{Capítulo 35}
SIGH
Corrí por las escaleras para alcanzar a Thunder pero este caminaba mucho más deprisa y si me escuchaba, parecía ignorarme. Probablemente me odiase por seguirlo, pero me fue indiferente. Decidí tomar el ascensor y así logré llegar a tiempo. Justo cuando este estaba a escasos segundos de entrar en su vivienda, abriendo su puerta incluso, subí las pocas escaleras hasta él.
—Déjame pasar —le insté, tomando su brazo.
—Sigh, está bien... —Intentó tranquilizarme él girándose hacia mí y forzando una sonrisa de todo menos genuina, mucho menos verdadera.
—Por favor.
Thunder me estudió el rostro por unos segundos, y poco convencido, asintió levemente y se hizo a un lado para dejarme pasar primero. Tragué saliva, y respiré de forma irregular. Ni sabía por dónde empezar. No sabía cómo disculparme con él por la manera en la que Raider lo había tratado.
—Todo recto. Puedes sentarte donde quieras.
Inspeccioné la vivienda con curiosidad, aunque mi insistencia por hablar con Thunder no me permitía pensar en otra cosa que no fuese él.
Me senté en el sofá grande, muy similar al que teníamos nosotros, y este se sentó a mi lado, aún guardando las distancias.
—Lo siento, Thunder, de verdad. No tenías por qué haber escuchado todo eso...
—Sigh, sabes a la perfección que tú no tienes que disculparte de nada —me respondió él, tranquilo, extrañamente calmado—. ¿Sabes? No conozco a Raider, ni creo que algún día tenga la oportunidad de hacerlo... Pero independientemente de nuestra pequeña disputa, nada de lo que ha dicho es mentira.
—Qué estás diciendo, Thunder... —Me vi a mí misma diciendo, bajando el tono y enarcando ambas cejas.
—No solo sois Xander y tú en el grupo, Raider también está en su pleno derecho de decidir quién entra y quién no —explicó él, dándose por vencido—. Y yo no soy bienvenido.
—Me es indiferente lo que piense. ¿No lo entiendes, Thunder? —solté bruscamente, sus palabras no tenían ni pizca de sentido.
—¡Claro que lo entiendo! —dijo él elevando el tono aunque poco después regresó a su recurrente sosiego a la hora de dirigirse hacia mí—. Claro... que lo hago. Pero por mucho que tú lo creas así, Raider no me quiere ahí.
—No tiene ningún motivo para no quererlo. S-solo... estaba siendo impulsivo —intenté convencerle, aunque este me sonrió perezosamente.
No me creía.
—Sigh, de una forma u otra sabes que no va a poder ser —comenzó a decir, ladeando la cabeza y sosteniéndome la mirada con mimo—. Tarde o temprano nos enfrentaríamos de nuevo y lo último que quiero es perjudicar a vuestra banda. ¿Lo entiendes, verdad?
—Thunder, cuando Xander me contó todo, casi derramé mi café encima de mí. Me pilló por sorpresa, fue algo repentino. —Sentía que le debía una explicación por lo que le conté todo de principio a fin—. La banda es algo tan personal, de tantos años..., que la simple idea de añadir otro integrante al grupo me hizo dudar. Pero hasta ahora, Thunder, lo único que tú has logrado transmitirme ha sido tranquilidad, diversión...
El rubio alzó su mirada de sus anillos y la claridad de sus marrones ojos penetró sobre mí, tenía esa capacidad para hacerlo.
Con su simple presencia respiraba con dificultad, aunque también lograba transmitirme cierta paz.
—¿Así que te divierte que te llame pelirroja? —inquirió él ladeando media sonrisa perversa. Eso era lo que Thunder siempre conseguía hacer.
—¿De verdad que de todo mi discurso tenías que quedarte con esa parte? —Fingí enfadarme aunque con él se me hacía difícil—. No me suelo abrir con muchas personas, agradece este momento porque dudo que vuelva a ocurrir.
—Un servidor se encargará de ello —me aseguró él, muy seguro sobre sus palabras—. Puedes estar tranquila, aunque no esté en la banda, nos veremos por los pasillos si no tienes mucho trabajo o yo mismo iré a buscarte.
La mera afirmación me hizo reacomodarme en el sitio y tragar saliva.
Me vio poco convencida, pero lo siguiente que dijo —la determinación con la que lo dijo— consiguió relajar de cierta manera mis hombros.
—No vas a perderme de vista, Sigh.
«No vas a perderme. No a mí».
Fue todo cuanto leí en sus ojos. La manera en la que aquellas palabras salieron de sus labios y se aferraron a mí con fuerza.
ϟ ϟ ϟ
Desconocía el por qué, pero aquellas palabras removieron algo dentro de mí. Puede que Thunder notase que aquello me había afectado más de lo normal dado que se acercó algo más a mí y posó sus manos en mis rodillas, trazando círculos tranquilizadores con sus pulgares en estas.
—No me voy a ir a ninguna parte, pelirroja —me dijo este esbozando una amplia sonrisa. Noté cómo su mirada se suavizó. Transmitiéndome esa calma familiar.
—Lo sé, lo sé... —respondí, algo más serena gracias a él y a la tranquilidad de sus palabras—. Además, aún sigo esperando a que me pidas que haga el dueto contigo.
Unas milésimas de segundo después de decir aquello, este paró de hacer círculos en mis rodillas y su mirada atravesó la mía, feroz e intensa. Enarcó sus cejas y su rostro fue inundado por numerosas emociones que no supe descifrar con detalle.
—¿L-Lo harías? —inquirió este bajando el tono, aunque seguía manteniendo el tono grave de su voz presente—. ¿Es..., es en serio, Sigh? —Que tuviese que preguntarlo de nuevo para cerciorase de que lo decía en serio me hizo reír.
Podía ser tan narcisista para algunas cosas y tan inseguro para otras...
—¿De verdad lo preguntas? —Alcé una ceja y negué con la cabeza—. Sí, por supuesto que sí —le aseguré ladeando media sonrisa sincera.
Este me sostuvo la mirada y seguí sin encontrar aquellos pensamientos que estarían cruzando en estos momentos por su mente.
—No sé si voy a estar a tu altura... —soltó entonces, doblándose en cierta manera y jugueteando con sus anillos de nuevo. Esta vez no me miraba a mí, sino a su guitarra que aún yacía sobre el suelo. Ni siquiera le había dado tiempo a sacarla para colgarla de los soportes que había en todas las viviendas para estas. A pesar de que muchos no tocasen el mismo instrumento, mis abuelos se aseguraron de que todos tuviésemos unos enganches para colgar nuestras guitarras en la pared.
—Ni siquiera me has escuchado tocar —respondí sincera, observando el movimiento repetitivo que siempre hacía al juguetear con sus anillos. Giraba todos y cada uno de ellos y a veces acariciaba los relieves de los mismos.
No era algo que no hubiese visto antes, yo también tenía por costumbre mantener mis manos relajadas acariciando mis anillos cuando la situación me sobrepasaba o no tenía qué hacer.
—Digamos que tengo ciertas expectativas. —Y ahí fue cuando Thunder narcisista regresó con ímpetu y con ese poder característico suyo. Se giró para echarme un vistazo rápido y me guiñó un ojo, astuto, sabiendo lo que hacía, lo que provocaba en el resto con un simple gesto.
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Eléctricos suspiros
Teen FictionThunder, su nombre era Thunder Iversen. Él llegó a Quebec, Canadá, para empezar una nueva vida, un nuevo comienzo. Tenía carisma, y le sobraba talento. El músico decidió no pasar desapercibido y así lo hizo con sus cientos y muy peculiares tatuajes...