Acto 1: El horizonte marciano

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El sol azul se ocultaba destellante y frío bajo el horizonte del planeta rojo. Era un atardecer cualquiera en Marte para la familia Lazzino. Luigi llegó al planeta en el año 2103, una década después de la culminación del ambicioso proyecto de terraformación marciana, iniciado por el multimillonario Alfred Moss, quien no vivió para ver a Marte de color verde, pero le otorgó un nuevo planeta lleno de oportunidades a la humanidad. Esta nueva tierra fue aprovechada por familias como la de los Lazzino.

Era el rancho de los Lazzino un precioso terreno marciano de 300 hectáreas llenas de llanuras floreadas y fértiles campos de suelo oscuro. En su momento, habría sido imposible llegar al precio de uno de estos terrenos, pero la crisis climática había erradicado la industria del ganado en la tierra, abriendo paso a multitud de licencias que fueron sorteadas entre los ganaderos cuyo patrimonio se vio más afectado.

La familia había llegado con todo pagado al planeta rojo ya 23 años atrás, cuando el pequeño John, único heredero, aún se sentía protegido por el regazo de su madre, siendo a lo menos un escuálido mocoso de cuatro años muy mal portado con los animales y maleducado con amigos y extraños. Sin embargo, también tenía una mente curiosa y una habilidad innata para la inventiva. Desde sus seis años había estado desguazando y reconstruyendo cualquier objeto electrónico que encontraba en el rancho.

John demostró así una determinación y un talento impresionante en el campo de la electrónica. No obstante, tras morir la señora Lazzino de una enfermedad en los huesos, la madre de Luigi tomó las riendas del hogar y malcrió todavía más a su pequeño nieto, cumpliéndole cada capricho y regañándolo cada vez que lo veía desarmar un aparato en el rancho. Sin querer, lo había convertido en un sinvergüenza desobligado, con pocas aspiraciones y adicto tanto a videojuegos como historietas de superhéroes.

En el presente, ya a la edad de 26 años, Luigi se había dado cuenta de que su hijo seguía siendo un joven inmaduro y de insanos vicios. Su talento le habría convertido en un gran ingeniero si tan solo se levantara de la cama y decidiera dejar de ser una carga para la familia. Sufriendo, por esto, de mucho estrés y ansiedad, Luigi decidió buscar apoyo en el terapeuta de la compañía madre de sus tierras.

—Señor Luigi, bienvenido ­—sonó un altavoz en la oficina—. Adelante, por favor. No te vayas a tropezar con la puerta, los apagones averiaron el seguro y ahora se queda detenida a medio abrir.

El edificio de la compañía Terranova Alliance era un complejo intimidante para Luigi, quien llegaba nervioso. De hecho, para alguien crecido en la tierra, acercarse a la ciudad de Marzana y mirar desde la carretera baldía esas enormes cúpulas de acrílico que la protegían, inspiraba un revoloteo del corazón. Era una ciudad limpia, de pocos edificios pero muchas parcelas de cultivo, que limitaban entre sí con líneas de grandes olivos. Los vehículos se dejaban en un estacionamiento a las afueras y todo lo demás se comunicaba mediante una red de renta de bicicletas y ferrovías magnéticas que llevaban la carga de los campos.

Dentro de la pequeña ciudad no había calles de asfalto, pues raro era quien podía darse el lujo de conducir. La gasolina y el diésel eran astronómicamente caros y quien poseía vehículos eléctricos solía adquirirlos bajo contrato de arrendamiento, o sociedad con alguna de las empresas terraformadoras. De hecho, la mayoría de hombres y mujeres en Marte habían sido asignados por poderosos capitalistas para sacar provecho del planeta, y no por el hambre de exploración que cualquiera esperaría. Algunos ni siquiera habían salido alguna vez de Marzana. Se decía que Nüwa —capital colonial de la Unión Americana— era al menos cuatro veces mayor que Marzana, y que sus suburbios habían empezado a enverdecer por unas colosales máquinas flotantes que suministraban dióxido de carbono para calentar el planeta fuera de la cúpula de la metrópoli.

—Doctor, buenas tardes.

—Cuéntame, Luigi, ¿han llegado los apagones hasta tu rancho?

—Sí doc, de hecho, hemos escuchado ruidos de aquí a 6 días, son como chirridos. Lo consulté con el ingeniero Jacobo y dice que pudiéramos haber sido golpeados por una tormenta solar.

—Mm, creí que una tormenta sería de mayor gravedad. Pero bien, ¿has trabajado en lo que hablamos la última sesión?

—Creo que he hecho enojar a John, le dije que desperdicia su talento.

—¿Solo eso? —El Dr. Santino anotaba en su libreta.

—Bueno, también le dije que le irá muy mal cuando yo no esté.

—En otras palabras, crees haber hecho sentir a tu hijo como un inútil. ¿No es así?

—A sus 26 años pesa lo que una vaca, tiene el cabello descuidado, granos en la cara y su barba parece un trapo viejo. Se rehúsa siquiera a ayudarme un día a la semana. Solo va del sillón al refri por una cerveza y mi madre todavía le hace la comida. Claro que lo hago sentir como el inútil que es, me tiene harto. Creo que no madurará hasta que yo cuelgue los tenis y tenga que vérselas solo.

—Puede que se sienta defendido por tu madre ¿no crees? Podrías hablar con ella primero, Luigi. Tu hijo necesita algo que lo motive a cumplir alguna meta en su vida.

—Estoy enfermando, doc. Pronto tendrá que madurar.

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2023 ⏰

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Entidades Oscuras: El misterio marcianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora