𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏

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El sol de aquel día era abrasador y el vapor emanado del ambiente era mucho peor, aun así, ella accedió a ir a aquel lugar a la que fue citada de último minuto.
Terminó de ajustarse el cinturón dorado del peplo blanco, procediendo a arreglar la manga derecha para luego concluir de ajustar la diadema que estaba en su cabello castaño ondulado, Agatha se miro por ultima vez en el espejo y esbozo una mínima sonrisa mientras se cercioraba de estar lista. 

Salió de su alcoba, transitando con un suave sigilo característico de ella la estancia de la cocina, se despidió de su progenitora dirigiéndose al exterior donde emprendió la marcha hacia aquel lugar acordado

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Salió de su alcoba, transitando con un suave sigilo característico de ella la estancia de la cocina, se despidió de su progenitora dirigiéndose al exterior donde emprendió la marcha hacia aquel lugar acordado.

Faltaban pocos pasos para llegar al Barrio de Plaka, pero aun así sus ojos marrones distinguieron entre el tumulto de gente la piel bronceada por el sol de Grecia. Se acercó, con pasos lentos y el corazón desbocado. Llegó hasta el lado de aquel joven heleno con cabellos café, sus ojos se encontraron. El avellano de él la hipnotizaron y fue como si el piso, el mundo y demás personas hubieran desaparecido en ese instante. Se fijó en la expresión apacible, en el cabello ensortijado que caía con gracia en un pequeño flequillo entorpeciendo un poco la vista, noto las vestimentas sencillas que generalmente los jóvenes aspirantes a guerreros portaban. 

En su análisis reparó en aquella pequeña cajita dorada que trataba de ser ocultada

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En su análisis reparó en aquella pequeña cajita dorada que trataba de ser ocultada.

—No esperaba que me llamases de repente, Egan— Con aquel acento cantarín la joven delfiense comenzó la conversación, noto al chico encogerse de hombros con algo de timidez apretando con cierta inquietud la cajita dorada que escondía tras de él.— Lo lamento, qué imprudente de mi parte comenzar por ahí— Continuo Agatha disculpándose con bochorno por su imprudencia.— ¿Qué era lo que me querías decir?

Egan, como se llama el chico ateniense, se demoró un poco en responder, pasando saliva carraspeo antes de hablar.

— Disculpa haberte hecho venir Atha, pero me era indispensable hablar contigo— Aquella confesión descolgó a la castaña que alzando una ceja en señal de interrogación le invito a proseguí.— Q-Quería entregarte esto.

El chico de tez bronceada mostró la cajita dorada, con manos temblorosas la abrió desvelando una alianza dorada con diseño sencillo que mantenía pequeñas incrustaciones de charoita. Agatha parpadeo sorprendida mientras alternaba la vista entre el joven de ojos avellanos y la alianza que reposaba en el cofrecito, sin saber que responder una risa que intento ser callada se escapó de los labios rosados, avergonzada y también llena de timidez por aquel inesperado momento; trato de tranquilizarse.

Egan estaba confundido, con una expresión de bochorno mientras mil y una ideas nada buenas se recreaban en su mente, pensaba seriamente que había hecho mal en convocar a la contraria para tan solo hablarle de compromisos y no de literatura como solían hacerlo siempre. Estaba a punto de disculparse con la femenina y marcharse; cuando sintió el tacto suave de la yema de los dedos rozar el dorso de sus extremidades, los ojos avellanos se abrieron con sorpresa cuando Agatha acunó sus manos apresándolas dulcemente.

—Gracias— Susurro.

Le importaba un comino si las demás personas que transitaban por el Barrio de Plaka se les quedaban mirando o si algunos de sus familiares pasaban cerca observándolos, pero el goce indescriptible que le produjo las tiernas palabras de aquel aspirante a guerrero le hicieron olvidar por completo el exterior.

Egan respiró al fin, sintiendo que su alma volvía de los Campos Elíseos. El joven ateniense procedió a tomar la alianza para luego colocarla en la mano de la castaña, notando el brillo en los ojos marrones que precedió a su acción.

—Si no te gusta el diseño podemos cambiarlo o si te quedo un poco flojo...

—Está bien— Le interrumpió amablemente.Me gusta y me queda bien— Completo sonriendo por aquel detalle.

El chico de cabello café esbozo una mínima sonrisa ante la respuesta de la chica, sentía su interior rebullir de felicidad que internamente no deseaba volver al coliseo a seguir entrenando; sin pensar que la delfiense cavilaba de igual manera. Se despidieron aun sin querer hacerlo, las responsabilidades llamaban a ambos y el crepúsculo comenzaba asomarse, con un adiós que duraría hasta el día siguiente Egan se marchó al coliseo y Agatha a su hogar.

El viento fresco de la noche meció las copas de los árboles frutales, en aquella humilde casa de adobe donde madre e hija se reunieron para tomar la cena durante la cual; la alianza salió a relucir cuando fue dejada sobre la mesa para poder realiz...

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El viento fresco de la noche meció las copas de los árboles frutales, en aquella humilde casa de adobe donde madre e hija se reunieron para tomar la cena durante la cual; la alianza salió a relucir cuando fue dejada sobre la mesa para poder realizar las labores domésticas.

—Agatha ¿De dónde sacaste eso?— Interrogó la mujer mayor con un deje de curiosidad. Ante su pregunta noto el leve respingo de la hija, así como la expresión de nervios mezclados con felicidad cuando volteo.

—Oh madre— Murmuró ladeando el rostro a un lado fijando los inquietos ojos marrones en la sortija que se encontraba en la mesa. Egan. Egan fue quien me la dio hoy en el Barrio de Plaka ¿No es lindo?

La mayor sonriendo asintió estando en acuerdo con la hija, terminaron de preparar una sencilla cena para disponerse a tomar los alimentos mientras la muchacha de tez trigueña relataba con una infinita ilusión los acontecimientos que ocurrieron en aquel barrio con el encanto de la Grecia tradicional, calles estrechas y bonitas fachadas de edificios del siglo XIX.

El cielo estaba pintado de un azul oscuro, el dios Helios había abandonado el firmamento para que su hermana Selene hiciera acto de presencia y fuera adornada con sus fieles estrellas. En la alcoba de aquella chica tez trigueña y cabellos castaños, oriunda de Delfos se escucha una suave melodía entonada por su apacible voz; mientras se movía de un lado a otro ordenando unas cuantas cosas hasta que lo dejo para después. Agatha se acercó al alféizar de la ventana, donde se sentó admirando el cielo nocturno creado por la deidad de la noche, una suave brisa sopló trayendo consigo el leve salto de la chica cuando sintió la presión en el pómulo derecho. Mirando en la dirección que quedaba el coliseo oculto por las construcciones de otras casas esbozo una sonrisa.

—Ηρέμησε.

Un poco más allá, en la arena del coliseo se encontraba el joven ateniense que termina de ordenar junto a otros chicos, los elementos empleados en el entrenamiento; cuando escucho el bajo susurro de una pequeña despedida. Volteando a la dirección de donde quedaba el hogar de la chica de ojos marrones, Egan sonrió mirando hacia aquel cielo estrellado y sonrio para pronunciar una corta despedida.

—Όνειρα γλυκά αθα.

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Peplo: Vestidura exterior femenina usada en la antigua Grecia, amplia, suelta y sin mangas, que caía de los hombros a la cintura, formando generalmente pliegues por delante.

Ηρέμησε: Descansa.

Όνειρα γλυκά αθα: Dulces sueños Atha.

ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora