CAPITULO 13

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LUNA DE MIEL

|Sara Stone|


No me importó dejarlo atrás. Yo corrí a toda prisa por la arena dando saltos como una niña pequeña. A pesar de estar cansada por el eterno viaje y con sueño, simplemente me sentía con una energía exagerada. No fue hasta que llegamos al aeropuerto que me había enterado donde sería nuestra luna de miel. Leonardo lo había mantenido todo el tiempo en secreto, lo único que dijo fue que sería en una playa. Era mi regalo de bodas y yo estaba maravillada y agradecida.

CANCÚN, MÉXICO.

— Me alegro que te haya gustado — dijo acercándose por detrás.

—Es justo el lugar que quería visitar desde que Esteban me platicó sobre el, pero déjame decirte que sus historias no le hacen justicia — suspiré profundo — Es hermoso. Es perfecto. Deberíamos visitar Mérida ya que estamos aquí.

— Bueno, ya sabes quien me dijo que lugar visitar. — añadió tomándome de la cintura por detras depositando un sutil beso en mi mejilla.— Aunque es hermoso, por ahora solo quiero dormir. Me siento exhausto. La diferencia horaria no me sienta muy bien. ¿Te parece si vamos al hotel a recuperar las energías?

— ¡Mira! — señalé hacia el mar — Nos tenemos que subir a esas bananas, si o si. Y al paracaídas y a las motos acuáticas. Y a las lanchas, porque no.

— No ahora, ¿cierto?

— Oh, me siento tan culpable por disfrutar tanto de esto mientras nuestros hijos sufren en casa con nuestras madres. — resplé.

— Me preocupa haberlos dejado con la tuya los primeros días.

— Y a mi me preocupa la otra mitad que pasarán con tu madre. — respondí.

—Yo intento no pensar en ello — suspiró resignado.

Nuestro hotel se encontraba ubicado justo frente a la playa, un cinco estrellas donde los niños no eran admitidos. Lo cual nos garantizaba un buen descanso y sobre todo una buena estadía como pareja. ¡Y dios, mucho, pero mucho sexo!

Una suite en el último piso con una balcón bien posicionado dejándonos una de las vistas más hermosas de todo Cancún. Unos cisnes hechos de toallas se encontraban sobre la cama rodeados de pétalos de rosas rojas. El botones dejo las maletas junto a la enorme cama y Leonardo se tiró sobre ella dejando escapar un gruñido placentero. Estaba agotado. Lo miré y con solo mover los labios le di las gracias. El me regaló una sincera sonrisa.

Fui directo al baño y puse a llenar la enorme tina que poseía. Me desnude y me introduje sintiendo el agua fría envolver mi piel para refrescarme. El calor era una cosa de otro mundo.

—¿Me acompañas? — grité para que fuese capaz de escucharme, pero no hubo respuesta. Seguro que se había quedado dormido. Ni siquiera se había puesto su ropa de playa, iba a tostarse.

Veinte minutos después me duche y con una pequeña toalla me sequé. Estaba por envolverme el  cuerpo en ella, pero entonces decidí no hacerlo. Era mi luna de miel y debía aprovecharla, así que salí desnuda y efectivamente, él estaba dormido.

Caminé por toda la habitación hasta el balcón mientras agitaba mi cabello mojado y contemplé la maravillosa vista del paisaje.

— Alguien puede verte — dijo con voz ronca.

Me giré hacia él que me observaba de pies a cabeza con una mirada lasciva. Primero se detuvo en mis caderas y después en mis senos. Se lamió la parte inferior de los labios para poco después morderse.

—Sabes que no me gusta que me mires tanto — dije un poco sonrojada.

— La playa te sienta bien — respondió. Se levantó con ganas y comenzó a caminar hacia mi, pero no cruzo la línea hasta el balcón. En su lugar tomó mi mano y tiró de mi hasta él estampando mis caderas desnudas contra su frío pantalón. — Y no quisiera que alguien más se deleitase con lo que pienso cenarme esta noche.

Me apretó más contra su cuerpo provocando que un jadeo saliera de mi boca, sus labios comenzaron a recorrer mi garganta y su aliento me erizó la piel.

—Y yo voy a tener un buen festín — susurré mientras desabrochaba sus vaqueros, bajé la cremallera y metí la mano para poder sentirlo entre mis dedos. — Aunque parece que ya esta listo antes de tiempo.

Me tomó de las nalgas y me apretó con fuerza cuando comencé a acariciarlo. Entonces su boca encontró la mía y su lengua hizo su trabajo de forma exquisita. Aumenté el ritmo y lo escuché jadear desesperado, sin embargo, no hacia ningún movimiento para que yo lo sintiera dentro. Sus manos comenzaron a apretarme con más ímpetu y sus caderas retrocedían ligeramente para empujar de la misma manera. Aumenté el movimiento de mi muñeca y la estreché más a su alrededor tensando su cuerpo.

— Eso es jugar sucio...— susurró contra mis labios deteniendo mis movimientos abruptamente.

Me llevó al rincón de la habitación y en un movimiento brusco me dejo de cara contra la pared, me sostuvo de las caderas tirando de ellas hacia atrás y con su rodilla  me abrió las piernas dejándome apoyada contra el frío concreto. Me desvanecí cuando lo sentí llenarme con un rudo empujón que me hizo chillar se placer y cuya misma fuerza aplicó en cada una de sus embestidas. Tiró de mi chocando mi espalda contra su fuerte pecho para poder morder con delicadeza la parte visible de mi cuello haciéndome cruzar las piernas, y únicamente se detuvo hasta que lo sentí terminar, dejando escapar un sonoro gruñido.

— Debo ducharme — me besó bruscamente al principio, pero al final fue tierno. — Hay un lugar al que quiero llevarte. Guarda el bikini rojo para esta noche.

—  Yo… ajammm— asentí, pues estaba tan extasiada que no era capaz de usar las palabras en un orden coherente.

¡ELLA ES MI DESASTRE! ™ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora