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nota: esto tiene un poco de akuhigu (por eso los puse en una etiqueta), aunque es muy superficial ya que no lo escribí pensando en ellos

abajo de todo hay una segunda nota, sólo yo hablando del final del manga y de la peli de beast (que no vi), así que pueden saltarla


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Era el final del verano, o el inicio del otoño. La mitad de los árboles permanecían verdes en ese parque; la otra mitad ya tenían sus hojas pintadas de rojo, naranja y amarillo, y las perdían con el viento.

Chuuya estaba sentado en una banca. Tenía muchas ansias de fumar, pero no quería el olor del humo en sus ropas, pues debía volver al trabajo pronto.

Higuchi (una muchacha que había entrado a la mafia hacía relativamente poco y que fungía de su guardaespaldas personal) se hallaba de pie a su lado, en silencio como él, mirando los alrededores.

No había mucha gente allí, quizá porque era día de semana, al sol de la tarde le quedaban pocos minutos y estaba algo fresco. Además de ellos, sólo se veían dos o tres parejas, un grupo de adolescentes, un hombre pelirrojo que fumaba como si no hubiera un mañana y, cerca de él, un pequeño ejército de niños jugando con un balón, casi todos de la misma edad, excepto uno.

Chuuya conocía a ese chico, sólo de vista y porque había oído hablar de él muchas veces. Lo había visto por las cámaras de seguridad aquel día y, desde entonces, nunca dejó de escuchar su nombre entre los pasillos de la mafia, siendo pronunciado siempre con odio, si no era con temor.

Pues era el mismo que se atrevió a entrar solo a la sede, acabó en un instante con todos los hombres de los primeros pisos y se enfrentó a la bestia que Dazai hubo entrenado por años.

Y salió ileso.

Chuuya nunca había conocido a nadie tan imbécil y temerario, además de..., bueno, Dazai.

Pero Dazai había muerto el mismo día que Chuuya vio a este chico, Akutagawa, por primera vez, y ya no había nada que pudiera hacerse.

No era agradable pensar en eso, saber que él había estado presente en el momento justo, que había visto los últimos segundos de Dazai y había oído sus últimas palabras (si es que Dazai hubo dicho algo antes de morir, cualquier cosa) y Chuuya no.

No había estado y nunca pudo encontrar razones, nunca entendió.

Chuuya necesitaba culpar a alguien (dirigir todo su enojo contra otra cosa que no fuera él mismo, fingir que era puro odio lo que sentía y no algo tan patético y terrible como el dolor), así que culpó a toda la Agencia.

Siempre había odiado a Dazai, desde lo más profundo de su ser. Pero había sido el jefe y Chuuya, como su escolta, había fallado en el único propósito que lo ataba a él y que era mantenerlo con vida.

Ahora, lo menos que podía hacer era vengarlo.

—Higuchi, enciéndeme un cigarrillo. —De repente había cambiado de idea.

—¡Enseguida, jefe!

Chuuya hizo un sonidito de disgusto ante la estridencia de sus palabras, mas no dijo cosa alguna y esperó.

Solía pedirle a la chica que se quedara con los paquetes que compraba para no terminarlos a todos de un tirón. En resumen, para controlarse. Y para considerar (en ese tiempo ridículamente largo que ella se tardaba buscando las cosas) si valía la pena que todo de él apestara durante el resto del día; cabello y sombrero incluidos. No le funcionaba muy bien esa práctica o lo que fuera, a decir verdad, pero al menos hacía el intento.

working for the knife | chuuakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora