{Capítulo 37}
THUNDER
Sigh iba muy en serio cuando dijo que empezaríamos hoy mismo.
Lo que no esperaba era estar despierto hasta la madrugada ensayando con ella.
Cuatro horas. Cuatro horas llevábamos ensayando. Por culpa de mi estúpida idea de cantar en las audiciones con el único fin de que Sigh al fin encontrase parte de su felicidad ahí.
Aunque agradecí pasar todo ese tiempo con ella, tuvimos tiempo para hablar de... todo.
Conocernos mejor.
Teníamos tanto en común —y tan poco a su vez— que nos complementábamos de una extraña y peculiar manera que me hacía pensar que la conocía de muchos años.
—No me puedo creer que lograses colar a Xander en tu casa sin que tus abuelos se enterasen... Sin que tu abuelo, en concreto, se enterase—respondí ante una de sus muchas anécdotas junto al pelirrojo. Este era un completo payaso, burlón y dicharachero. No tenía vergüenza, y Sigh había sido muy afortunada al tenerlo a su lado. Eran polos opuestos que se habían convertido en los mejores amigos que ya se consideraban hasta familia.
—Ya, a día de hoy tampoco sé cómo no nos descubrieron, y más aún sabiendo lo mucho que habla el pelirrojo —explicó ella y yo la entendí al instante—. No es que sea alguien que puede mantenerse en silencio por mucho tiempo, como habrás podido comprobar.
Esta rodó los ojos y yo sonreí en respuesta.
—¿Así que vivías en casa de tus abuelos antes de mudarte con Xander a estas viviendas? —pregunté inocente, comenzando a tirar del hilo invisible. Sigh no se abría fácilmente, había podido comprobar. Pero sí escuchaba, era una persona que te escuchaba paciente y se mantenía relajada en esa postura.
—Hum —admitió ella, y noté cómo debatía internamente sobre si parar ahí o seguir hablando—. Antes técnicamente vivía con mi madre..., o eso era lo que ella daba a entender al resto. Pero no te fíes de nada de lo que salga de su boca, me han criado mis abuelos. He vivido con ellos hasta que Xander y yo nos mudamos a una de estas viviendas.
Una verdad.
Me había ofrecido una verdad. Íbamos progresando, lentamente pero paso a paso. Con calma. Estaba claro que a Sigh le atormentaban muchas cosas, pero aún era pronto. Demasiado pronto, me dije a mí mismo.
—Lo siento. —Fue lo único que me salió decir. Sabía que tras esa verdad había mucho más, su lenguaje corporal la delataba.
—No, oye.., está bien —me aseguró ella forzando una sonrisa y moviendo sus manos en el aire, restándole importancia—. Lo último que quiero es que sientas lástima o... pena por mí.
—No lo hago, Sigh, solo siento que hayas tenido que pasar por... eso. Imagino que no ha tenido que ser fácil —expliqué tranquilo.
Me recoloqué en mi sitio y decidí sentarme sobre la moqueta, abrazando mis rodillas.
Ignoré la discreta mirada que la pelirroja echó a todo mi torso repleto de tatuajes de rayos y tormentas que danzaban por cada rincón de mi cuerpo. Mi rostro era el único lugar por donde la tinta no había navegado.
—Bueno, por suerte mis abuelos siempre han estado más que presentes en mi vida. —Carraspeó y colocó una de sus piernas encima de la otra—. De no ser por ellos..., no sé qué hubiese sido de mí —admitió sincera, franca. Me ofreció una sonrisa triste.
—Parecen buenas personas —me salió decir. Realmente lo pensaba, a pesar de las pequeñas disputas con su abuela, estaba seguro de que no habían sido más que unos malentendidos que en un futuro tendrían una sencilla solución.
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Eléctricos suspiros
Novela JuvenilThunder, su nombre era Thunder Iversen. Él llegó a Quebec, Canadá, para empezar una nueva vida, un nuevo comienzo. Tenía carisma, y le sobraba talento. El músico decidió no pasar desapercibido y así lo hizo con sus cientos y muy peculiares tatuajes...