38: Luchar

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Abrirse paso a través de las destrozadas instalaciones resultó ser un verdadero reto que fue complejizándose conforme más se acercaban a su destino. Además de las ocasionales grietas abismales que les cortaban el paso por completo, también debían plantar cara a incesantes asaltos de engendros necróticos. Depender de los aparatos localizadores ya no era tan factible, dado que la ruta automatizada que Nirvana y los demás habían recorrido para encontrarse con Sheol había terminado por venirse abajo. Como lo mismo había sucedido con el camino que el supervisor había tomado para llegar al núcleo, no les quedó de otra más que resignarse a avanzar casi a ciegas.

Si bien preferían recorrer los pasillos que todavía se mantenían en pie, cada vez que se topaban con obstáculos infranqueables se resignaban a ingresar a algunas de las salas cercanas con la intención de "abrir" sus propias vías. Para su mala suerte, en medio de tantos desvíos terminaron topándose con aterrorizados científicos y demás trabajadores de la central que habían logrado sobrevivir por puro milagro. Encontraron a varios de ellos ocultos como ratas bajo los escombros o incluso dentro de algunas maquinarias, en su mayoría sumidos en crisis de pánico, aunque todos fueron capaces de reconocer a Sheol al tenerlo a plena vista. Apenas eran descubiertos, aquellos desdichados le rogaban de rodillas a su supervisor que los rescatase y, sin siquiera esperar una respuesta afirmativa o negativa, se iban acoplando al grupo con tal de sobrevivir.

Tanto Sheol como Alex barajaron la idea de sacárselos de encima a la fuerza, pero Nirvana opinó que no perdían nada prestando ayuda a una o dos personas extra. Tal vez semejante argumento contó con algo de validez en un comienzo, mas antes de darse cuenta ya tenían una formidable comitiva a su cargo. Si hasta el momento habían sufrido serios problemas para atravesar los estrechos corredores destrozados siendo solo cuatro, la idea de comandar un grupo numeroso resultaba simplemente inverosímil. Peor aún: los nuevos integrantes eran unos pobres diablos incapaces de defenderse por sí mismos, así que su fútil presencia no hizo más que generar mayores retrasos.

Luego de una complicada travesía y varias bajas inevitables, el inmenso conjunto alcanzó la sala donde, según lo que Sheol suponía, Cruz Negra y los guardias de la central debían continuar luchando contra los engendros del Necrobita. Sus sospechas se confirmaron al momento de ingresar a la estancia, aunque el escenario que hallaron ante sí resultó ser menos esperanzador de lo esperado. Mejor dicho, resultó por lejos el peor de los previstos.

La colosal bestia de cuatro brazos ya no se encontraba inmovilizada bajo un derrumbe como la última vez que la habían visto. Había logrado recuperar la libertad de alguna forma para ponerse a recorrer el campo de batalla mientras se daba un festín con toda la carne fresca que se movía bajo sus pies. El bando de los humanos ya había estado en desventaja antes de aquel suceso, así que la participación del monstruoso líder enemigo solo dejó en evidencia que tenían todas las de perder. Lo que antes hubiera podido ser denominado un combate desigualado, ahora se había transformado en una masacre con todas sus letras.

Pero todavía podía tornarse peor.

En el preciso instante en el que Nirvana y los demás quedaron ante la vista del Necrobita, este concentró toda su atención en la muchacha y soltó un rugido que hizo temblar el lugar entero. Ya sin importarle el banquete que se estaba dando con agentes y guardias, partió al galope a una velocidad increíble sin despegar sus tres ojos color jade de su objetivo. Samsara y Sheol se lanzaron contra el monstruo en un vano intento de contenerlo, pero un simple manotazo bastó para sacarlos fuera del camino con brutalidad. Lo mismo sucedió con todos los otros seres vivos, fuesen aliados o enemigos, que tuvieron la mala suerte de hallarse a su paso.

Lo único que Nirvana atinó a hacer antes de verse a merced del gigante fue tomar a Alex de la ropa para luego arrojarlo lo más lejos posible. A pesar de la sorpresa, el noble pudo reaccionar en pleno vuelo y dio una voltereta al momento de aterrizar para no quebrarse ningún hueso. Levantó la mirada apenas logró recobrar el equilibrio y, con algo de alivio, descubrió que su amiga había esquivado el embate inicial del Necrobita. Sin embargo, el descomunal engendro se negaba a dejarla ir, lanzándole continuos zarpazos y potentes dentelladas. La rubia era capaz de evadir aquellos asaltos e incluso aprovechaba la oportunidad de darle alguno que otro golpe al rostro, pero estaba claro que sus energías no durarían para siempre.

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