El viento soplaba muy fuerte y la ropa tan ligera que llevaba me estaba congelando. Por un momento quería volver con mi madre y suplicarle que me perdonara. Incluso pensé en dejar a Filomeno. Tenía que aceptar que defender una relación con un viejo que casi me triplica la edad, era lo más estúpido que había hecho. Sin embargo estaba el problema del posible embarazo, por eso antes de decidir cualquier cosa, tenía que confirmar que en verdad estuviera esperando un hijo.
Nerviosa compré tres pruebas embarazo, (sé que no fallan, pero era mejor no dejar nada al azar).
Desde que ando con Filomeno, las pocas amigas que tenía se han alejado. Probablemente se imaginan que me acuesto con el conserje y no quieren tener a una cualquiera en su círculo social.
Al no tener a nadie a quién recurrir, tuve que meterme a un baño público para hacerme las pruebas. Seguí las instrucciones y esperé el tiempo indicado, pero cuando tenía que ver el resultado, demoré mucho porque un miedo terrible se instaló en mi pecho. Minutos pasaron y no me atrevía a mirar, pero el golpe en la puerta de la encargada de los baños para que me apurara, me obligó a hacerlo y lo que vi casi hace que me desmaye y es que las tres confirmaban el embarazo.
Era oficial... estaba embarazada de Filomeno, pero a pesar de que siempre supe que me embarazó en nuestra primera vez, verlo como una realidad era atemorizante porque, aunque él dijo que deseaba hijos, el día que me preguntó si me estaba cuidando, parecía asustado de la posibilidad de que no lo haya hecho y cuando le respondí que no, su cara mostró un miedo aún mayor. Tal vez ya no quería hijos, (o por lo menos, no míos). La vez que me contó que los anhelaba, debí entender que hablaba de tenerlos con su exesposa. Tenía lógica pensar que siempre la amaría. Yo sólo era la chica que lo ayudaba a desfogarse todos los días y las palabras amorosas que me dice cada que está haciéndome el amor, son para que le permita hacer con mi cuerpo lo que le venga en gana. Aquella idea envió un extraño dolor a mi pecho, pero no tenía tiempo de pensar en este malestar.
Un nuevo golpe de la encargada me devolvió un poco de cordura y azotando la puerta salí de ese lugar.
Aunque no lo quisiera, tenía que ir con Filomeno. Tal vez no estaría contento con la noticia del bebé, pero yo necesitaba un lugar dónde quedarme mientras veía que iba a hacer con mi vida.
Al llegar a la universidad le envíe un mensaje para saliera a abrirme. Cuando lo vi acercarse, los nervios me asaltaron. No iba a ser sencillo decirle lo del bebé y la sola idea de que me rechace estaba empezando a asustarme.
–¡Mi amor! –Dijo con una gran sonrisa –pasa, mi amor. Te he estado extrañando desde ayer. No sabes lo horrible que fue despertarme y ver que no estabas acurrucada en mi pecho como siempre.
Yo no pude moverme. De pronto todo mi valor se había esfumado y ni siquiera podía mirarlo a la cara.
–¿Y esa maleta? –escuché que preguntó –no me digas que tu madre te permitió quedarte conmigo por varios días –mi lengua seguía trabada y no le contesté –¿Pasa algo Mariana?
Al no recibir respuesta, se me acercó y me sujetó con un brazo y con el otro tomó la maleta.
–Vamos a casa –fue lo único que dijo.
Nos dirigimos a la pequeña casita. Ya adentro me condujo para que nos sentáramos en la cama. El temblor de mi cuerpo era más fuerte ahora y Filomeno me abrazó.
–¿Qué tienes, mi amor?... me está matando esta incertidumbre.
Su voz sonaba muy preocupada y como siempre sucedía, saber que él estaba mal, hacía que mi mente dejara de lado lo mío para consolarlo. Alcé mi cara y traté de sonreírle. Mis brazos se aferraron a su espalda y con mi cara a escasos centímetros de la suya, lo besé. No fue un beso largo, pero fue lo suficientemente cariñoso como para devolverle la paz.
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EL VIEJO CONSERJE
RomanceMariana Rivas es una joven de familia rica que asiste a una prestigiosa universidad. Ahí conoce a Filomeno, el viejo conserje que debido a su fealdad es objeto de maltrato por los alumnos, pero para Mariana, es un hombre bondadoso que merece afecto...