y mientras una consentía su pelo, la otra rozaba sus labios.

—Te amo.

Intenté hablar, pero J no me dejó terminar, sus labios vacilantes tocaron los míos. Había en ellos una urgencia que combinaba con la mía. Enseguida le correspondí. Me besaba con dulzura hasta que deslizó su lengua sobre el labio inferior de mi boca. Me recosté hacia atrás. Se inclinó sobre mí, tragué saliva antes de que volviera a besarme, y cuando lo hizo fui yo quien profundizó el beso. Acomodó sus piernas invitándome a seguirlas y deslicé mis dedos con sutileza sobre sus rodillas. Apartó los mechones de su pelo aún húmedo que habían caído sobre mi rostro y susurró sobre mis labios cerrando los ojos:

—Te amo, te amo, te amo.

Mientras su cuerpo se acercaba lentamente al mío, mis manos se deslizaban para marcar un recorrido: su cuello, su espalda, su cintura. Mis manos se detuvieron al tocar el borde de su vestido. Su mano derecha se deslizó en subida por mi brazo ("Te deseo, te deseo, te deseo", pensé), mientras ella depositaba un beso en mi cuello. Quitó su boca dejándome antojada. Abrí mis ojos y encontré que los suyos examinaban con ganas mis manos en sus piernas. 

Se me cortó la respiración cuando, con la mano que tenía libre, J se empezó a subir con insoportable lentitud un costado del vestido. Se lanzó a mi boca exigente y su mano mientras

tanto tomó la orilla de mi camiseta ("T-e d-e-s-e-o t-a-n-t-o", pensé). Aproveché el momento para volver a tomar su rostro y besarla por milésima vez. Intensifiqué el beso y, mientras lo hacía, ella llevaba sus manos hacia mi espalda. Besé su sonrisa de picardía al darse cuenta de que mi mano izquierda había subido por su pierna.

Nos derretimos.

Estoy segura de que en ese instante olvidé por completo la manera adecuada en que un ser humano logra respirar. Al día siguiente cuando iba a vestirme, J me había dejado esto en los Jeans:

Tuya.







Sí, si es contigo (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora