XX. Encrucijada

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TANNER

—Tu hermano viene hacia aquí —me informa Judith mientras deja su teléfono en la mesa.

La miro con el ceño fruncido ante sus palabras.

—¿Por qué motivo? —indago sintiendo una presión enorme en el pecho.

Mi amiga se encoge de hombros.

—Ni idea. Lo único que me ha dicho es si podía venir, ni motivos ni nada.

Yo me limito a asentir con la cabeza. Mi mente piensa en reprender a mi amiga por no preguntar por los motivos, pero siendo sinceros, bastante tiene ella con tener que lidiar con sus problemas, los míos y, al parecer, los de mi hermano.

Sin poder evitarlo pienso en todos los años que he pasado al lado de esta mujer. No ha habido ni una sola vez en la que ella me haya dado la espalda. Da igual la etapa en la que estuviera, lo mal que ella lo pasara; siempre ha estado ahí para mí. Me ayudó cuando conocí a Katherine, cuando teníamos malos momentos entre nosotros, cuando ella se fue, cuando volvió a aparecer, cuando tuve problemas con mi familia... Cada vez que me he visto en una mala situación ella es la única persona que puede decir que ha estado ahí.

—Judith —la llamo para captar su atención.

—Dime, Tanner.

—Gracias —le digo con la voz medio rota.

Ella frunce el ceño mientras me mira con una mezcla de tristeza y dolor en la mirada.

—¿Por qué?

Yo bajo la cabeza intentando controlar las emociones que se apoderan de mi. Lo he pasado realmente mal a lo largo de mi vida y me he dado cuenta de que sin ella lo más probable es que yo ahora mismo no estuviera aquí; vivo y con los cambios que han habido en mi vida.

—Por estar ahí siempre —susurro simplemente, porque siento que si hablo más voy a acabar llorando y no es algo que quiero permitirme en estos momentos.

No veo su reacción, ya que tengo la cabeza hacía abajo y mi mirada apunta hacía el suelo.

—No hay nada que agradecer, joder —la oigo decir con voz rota —. Haría todas las cosas que he hecho por ti mil veces en esta vida y otras mil en cinco vidas más, Tanner —me asegura mientras sus brazos me rodean —, porque te lo mereces; mereces que cada persona que hay en tu vida te trate así, porque no he conocido nunca a nadie con un corazón tan puro como el tuyo.

Sus palabras me hacen explotar y, para empeorar la situación, ella también comienza a llorar.

—No me merezco que me traten así, Judith; nunca me lo he merecido.

—Ni se te ocurra decir eso, porque sabes que odio las mentiras y esa es una muy grande —me dice mientras afianza más el agarre de sus brazos a mi cuerpo —. No eres perfecto, has cometido errores a lo largo de tu vida y es normal, pero no por eso tienes que rebajarte tanto como para decir que no te mereces que alguien te trate como yo.

Sollozo entre sus brazos mientras me aferro a ellos, porque no puedo más. Llevo tres años aguantado mucha mierda de magnitudes colosales —aunque a decir verdad he aguantado muchas cosas fuertes durante toda mi vida — y no me he permitido derramar ni una sola lágrima en todos esos años.

Siento que todo se me viene encima; he conseguido que Kat se enfade conmigo por volver a comportarme como un gilipollas, los anonimatos de las fotos están volviendo y mis putos problemas me están comenzando a ahogar.

—Quiero que recuerdes que estoy aquí para ti, Tanner. Lo estuve ayer, lo estoy hoy y lo estaré siempre. Estaremos bien, lo prometo.

Yo miro a sus ojos cafés —que se encuentran igual de enrojecidos que los míos— y veo en ellos como esas palabras se graban a fuego entre los dos, como una promesa que va a ser inquebrantable.

La nueva obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora