3 - Tocándote

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Dean nunca imaginó encontrarse con un espectáculo así en medio del depósito de chatarra de Bobby. Y mucho menos que el causante de toda esa luz y el dueño de esas magníficas alas sería Castiel. Sabía que debía sentirse un privilegiado por poder presenciar esa hermosa manifestación de la verdadera forma de su amigo, pero no podía negar que más que sentirse privilegiado se sentía embelesado. 

Castiel era realmente hermoso. Más de lo que Dean normalmente podría percibir con sus ojos humanos. Poder observar la forma angelical de su mejor amigo era una de las experiencias más increíbles que había tenido como simple ser humano y mortal.

Castiel se dio la vuelta cuando Dean lo llamó. Sus ojos, que todavía brillaban de gracia azul, volvieron lentamente a la normalidad. Pero el resplandor permaneció a su alrededor. Castiel plegó sus alas y, como si hubiera hecho algo malo, bajó la cabeza.

 —Lo siento —musitó Castiel, y Dean escuchó un toque de vergüenza en su voz.

—¿Qué estás haciendo? Quiero decir... wow, amigo... tú, eres magnífico, me refiero a que… —Dean tuvo que detenerse porque el balbuceo hacía que sus sentimientos sean demasiado evidentes. Así que frunció los labios y tragó.

—Tuve que drenar un poco de gracia, me estaba consumiendo —Castiel resopló, con el ceño fruncido en su rostro que denotaba que estaba sufriendo.

—¿Qué? ¿Drenando tu gracia? —repitió Dean, tratando de entender lo que eso significaba para un ángel.

Castiel suspiró. Parecía cansado, lo cual era inusual en él. 

—Cuando cae un ángel, son separados del Cielo. Su fuente de… —Castiel hizo una pausa y miró hacia otro lado, por alguna razón todavía parecía estar luchando con la vergüenza—. Mi fuente de energía ya no es el Cielo... y... no puedo interactuar con el Cielo, así que no puedo intercambiar energía. —Con cada movimiento de los brazos de Castiel mientras intentaba explicar lo que estaba pasando, Dean se distraía con el brillo y las plumas—. Así que tengo que... drenar así.

—Espera, si tu fuente de energía no es el Cielo, ¿entonces cuál...? 

—No es un qué, sino un quién.—La voz de Castiel se apagó mientras apartaba la mirada de nuevo. 

Decano parpadeó. 

—Estás hablando de mí, ¿verdad? Yo soy tu fuente, porque te enamoraste de… —Dean se aclaró la garganta y se sonrojó. No sabía qué más decir. El cazador notó que Castiel estaba envolviendo sus propios brazos alrededor de su cuerpo. Tal vez tenía frío. Tal vez toda esta situación era demasiado difícil de manejar. Castiel dijo que lo enfermó. De repente, algo asaltó la mente de Dean—: Espera, Seraphine y este... Benjamin, también son ángeles caídos, ¿verdad? Pero, ella no se veía tan enferma, quiero decir... ¿cómo agotan su gracia sin...

—Hacen eso con sus humanos —se apresuró Castiel, y parecía que no quería hablar de ese asunto.

Dean abrió los ojos aún más grande. Si Castiel estaba evitando hablar de algo, tal vez era porque era muy vergonzoso para él. Tal vez porque la forma en que los ángeles intercambiaban energías con sus humanos era... demasiado íntima... 

La imagen de Seraphine y Adam pegados, tocándose y besándose volvió a aparecer en la cabeza de Dean.

Caer Nunca Se Sintió Tan BienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora