𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑

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"Caminaba despacio. Sentía el pasto hacerle cosquillas a cada paso que daba, mientras escuchaba los suaves ululatos de los búhos que se encontraban en las copas de los árboles.
Agatha se encontraba confundida, reconocía demasiado bien aquellos senderos boscosos por los que andaba descalza, la brisa fresca de aquella singular noche se hizo presente y varios de sus mechones castaños danzaron con el viento, anduvo un rato más caminando entre los árboles hasta que llegó a los pies de la fuente de Castalia, parpadeando la joven delfiense enfoco la mirada en el agua turquesa y su mansa quietud; alzando la mirada noto las escaleras que conducían al Templo de Apolo junto a los brotes de laureles que bordaban cada escalón.

La joven se encontraba fascina de reencontrarse con su ciudad natal que cuando sintió la presencia que se acercaban reaccionó de una manera violenta, sin embargo, no previno que su puño fuera aprisionado por la mano de alguien.

—¿Atha?— Inquirió aquella voz que hizo a la chica tez trigueña abrir sus ojos con sorpresa. Cuando la figura reveló su rostro de la oscuridad la delfiense dejó escapar un grito ahogado.—¿Qué estás haciendo por aquí a estas horas?— Egan tomo a la chica por los brazos como tratando de hacerse creer que su pareja se encontraba frente a él y que no era un simple sueño.— Cariño dónde... ¿Dónde estamos?

La de ojos marrones parpadeo, estaba consciente de que el ateniense se encontraba junto a ella, pues era tangible al tacto, lo sentía en la leve opresión que ejercía en sus extremidades, pero aún hasta ella misma le costaba aceptarlo.

—B-Bueno...— Titubeando miro al contrario. No entendía qué ocurría, pues solo los peregrinos, su madre y ella poseían acceso a las aguas de Castalia, lo peor de todo esto, es que Agatha nunca mencionó de aquel sagrado lugar a Egan.— Tu... ¿Cómo llegaste aquí?"

 ¿Cómo llegaste aquí?"

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Sonidos distantes. Atenienses caminando de un lado a otro.

Pequeños y débiles rayos de sol que trataban hacer acto de presencia entre el cúmulo de nubes grises que cubrían el vasto cielo de aquel día, el ambiente se encontraba fresco, pero ella sentía que en cualquier momento se desmayaría a causa de un calor que no se encontraba presente.

Agatha observó la mano donde descansaba la alianza bañada en oro y un escalofrío repentino le recorrió la espina dorsal seguido de la aceleración inexplicable del pulso, la chica de ojos marrones alzó la mirada observando un poco desorientada las personas que transitaban el Varvakeios Agora, escuchando muy lejano las risas de los niños y de una manera distorsionada las conversaciones que los comerciantes mantenían con los compradores. Un pequeño infante tropezó con la castaña y solo por ese incidente logró volver en sí sintiendo en los oídos un pitido ensordecedor y altamente fastidioso. La delfiense negó, apoyando su mano izquierda a un costado de la cabeza y cerrando los ojos con fuerza tratando de calmar sus sentidos antes de afianzar el agarre en la cesta de mimbre volviendo a las compras de los víveres.

Regreso a casa luego de un rato, con la canasta llena de frutas y algunas reses, su madre la recibió en la estancia de la cocina y la joven tez trigueña se auto-invitó a colaborar en la tarea doméstica, sin embargo, olvidaba que era bastante expresiva y que su silencio en ocasiones hablaba por ella, cosa que esta vez volvió a ocurrir.

ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora