𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟕

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Inició un nuevo día. Agatha miró al cartero irse con la esquela que había escrito a Korë para luego dirigirse de nuevo a su hogar, al momento en que entró fue directamente a abrir las ventanas dejando que el agradable aroma del bosque entrase impregnando el ambiente, se dirigió a su habitación para buscar una varilla que encendió colocándola en la entrada, aventó sus zapatillas a un lado para encaminarse a la cocina donde tomó una escoba de paja comenzando con la limpieza.

—Τα δυό σου χέρια μια ανάσα,
σαν δροσερή, χαραυγή
κανέλα ζάχαρη και μέντα
και γλυκό φιλί


La dulce voz de la chica hizo acto de presencia, dando leves cepilladas mientras trataba de rememorar el sonido de la lira acompañada de la flauta junto a la pandereta. Comenzó dando leves movimientos en la cadera seguidos de uno que otro chasquido mientras se movía por toda la estancia, poco a poco los acordes de aquella canción comenzaron a surgir seguidos de la danza que las chicas y ella habían creado en Corinto, con desplazamientos impregnados de gracia y sin sincronía alguna; dio un chasquido seguido de un giro que tuvo por consiguiente una barrida al piso para luego danzar con el objeto como si fuera una persona de carne y hueso.

—Εμείς οι δυό καρδούλα μου
είμαστε ταιριαστοί,
με άρωμα απο Ελλάδα, Βαλκάνια,
Δύση και Ανατολή.

Recordó sin querer su corta estancia en Delfos; lugar donde nació y crió hasta los once años, rememoro con nitidez la vida que posteriormente formo en Corinto siendo aquellas pocas veces cuando andaba por las calles hasta que los luceros hicieran acto de presencia en el cielo de la noche, los sentimientos embargaron a Agatha al momento en que giro y el peplo cenizo hondeo, acercó el mango de la escoba volviéndolo un micrófono, la sala del hogar el escenario donde entre saltos, giros y chasquidos danzaba sin vergüenza o cuidado sintiéndose viva con aquel agradable aroma a canela que inundaba la morada.

...

Ni siquiera se había dado cuenta de la hora, por lo que se encontraba ajustando el cinto de una manera rápida para después proceder a arreglar una diadema de flores entre los mechones del cabello, luego fue hacia la cocina donde removió un poco el htipiti; sonriendo satisfecha de la consistencia algo espesa que tenía la salsa, luego echó un vistazo a los keftedes asegurándose de que no se quemaran. Al cabo de unos minutos tenía listo el aperitivo, luego verifico los postres, diples junto a unos dulces de mandarina bañados con almíbar.

 Al cabo de unos minutos tenía listo el aperitivo, luego verifico los postres, diples junto a unos dulces de mandarina bañados con almíbar

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Agatha suspiro. Contó unos cinco segundos antes de mirar otra vez por aquel caminillo que conducía a su hogar, el ateniense de lindos ojos avellanos estaba tardando, pensó en que quizás al final se había arrepentido de ir a visitarla o tal vez por fastidio no le apeteció llegar y le dejó sin notificar, suspiro, estaba pensando muchas tonterías, observó la alianza que tenía en el dedo anular para comenzar a girar poco a poco la extremidad haciendo a la sortija brillar y esbozó una sonrisa.

Así la encontró Egan, absorta en su mundo, uno muy ajeno a la realidad.

Los ojos avellanos de él observaron el cuerpo que se encontraba reclinado sobre aquella roca, el peplo beige que dejaba descubierto las rodillas, los mechones castaños y ondulados que danzaron con el viento cuando hizo acto de presencia, los labios rosas que se curvaron cuando aquellos místicos ojos marrones apreciaron la sortija. El chico de cabellos cafés se recargo del tronco de un árbol y en silencio se deleitó con la expresión de curiosidad cuando un pajarito café aterrizó de repente a los pies de la chica. El corazón que latía rápido por la carrera que había dado desde el coliseo hasta la casa de la delfiense se confundió rápidamente con aquel sentimiento de calidez que se alojó en su pecho, observo con detalle cada movimiento realizado por la femenina, en como aquellas manos delicadas ayudaron a la avecilla, la lentitud en que se levantó del pasto, la gracia con que se giró, el cómo se acomodo un mechón travieso detrás de la oreja y por supuesto; los ojos marrones que se alzaron para conectarse con los suyos junto a la expresión de desconcierto y también felicidad que se posó en aquel rostro trigueño cuando sus miradas se encontraron, se reconocieron y se fundieron al momento que sus brazos estrecharon la cintura de la chica.

—Pensaba... Pensaba que ya no vendrías— Susurro en un fino hilo de voz mientras se aferraba a la camisa contraria y hundía el rostro en el pecho del más alto.

ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora