𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐

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Ser un aspirante a guerrero era un trabajo de tiempo, dedicación y esfuerzos; para resumirlo un trabajo arduo que haría a cualquiera renunciar a la primera, pero que en el caso de Egan fue todo lo contrario. El joven ateniense entrenaba día y noche para convertirse en un digno guerrero al servicio del país helénico.

Ya había transcurrido un día desde que el chico de cabellos café le entregó aquella alianza de oro a Agatha y en ese instante volvió a fantasear con un futuro a su lado viviendo ambos felices en una apacible casa en la capital de Grecia, cerca de una de sus hermosas playas o zonas agrestes.

—¡Egan, ponte a entrenar!— Exclamó el mentor mirando de una manera molesta al joven chico.

—¡Si!

Egan respondió, incorporándose en el calentamiento junto a los demás aspirantes mientras escucha avergonzado las bromas de sus compañeros producto del despiste en medio del coliseo.

...

Despertó con algo de cansancio, sentía que mil caballos sin jinetes habían pasado sobre su cuerpo.
La delfiense se levantó acicalándose para al final colocar el anillo en su dedo anular antes de salir de los aposentos y comenzar con las tareas rutinarias de aquel apacible día.
Agatha bajó al pueblo cargando una canasta de mimbre donde reposaban algunas telas de lino para bordar, cuando llegó al hogar de una de las chicas se formó un revuelo entre las muchachas que sin pizca de disimulo interrogaban por aquel afortunado joven que entregó algo tan significativo a la delfiense, entre preguntas sobre el origen de la sortija Agatha desviaba el tema con las mejillas coloradas ante la timidez que le embargó cuando recordó con perfecta nitidez cada pedacito de ese hermoso instante.

Agatha bajó al pueblo cargando una canasta de mimbre donde reposaban algunas telas de lino para bordar, cuando llegó al hogar de una de las chicas se formó un revuelo entre las muchachas que sin pizca de disimulo interrogaban por aquel afortunado ...

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—Nos vemos la siguiente semana.

La chica de ojos marrones hizo un ademán con la mano correspondiendo la despedida que las chicas proferían desde el otro extremo de la acera. Agatha suspiro aliviada comenzando a caminar, no es que odiase pasar tiempo con aquellas jóvenes que le brindaron un espacio en Atenas, pero no era lo mismo sin las muchachas de Delfos.
La tarde fue cayendo poco a poco, la castaña se encontraba en el arroyo lavando las prendas de lino que acaba de bordar mientras entonaba una melodía que la acompañó en su labor. La brisa de aquel tranquilo atardecer sopló jugando con el cabello ondulado. La delfiense termino; cogiendo la canasta de mimbre con las prendas húmedas listas para tender, pero antes de marcharse hecho una última mirada al vasto paisaje. Noto a unas avecillas revolotear cerca del agua, también escucho el susurro de los frondosos árboles cuando el viento hizo acto de presencia por segunda vez. El estado de calma en que se encontraba Agatha se vio abruptamente interrumpido cuando percibió una mirada sobre ella, frunció el ceño con confusión antes de voltear buscando a la persona acechante.

Algunos mechones ondulados entorpecieron la vista, sin embargo, lo noto. Ahí estaba, de pie en una roca saliente el chico de tez bronceada que le cautivo en un día que andaba por el Varvakeios Agora. Egan se vio descubierto y con una agilidad increíble dio un salto que lo dejó en frente de la chica tez trigueña.

ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora