Tengo rabia en el pecho, me consume por dentro, me quema, me grita que quiere salir, no me queda fuerza para seguir soportando,pero trato de que no salga, de que no grite. Mi trabajo no es fácil; llevo la ley y el orden por principio, pero veo injusticia, asesinaron a un hombre,inocente y sin culpa. Nacionalidades enfrentadas y una guerra interna que no se sabe donde va parar.
Camino intentando mantener mi calma,pero con la pistola lista para dar un tiro.
Camino por las calles que me vio crecer, donde la delincuencia, el pandillaje reinaba y el respeto y los códigos estaba presente hasta en el más desquiciado de todos. Casi es medianoche y a unos cincuenta metros una muchacha camina; veinti dos años aproximado, falda y caterna, tacones y una blusa de escote. De pronto, desde una esquina una moto rápidamente cambia de dirección, se dirigen hacia la joven, detengo mis pasos y me oculto detrás de una reja, empuñó mi arma y mi dedo en el gatillo espera el momento del ya previsto momento.
Baja el copiloto, apunta con el arma y jala el bolso, se sube y emprenden huida. Sin darme cuenta mis manos,por instintos, dan dos disparos haciendo caer a las lacras.
Uno tiene el agujero en la rodilla, el otro en el brazo. Piden les perdone la vida.
Le quito el arma y el casco, un extranjero y un compatriota. Pido a la dama que tome su bolso y se marche mientras tanto hago una llamada al taita del barrio, si el que me vio crecer.
-trae el carro, tengo dos presas.
Atiendo a los heridos para que no se mueran desangrados. El taita llega, cargamos a las lacras y los llevamos a un almacén en un descampado.
Los amarro con alambres de púas conectadas a un regulador de energía. Comienza a salir sangre, de sus piernas, brazos y torso. Los chalanes del taita alistan las cámaras mientras nos ponemos las pasamontañas.
-este es un mensaje para aquellos que no respetan códigos y actúan sin razón dañando a los inocentes.
Un par de cachetadas despiertan a los prisioneros.Enciendo el regulador de energía, 40 mega amperios comienzan a recorrer sus cuerpos haciéndolos estremecerse, las púas se clavan en su piel, comienzan a gritar de dolor, gritan fuerte pidiendo ayuda.
-mi barrio se respeta, hijos de perra- grita el taita.
Bajo la intensidad a 30 mega amperios, aún gritan intentan librarse, pero las púas se clavan aún más.
Vuelvo a subir y bajar la intensidad solo para verlos sufrir.
Mi rabia y desprecio por la vida se comienza apaciguar.
-"Mátame, mátame" comienza a gritar, pero bajo aún más la intensidad para que no mueran, para que sigan sufriendo, para que me supliquen que los mate.