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- Su alteza, le imploro sus disculpas, pero debo de protestar contra la decisión tomada por sus consejeros, me temo que estos mismos están haciendo caso omiso a una probabilidad de suma importancia.
- ¿Acaso insinúa usted que los consejeros, con usted como única excepción, están equivocados? ¿Conoce qué tan delicada es su acusación?
- Discúlpeme su majestad, pero mi deber, como su octavo consejero, es hacerle saber que casarse nuevamente, mientras que la epidemia de viruela no ha sido controlada ni por nuestros mejores doctores, es un riesgo para usted, y por consecuencia, para nuestro imperio. Aceptar a una mujer, es un riesgo demasiado alto, sus enemigos podrían contagiarla con esa horrible enfermedad, y así poder deshacerse de usted.
- He de admitir que tiene usted razón, me decepciona que mis demás consejeros no haya pre visto esa posibilidad, sin embargo - Camina hacia él, sin quitarle la mirada de encima en ningún momento - Me gustaría saber qué propone para resolver este conflicto, las alianzas son necesarias en momentos de guerra como estos.
- Así es alteza, tiene usted toda la razón, y es por eso que mi sugerencia es casar a una de sus hijas lo antes posible, por supuesto, con un pretendiente apropiado, para que así, el imperio obtenga más apoyo militar - Ante el silencio, sus nervios se ponían cada vez más activos, pues temía haber hecho una propuesta equivocada ante el emperador.
- Entiendo, de ser esa su propuesta, entonces le otorgo a usted la labor de encontrar buenos pretendientes para mis hijas, así podré pensar detalladamente si es que vale o no la pena casarlas en este momento; quiero una lista con los nombres de los pretendientes dentro de dos semanas, y yo veré si los encuentro apropiados, puede retirarse.
- Como usted ordene, su majestad.
Trascurrieron las dos semanas, y la noche bella noche daba tranquilidad al palacio, por lo que el emperador Federico II había ordenado una cena con sus dos hijas.
- Princesa, su padre él emperador, ha ordenado que usted junto con su hermana, la princesa Regina Grimhilde, asistan a una cena con él, esta noche.
- ¿Sabes a qué se debe esta invitación?
- No mi princesa, me temo que no cuento con esa información.
- De acuerdo, entonces ve y busca mis vestidos más hermosos, mi padre no pide nuestra mutua presencia desde el fallecimiento de mi madre, la emperatriz Yolanda, debe ser algo importante.
- Cómo usted ordene princesa Margaret.
En poco tiempo, ambas princesas se alistaron para asistir a la cena con su padre, pues no solo era el deber y la obligación de obedecer las órdenes de su padre, sino que también sentían mucha curiosidad para saber a qué se debía tal invitación.
- Hijas mías, bienvenidas, tomen asiento.
- Se lo agradezco padre - Dijo Grimhilde, pues una de las costumbres impuestas era que la mayor siempre debía hablar primero.
- Mis hermosas hijas, conozco bien su naturaleza, estoy seguro de que están ansiosas por conocer el motivo que las cite aquí, pero les pido que esperen, al terminar la cena les hare saber un anuncio importante, ahora por favor, coman.
- Cómo usted desee padre.
El emperador y sus dos hijas, terminaron su cena, a lo que ambas princesas esperaban ansiosas el anuncio de su padre, pero la princesa menor no consiguió soportar más el silencio.
- Disculpe padre, espero no molestarlo, pero deseo conocer el anuncio tan importante que tiene para contarnos a mi hermana y a mí.
- Ya estaba por contarlo, pero recuerda siempre que eres una princesa, la princesa María Sofía Margaret, y la paciencia es una virtud digna de una hija mía, no quiero que vuelvas a apresurarte ¿Entendido?
- Por supuesto padre, le pido que me disculpe.
- Está bien, pero esta situación no debe volver a ocurrir - Ordena que los sirvientes abandonen el lugar para poder hablar a solas con sus hijas - Cómo saben, ahora que la emperatriz falleció, lo esperado es que consiga una nueva mujer con la cuál pueda unirme en matrimonio, sin embargo, el imperio ya ha atravesado la muerte de dos reinas, sus madres, y con la epidemia que hay no puedo correr el riesgo de que mi futura esposa ya posea esa enfermedad cuando entre al palacio; por todos esos hechos, es que he tomado la decisión de que una de ustedes debe casarse lo antes posible - Ambas hermanas voltean a mirarse por un momento, hasta que su padre vuelve a llamar su atención - Regina, he decidido que serás tú quien contraiga matrimonio, ¿Qué opinas de eso?
- Soy la mayor de nosotras dos, coincido en que es lo más apropiado padre, además, me honra que usted me considere por fin apropiada para ser esposa.
- Has crecido, ya eres toda una mujer, y muy hermosa, pero no te preocupes, yo mismo me encargare de encontrar al hombre que sea digno de tenerte.
- No lo dudo padre, pero si me permite, me gustaría hablar con más detalle de este tema con usted en privado, solo si me lo permite, por supuesto.
- No encuentro problema alguno en ello, vamos, podemos hablarlo ahora mismo si lo deseas.
El emperador, junto con su hija, fueron al salón en el que él emperador pensaba en cómo resolver sus conflictos, una vez estando ahí, revisaron la lista con los nombres de todos los pretendientes, pero fue evidente que la princesa Grimhilde no estaba satisfecha con ninguno de ellos.
- ¿Qué sucede hija?
- Disculpe mi descontento padre, pero vanidad aparte, no creo que ninguno de ellos sea realmente digno de tenerme.
- ¿A caso es que ya tienes a un hombre en mente?
- No padre, eso sería impropio, sin embargo, soy la princesa Regina Grimhilde Margarita, hija de la primera esposa del emperador Federico II, Constanza de Aragón, la única mujer que realmente demostró encender las llamas del amor en su corazón con su belleza e inteligencia, ¿A caso usted, padre, me considera a mí menos valiosa o menos hermosa que mi difunta madre? ¿Es posible que mi belleza y estatus no sea suficiente, y por eso los ve a ellos como dignos pretendientes de su hija?
- No digas esas cosas, tu belleza no solo iguala a la de tu madre, sino que la ha superado, cualquier hombre caería rendido a tus pies.
- Entonces explíqueme porque está dispuesto a entregarle tal belleza a cualquier hombre, uno que tal vez nunca me otorgue el privilegio de poder leer y estudiar libros, a diferencia de usted, que gracias a los conocimientos que he adquirido leyendo, ha acudido por mi consejo. ¿Finalmente se a aburrido de mi presencia en este palacio?
- ¿Qué cosas dices? Por supuesto que no, si lo que deseas es un pretendiente con mayor estatus, entonces eso es justo lo que te daré, solo dime hija mía, ¿A quién consideras digno de ti?
- No es a quien yo considere digno de mí padre, sino que yo sea digna para esa persona, así que dígame padre - Dijo con su voz volviéndose cada vez más melodiosa, mientras tomaba la mano de su padre poniéndola en su clavícula, muy cerca de su pecho - ¿Quién cree usted que deba ser el poseedor de esta belleza e inteligencia? - Bajo la mano aún más, permitiéndole sentir el latir de su corazón, al igual que su respiración profunda, la cual provocaba que su pecho se alzara, provocando en consecuencia, que sintiera la piel de sus senos - Sienta mi corazón latir, por favor, no permita que alguien que no sea merecedor de un miembro real del sacro imperio romano, se adueñe de la que podría llegar a ser la princesa más inteligente en toda la historia de tan poderoso imperio.
- Grimhilde, ¿Qué es lo que buscas de esta conversación? Dime, ¿A dónde quieres llegar?
- Mi idea, padre, es que usted es consciente de lo valiosa que soy para el imperio, si me mantiene aquí, puedo darle apoyo en todo lo que necesite, además que, al igual que a mi madre, el pueblo me ama, y estoy segura que mi partida los desanimaría.
- No te quieres casar, ¿Eso dices?
- Todo lo contrario, sueño con el día en que pueda casarme y traer muchos hijos al mundo, hombres y mujeres que sean tan poderosos e inteligentes que nuestros enemigos no tengan oportunidad contra ellos, pero a la vez deseo quedarme en este palacio, donde puedo adquirir más conocimiento y poder cada día.
- Entonces hija, dime que es lo que es más importante para ti, para dártelo y que puedas ser feliz, ¿Qué quieres para tu futuro? - Un leve sonrojo apareció en las mejillas del emperador, al ver como Grimhilde había comenzado a quitarse su vestido.
- Quiero ser reina - Dijo ella, al terminar de desvestirse - Piénselo, no solo podría ser de utilidad cómo su hija, sino que, si me vuelve su esposa, podre darle los mejores hijos que pueda desear, mi cuerpo es fértil, y la unión entre nosotros dos resolvería todos los problemas, entonces - Dijo ella sentándose sobre la cama - ¿Aceptara la belleza que observa con tanto deseo?
Federico comenzó a desvestirse, y esa noche, se convirtió en la primera de muchas, pues pasaron 2 meses desde aquella ocasión; los rumores comenzaban a recorrer el palacio, y algunos sirvientes crían que Grimhilde tenía al emperador bajo algún hechizo, pues era bien sabido que el emperador la mandaba a llamar casi todas las noches, y no se le volvía a ver hasta la mañana siguiente. Los rumores finalmente llegaron a los oídos de Margaret, quien estaba totalmente en contra de esa relación.
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Manzana de Adán
Non-FictionEsta novela es una recreación del cuento de Blanca Nieves, basándome en la crueldad de la creación de los hermanos Grimm.